28 de octubre de 2011

Domingo de Ramos / variación en torno al universo Origen/Inception



  

 

  El invierno se acaba.
–Es indudable, el calor, tardes soleadas, cambio de horario.
–Sabes que no podré sobrevivir mas allá del último número de esta hoja del almanaque.
–Eso no es novedad.

El chirrido de los pájaros se agudiza al paso de las personas que corretean ávidas de compras. Cuando caminan parecen congelarse en una cadencia a tres veces menos de la velocidad normal. Huele a incienso y polvo.

Las sombras de las calles angostas se trasladan o más bien se alargan hasta casi tocar los veladores.Se escucha el rumor de voces desde el bar. Si se presta suficiente atención parecen estar hablando de ellos, murmurando y conscientes todos de los dos individuos sentados en el soportal. Los pájaros se arremolinan a sus pies picoteando migajas, incluso ellos de vez en cuando alzan las pequeñas cabezas rojas de jilguero buscando arrugas en las caras de los hombres, por otra parte idénticos.

 La mesa de aluminio sube en su espalda dos vasos de vino que se calientan con los fuertes rayos del sol de abril, rápido muy rápido, ellos los apuran antes de que sea demasiado tarde.

–¿Cuando te veré de nuevo? – Pregunta el Primero sin mirarlo a los ojos.Su vista está perdida en ese momento de pequeño éxtasis cuando solo apreciamos bultos, los ojos abiertos sin ver por que en esos instantes nos miramos desde dentro. El cerebro se contempla asi mismo y se asegura de ser el mismo trozo de carne que no sabe para que está en esta realidad pero se siente feliz- el muy zoquete- de vivirla.

–Cuando el frio, cuando las lluvias; como todos los años.
–Aquí no corre el tiempo igual y lo sabes.
–Pues no hagas preguntas absurdas, sabes que es así y siempre será.

 El silencio se aposenta en el ambiente cuando un retumbe de tambores se escucha en la lejanía rasgándolo suavemente. Ahora son los dos los que entran en el exiguo éxtasis personal de la mirada que observa sin mirar.

 Las proyecciones se visten de un Domingo de Ramos gótico y ténebre. Arropadas de negro se agolpan a la mesa, empujándose unas a otras para obtener mejor detalle de la situación.
–Diles que se marchen, me molestan. – Ordenó el Segundo , su voz amortiguada por el resonar de tambores clavado en el pecho, - me dan miedo.           –No puedo controlar las proyecciones, actúan por iniciativa propia, no te marches seguro que eso les agrada y dejaran de molestarte.

Dicho esto las personas sonrieron: todos de azabache, de traje y corbata. Camisas almidonadas y ramas de olivo en las manos.

–Me pregunto ,– cavila el Segundo en voz alta sabiéndose escuchado por los transeúntes-, sí cuando despiertes tendrás un vago recuerdo de esto.
–Siempre, la nostalgia es parte de mi ser y tu eres su encarnación. No te amedrentes por el calor siempre vuelve el invierno.
–A lo peor este año no.

 El Segundo se levanta de la silla de aluminio, toma un altramuz del plato de loza, come su contenido y escupe la cáscara, esta describe una parábola casi perfecta y en su caída roza la cara del Primero.


Los tambores se acercan impertinentes. Un estruendo de tormenta primaveral se atempera cadente al paso del Segundo que rodeado de fantasmas , veinte años más jóvenes que el, lo agarran del brazo. La lluvia lo acompaña hasta el boquete de la vía.

Su silueta se alea con las sombras de las calles carnívoras que con gusto se lo tragan.
                                        

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