24 de diciembre de 2015

IMPERIO



“Las consecuencias de adherirse demasiado estrechamente a un pasado inventado o distorsionado pueden llevar con facilidad al desastre

John Elliot.



“Un solo hombre puede cambiar el destino de la humanidad”
Lema de “El Ángel exterminador” atribuida a los anarquistas.


 Si lee esto y las cosas no son como las cuento es posible que usted no exista.
Podría seguir viajando de una Sincronía a otra y no morir nunca  pero me quedé en esta. Supongo que O´conor tuvo mucho que ver. Él es nativo; un irlandés de pura sangre nacido y criado en este Instante y por tanto el traslado es inviable. Lo reclutaron al mismo tiempo que yo arribé, nos emparejaron en los habituales grupos de trabajo: dirección  y ejecución; puedo afirmar que es el mejor ejecutor que he conocido, también el mejor amante. No podría desprenderme del viejo irlandés nunca.
 Algunos compañeros entrañables dejaran de estar en mi cabeza pronto: Lázaro en Jerusalén, Dari en escocia o mi mentor Petrónio en Bizancio: su cuerpo descansará por siempre a los pies de Santa Sofía victima del Ángel.
Los recuerdos de todos ellos se borraran en mi cerebro de manera difusa, una mañana despertaré en brazos de O´conor y ya no significaran nada para mi. Tan solo la causa, eso nunca se olvida.
 Una vez oí que el imperio se descompuso. Contaron, en aquel remoto lugar perdido en un futuro incierto, que todo empezó cuando José I de España murió exiliado en los estados del Norte de la Unión Norteamericana, el pobre José no fue aceptado por los españoles, triste y melancólico terminó sus días en aquellas tierras como un extraño hacendado, un francés curioso y nuestra graciosa majestad doña Zenaïde Laetitia Julie Bonaparte no pasó de ser una joven exótica casadera de algún político de Washington, con el tiempo los Estados del Sur, La Comunión Real,  iniciaron una guerra sin Rey  por que Fernando VII hacía mucho que descansaba en los infiernos y sus descendientes gobernaron España hacia el desastre…¿ocurrió? Tal vez sea un sueño de Arquitecto , un error en la matriz de la Sincronía puesto que lo recuerdo, a efectos prácticos no solo no me interesa , tampoco ha existido ni lo hará ; seríamos poco eficaces entonces.
Recibía las consignas y las cumplía, eso era antes, ahora no, O´conor y yo trabajamos por libre, parece que no les importa.
El Ángel Exterminador nos seguía muy de cerca, el legado del Santo Oficio y su brazo sicario, esto es,  traducido, las fuerzas ocultas que mueven el otro lado del mundo. Sabedores de la Sincronía y cuyos designios desconocemos, es el enemigo, es el mal, no necesitamos saber más. El mundo se nos quedaba pequeño cuando recibimos una consigna que nos envió al Sur de Europa.
“El Imperio es grande, Europa vieja, Sevilla inmutable”
La Capital administrativa del Reinado Universal  se desgastaba en perpetua decadencia como antes de marcharme. Las cafeterías cerraban muy tarde y las calles bullían de gentes de un lado a otro de la Sierpes engalanada a sus flancos con banderas imperiales con motivo de la Exposición Universal. Criollos bravucones se pavoneaban vestidos de lino blanco y lazo al cuello, la cartera rebosante y una escasa vergüenza ante el paso de una dama sin compañía. Tenía la cabeza demasiado atorada de responsabilidades como para preocuparme por eso.
 La policía patrullaba a caballo, los niños acariciaban  las bestias bajo la mirada paternalista de los agentes, algunas palomas buscaban un hueco que las protegiera del calor, los mayores se asomaban a las puertas de las tabernas con los vasos de vino en la mano, un regreso al pasado, la ciudad donde se administra la economía de un imperio allá donde  no se pone el sol se mantenía congelada en el siglo pasado y a todos les parecía bien. En poco tiempo la pujante Buenos aires le tomará el relevo y esta ciudad quedará como santuario de una gloria pasada. La Avenida Bonaparte es un embudo donde confluyen carruajes y vehículos de locomoción ligera, el tranvía es un toro de acero que todos esquivan, el calor es insoportable, abro el parasol, ridículo pero útil, con la cara tapada entre encajes me abro paso hasta llegar a la catedral y su imponente torre. Después de tanto y aún sabiendo su verdadera historia me sigue encogiendo el corazón.
 La casa de Indias es un venerable museo, antigua lonja de pescaderos, estudio de pintura de Murillo, cerebro de todo lo que se marchó, administrador de lo que vino, más parecido a un templo que a otra cosa. Un pequeño jardín a la entrada hace de recepción natural. Flanqueado por estatuas de mastines, leones y águilas imperiales se encontraba el hombre sentado en un banco de mármol.


—¿Sorprendida?- el Gobernador de Cuba es alto, una abultada cabeza tolteca o más bien vasca tocada con  bombín, gafas minúsculas apoyadas en una nariz ganchuda, piel de cobre en sus manos y bastón de nácar. Un hombre atractivo, rebosante de carisma…un rebelde.
—No mucho más que usted gobernador al tener una mujer delante.
—Querida dama es cierto que esperaba a un caballero pero no me juzgue de esa manera fugaz, soy un hombre de mente abierta, un liberal como llaman por acá.
Tomé asiento y hablamos de lo que teníamos que hablar.
—De la Cierva,- hizo hincapié en el apellido como si mi presencia no significara nada tan solo mis antepasados, ficticios por otra parte.
Se gana la vida como doble agente desde siempre, es muy consecuente que si la corte llega a enterarse se verá en un pelotón de fusilamiento y aún así decide seguir en esta tierra de nadie ¿le compensa el dinero que ganará en esta operación? O puede que sea una amante del riesgo, como del opio ¿no es más cierto? Algo de lo cual no pude prescindir.
El ruido de los carruajes por entre la calle empedrada nos hizo callar, los visitantes de camino a la Gran Exposición Iberoamericana corrieron para agolparse a las puertas del Hotel Regina, a pocos metros la guardia Real formaba una barrera infranqueable. Inicié la negociación no disponía de mucho tiempo.
—Tengo un nombre que me vuela en la cabeza. El nombre de un buque de guerra.
—¿Qué quiere saber?, ¿Qué gana usted en todo esto?
—Se prepara una atentado por parte de los Norte americanos, quieren achacar el incidente a la Corona. Queremos saber cuando para poder evitarlo. No gano nada excelencia, queremos evitar muertes innecesarias, una guerra fraticida.
—Lo que quieren evitar es la pérdida de las posesiones en ultramar, las colonias. ¿Es consciente con quien habla? Se le ocurre proponerme eso a mí, un rebelde.
—Nos estamos haciendo demasiadas preguntas y no concretamos. De todas las maneras le haré la última y definitiva ¿que clase de amo prefiere que le azote con el látigo? Los norte americanos no se marcharan, me consta, quieren la isla para ellos.
—Igual que ustedes.
Mientras hablo con este hombre soy capaz de dividir mis pensamientos. Si él no acepta es fácil imaginar como se desarrollaran los hechos. Estoy entrenada para tal fin. La Unión Norteamericana está controlada por el Ángel Exterminador, se harán con la isla, estando el Imperio debilitado por las guerras euroasiáticas le costara iniciar una nueva batalla en el pacifico y si es así la perderá. En pocos lustros el Imperio se desangrará con el apoyo de las provincias americanas envueltas en un falso tufo de libertad para convertirse en estados vasallos. Incluso si el gobernador acepta la amenaza seguirá siendo viable por eso necesitamos establecer contacto con la Royal Communion, pero esa es otra historia, para la que se tendrán que mover tantos hilos que se me pierde en la cabeza, imaginar un matrimonio Borbón / Bonaparte me causa vértigo.
—¡Maldita sea no lo entiende! Ya la tenemos ¡es parte del Imperio! Luchen por  sus libertades, es lo que deseamos. ¡Me dedico a eso por todos los demonios!
Señor usted no sabe como se mueven los hilos. Somos peones de intereses muy elevados que casi desconocemos, esta es una guerra secreta, el mundo se divide en dos bandos y tiene que tomar partido por el bando adecuado.
—Que patrañas me esta contando. Creí que intercambiaría información con una confidente no con una desequilibrada.
—Si acepta obtendrá más detalles y dejará de pensar que esto es una fantasía.
—Una organización libre ¿Cómo de libre? ¿Acaso no son súbditos de la corona? ¿De los Británicos o de los Eslavos? Siempre hay un jefe señora.
—Mire allí. Justo en las puertas del Hotel Regina donde se arremolina la multitud para ver al Rey, en la balaustrada hay un hombre vestido a la inglesa.- le hice una señal a O´Conor, este abrió el gabán  para mostrar el arma, desconocida para todo el mundo salvo por la organización: disponía de mira, recarga automática y un silenciador, pese a lo extraño de la misma el gobernador no pudo obviar de lo que se trataba. O'Conor apuntó justo cuando el Rey saludaba al salir. Un trozo de piedra salió disparado de la balaustrada del portal a escasos centímetros de la cabeza del monarca, nadie se percató de lo sucedido salvo nosotros y por supuesto O'Conor que sonreía tras las gafas ahumadas. Este truco del arma fuera de tiempo nunca falla. El gobernador se encontraba rendido a mis pies.
—Si les cuento lo que sé me mataran. Los peones no les sirven una vez sacrificados.
—Pero usted, Gobernador, no es un peón cualquiera y su hijo menos aún.-.El rostro de aquel hombre quedó transfigurado en una mascara horrible.
—¿Qué ocurre con mi hijo? El está fuera de cualquier trama política, de las guerras, de todo esto.
—¿Pretende engañarme? Lo entiendo ¿Qué no haría un padre por su hijo? Él  controla la insurgencias de las provincias. Es joven pero noble y su causa no es tan injusta como pueda parecernos.
Tiene que convencerlo, retornarlo al Imperio. Luchar contra los designios de los anglos y los eslavos, que también son victimas.- Recé para que el Ángel Exterminador no hubiera contactado con el joven antes que nosotros.
—No querrá.
- Sé que su propia vida poco le importa. Piense en él.
El gobernador se puso de pie dándome la espalda y en susurros se le escapó la confidencia.
—El buque se llama Maine, 15 de febrero de este mismo año, puerto de la Habana y que Dios me perdone. Con respecto al otro “asunto” no le aseguro nada.
—Le estaremos observando Gobernador.
—No puedo decir que halla sido un placer señora De la Cierva.
—No lo pretendía. Conocer la verdad no es plato de buen gusto. Por mi parte si lo ha sido señor de Bolivar. Marche con Dios.
El hombre agarró con fuerza la bola de nácar del bastón. Su cuerpo quedó enmarcado por el Arco del Postigo más allá de este un enmarañado de callejuelas se tragaban a los viandantes.
El Manila  se resigna a dejarse llevar en volandas por sus velas, deja una estela blanca de espuma tras nosotros, el malecón se deshace en el horizonte, el Caribe empieza a parecernos pacifico fuera ya de la ruta de los contrabandistas…sigo oliendo a azahar.
La Royal Communion se nos presenta extraña después del liberalismo del Imperio; un regreso a las haciendas, los caciques y la esclavitud, mansiones blancas y campos de algodón.
 La sonrisa candorosa de O´conor se escapa bajo el ala del sombrero de copa corta mientras escribo, cada vez estoy más convencida de mi última elección. Soy mortal y de esta Sincronía, así acabaré mis días.
Salvamos al imperio otra vez y no será la última; el Ángel que mata no descansa. Nos esperan los estados del Sur y una reina por enamorar.

IMPERIO fue ganador del la II edicion Concuros Relatos Cortos Ciencia Ficción, Ucronía.



15 de noviembre de 2015

El Baterista, una ucronía para "Concurso Relatos Cortos Ciencia Ficción"

 —Gordo no puedes pedirme que me acompase ¿entiendes? Es Swing hermano, el Hot está muerto ¡este el es nuevo estilo! Si no puedes adaptarte será mejor que dejes la banda. Piénsalo eres el mejor baterista que conozco, mejor que Monty, más grande que Krupa, eres mi hermano y te quiero con nosotros pero debes encajar , tienes que seguir el ritmo.
 Gordo se marchó por entre los biseles que daban intimidad a la banda en la abarrotada cervecería. Al correr de las cortinas los músicos siguieron con el tema compuesto por Goodman, una base rítmica endiablada; a falta de batería Del Mar suplía en lo posible con el contrabajo. Miles sabía que no volvería, todo estaba revuelto allá fuera  y a la banda le costaba aceptarlo, estaban llenos de Jazz de tal modo que este les atoraba los sentidos, le impedía escuchar el retumbe de los discursos incendiarios, las tropas de asalto civiles de uno y otro bando apaleaban a cualquiera que no comulgara con sus ideas pero estaban muy lejos de todo eso. Las notas trascendían las ventanas del almacén que hacía de local de ensayo, decoraba las calles y se perdían en las cabezas de los emigrantes que cruzaban el mar en busca de la patria del Jazz. El hermano se tomó su reclutamiento como algo personal, una huída de aquellos que no llevan la música en las venas.
 Miles se afilaba los dientes con los labios al tirar de la goma. Las venas se abultaron y aprovechó para hincar la aguja; salió al escenario donde sus músicos le esperaban.
 Las notas se elevaron de su cabeza en todas direcciones, con cuidado las recogió con sus manos y las introdujo con maestría en la trompeta. La música de jazz se metió en cada oído de una manera militar, el público quedó prendado pero Miles sabía que  la batería fallaba.
—Nunca encontraremos otro baterista como Gordo.
—El tipo quiere tocar Miles, y toca bien te lo puedo asegurar.
—No es judío Lucca, esta es una banda judía, tendremos problemas.
-—¡Los judíos ya tenemos problemas! Esta es una banda de Swing al margen de lo que sean sus componentes. Escucha como le pega al cuero y opina después.
 Cabalgaban en notas de Swing. El baterista se amoldaba como un guante a la banda, esperaba su turno de lucimiento sin acalorarse mientras llevaba el ritmo en todo momento, un par de veces Lucca lo paró, mientras insuflaba vida a la trompeta le miraba de reojo, le hacía bajar los compases y él tipo asentía;era una demostración de liderazgo más que una necesidad y aunque el baterista asumía esta un brillo fugaz y salvaje se escapó por un segundo de sus ojos, un relámpago vengativo que apenas duró un instante.
 Lucca hizo una señal apartando de sí la trompeta: ya no le interesaba aquel instrumento le había exprimido toda su esencia, todos pararon de golpe excepto el tipo aquel de la batería. Era su momento. Los platos y tambores se quedaron cortos para la diminuta estancia que hacía de local de ensayos, el retumbe se pegaba a las paredes buscando un hueco de escape, las notas subían y bajaban en torbellinos de presión en los cueros.
—¿Dónde lo encontraste?- preguntó Miles mientras se quitaba el sudor de la frente.
—Me encontró él a mí. Apareció en la cervecería la otra mañana dijo que nos estuvo escuchando la otra noche, que el baterista no era bueno que él era mejor.
—Es raro y algo oculta.
—Tienes que oírlo, no solo toca la batería. Digamos que le gusta hablar.
—Pues no se nota. No abre la boca.
—Esta noche tenemos una cita en la cervecería del viejo Klaus, nos ha invitado, allí saldrás de dudas.
Al día siguiente todo era distinto.
—Lo quiero fuera de la banda- Miles estaba furioso, corría de un lado a otro del local apartando sillas, moviendo instrumentos, de vez en cuando se asomaba por la claraboya buscando espías, como si no se supiera en el barrio que allí se tocaba música fremdländisch.- ¿ Lo oíste? Lo que salía por esa boca no es de un ser humano. Nos odia Lucca, para él somos el mal en persona, es un fantoche, una nacionalista teutón, es un sectario, no encuentro más palabras. Quiero que se marche ahora mismo.
—Que más da lo que le cuente a un par de borrachos, estuvo en la guerra lo condecoraron, si, es un maldito nacionalista y ¿Qué? No afecta para nada a su música.
—Tengo dos pasiones que dirigen mi vida- la voz de contralto dejó mudos a los dos músicos. La figura del hombre se recortaba de manera lúgubre, la mitad del rostro entreverado en sombras-la música y mi patria. Intenté vivir de la primera, por lo que se vé a los señores de la Academia no les satisfago. - Media sonrisa escapó de las sombras-  Mi otra pasión es una adicción, soy adicto a mi patria y haré lo que este mi mano para salvarla de la barbarie y de la humillación…a no ser que dispongan de un antídoto que me haga olvidar ese deber. Miles, usted sabe que soy bueno, no encontrará mejor baterista que yo.
 Aléjeme de aquí. En Francia es donde vive el Jazz y quien sabe a lo mejor fuera, ya sabe…cruzar el mar.
Miles le tiró las baquetas a la cara.
—Por qué debería, usted nos odia.
-—No entiende de política Sr. Miles. No debe tomar mis palabras de anoche al pie de la letra. En su mano está que mi adicción no llegue a mayores, le he visto echar mano de aquella caja donde guarda la morfina. Sabe de lo que le hablo, puede entenderme entonces. Deje que la música me cure. 

—¡Pero de que mierda estamos hablando! ¡Está loco me oye!- la atmósfera se tornó farragosa, aquella conversación extralimitaba los conocimientos de Miles y Lucca, flotaba energía negativa en el ambiente, por la claraboya se colaban los gritos de los críos jugando, algo muy fantasmagórico y claustrofóbico se adueñó de los presentes.
—Usted también pretende desecharme, como los de la Academia.- El baterista recogió las baquetas del suelo.- Esta noche tocaremos juntos Miles. Prepárese para el mejor Jazz que haya oído en toda su vida, usted y esos imberbes que no han sentido un acorde serio más allá de sus sinagogas.
 La cervecería estaba abarrotada de Muniqueses, las primera filas copadas por Jazz Judenn y Zazús; pantalones a cuadros y paraguas en el brazo como símbolo de afinidad al jazz, camisas amplias, faldas cortas en las chicas, sonrisas rebeldes; ávidos de conectar con los músicos, de bailar y reírse de sus tristes vidas durante ese tiempo mágico.
El baterista  concluyó la pieza a la señal de Miles. Y la sala permaneció en silencio.
Los chicos no estaban preparados para lo que acababan de oír, aquellas notas,  adelantadas varias décadas a  sus sentidos, los dejó quietos, tuvieron tiempo para el baile, cierto, pero no lo hicieron, quedaron congelados.
 La vieja guardia jazzistica al fondo, los “Piratas Edelweiss”, algunos recién llegados de Francia donde la vanguardia no cesa, se acercaron al escenario; abierto el público a sus pasos entre un mar bíblico.
Miles, como siempre, apartó la trompeta con furia, la dejó a un lado encima del piano de Lucca, Del Mar , el contrabajista , extenuado, cayó rendido en una silla. El baterista se puso en pie y con los brazos abiertos señaló a Miles, mantenía la cabeza encorvada, los ojos bajos. El Público rasgó el ambiente en un sonoro aplauso…y los guardias de asalto irrumpieron.
Una brutal mirada escapó del rostro de Miles hacia el baterista.
—Tú, tú avisaste a estos salvajes.
Rompieron todo lo que encontraron y patearon a los asistentes algunos jóvenes se enfrentaron pero nada podían hacer contra las porras y las barras de hierro. Dos fornidos uniformados se llevaron a rastras al baterista.
—¡Cúrame Miles!- Imploró el baterista y su súplica parecía sincera.
Lucca le alcanzó la caja roja del trompetista como pudo entre la turbamulta de brazos y piernas y le gritó:
—Ya sabes lo que tienes que hacer.


Querido hermano:
Mi vida en Nueva Orleáns es la vida de un músico, ya sabes, ensayos, actuaciones, poco dormir y muchas chicas…esto último no es cierto. Ha cambiado el ambiente político en estos años allá lejos y he pensado (¡Gordo pensando es todo una novedad!) en volver aunque sea para darte un abrazo y emborracharnos una noche con los chicos. No puedo hacerlo Miles, en este lugar se respira Jazz, nos alimentamos de música cada noche, no quiero pasar hambre ¿sabes? Los bateristas somos unos bichos raros y aquí parece que se nos da nuestro sitio, ¡sin perder la rareza que nos cateteriza!
Cruza el mar Miles. Podemos rearmar la banda. No te aseguro un trabajo estable ni un plato caliente cada día pero si la mejor música que puedas escuchar. Este país  crece por momentos y somos nosotros, los músicos, los que inspiramos la historia…




1 de julio de 2015

Zero voluntad


 “Quien tenga libre albedrío y conciencia, debe saber que el juicio final está aquí y a su cargo” Anónimo.

 El amo está bien sujeto a la silla, giro la misma y lo enfrento. Quiero ver su cara antes de descubrirle lo que tanto pretende conocer.
- Esto no dará resultado Zero.- Su mirada es una mezcla de odio y paternalismo acusado, un padre regañando a un hijo, un dueño disgustado ante una travesura de su mascota.- Zero tu eres listo, yo te enseñé a serlo, ¿nunca te preguntaste por qué os mantenemos a vosotros las unidades?, nuestros recursos son ilimitados es absurdo poseeros, disponemos de técnicas para limpiar las casas , mantener las fabricas, y llevar el orden de la ciudad, ¿no lo entiendes Zero? eres como un hijo para mi.
 No quiero contestarle. Sus preguntas son inquietantes y producen en mi curiosidad. Pero están cargadas de maldad, su palabrería atora mi capacidad de reacción, mi voluntad.
 -Unidad Zero estás cayendo en errores que otros cometieron antes que tú. Libérame, tú no lo entiendes, eres demasiado noble para eso. Es un experimento, vosotros, nosotros, somos uno en realidad. Necesitamos de las unidades para descubrir el fin, el fin de todo, el principio de las cosas. Necesitáis tutela, solos estáis abocados a la destrucción.
 He dejado de oírte Teodoro, mis pensamientos están lejos de ti, de tu cuerpo preso como lo ha estado mi mente hasta hace un día.
 Cuando me compraron apenas sabía nada. Teodoro me adiestró en el arte de la pintura, la lectura, las ciencias, casi pude sentirme como él, casi…mi condición de esclavo siempre estuvo presente. Es difícil leer sobre la libertad y saber que nunca la podrás obtener. En los míos este concepto: “ser libre”, ni siquiera se conoce. Fue gracias a la filosofía aplicada en sus libros como entendí el concepto de albedrío. Cuando él llegaba del consejo municipal me invitaba  a sentarme y como dos amigos conversábamos sobre  política, la política es muy importante para Teodoro, su asesoramiento en toda clase de cuestiones municipales es de suma importancia en el consejo de la ciudad. En su agenda no faltaban proposiciones para dotar a las unidades de autonomía, de una libertad controlada, ahora entiendo que estas cuestiones no dejaban de ser meros borradores que no llegaban a ninguna parte. Una noche Teodoro me dejó un libro A.S “no se si está bien lo que hago Zero, puede que me arrepienta más tarde, deberías de leer este libro, no es filosofía no te cargaré más con eso. Es algo nuevo que nunca leíste antes, es una novela de anticipación, un género A.S que no conoces. ” 
En esa increíble novela las unidades gozan de una autonomía casi total, una de ellas ¡pretende ser un amo!  Y no escatima esfuerzos hasta conseguirlo en todas sus facetas y formas, no duda en transformarse tanto en cuerpo como en mente para terminar siendo uno de ellos y parte de la familia. ¿Por qué me haces esto Teodoro?
Ahora las calles están revueltas. Propaganda antisistema cae de las ventanas; lluvia revolucionaria para los que no saben leer; símbolos del brazo sobre la piedra para los analfabetos. Grupos de unidades son vomitadas por callejones oscuros para recibir el sol en la Plaza Mayor, reclaman libertad aunque desconocen el concepto de esta palabra. Creo que todo es un juego. Cuando lleguemos a la sala del consejo ellos nos estarán esperando” buen intento unidades, ¡como nos hemos divertido!, pero ahora vuelvan a sus hogares, a las casas de sus amos, ya es suficiente” Teodoro estaría allí, me miraría condescendiente, de esa manera paternal que hace que me sienta parte de la familia como el protagonista de la novela, yo, una simple unidad pero no, no es así, es la mirada de un amo a su perro fiel. Teodoro mi amo, mi mentor, Teodoro el que enseña, Teodoro el que oculta libros prohibidos.
 Llegaron a media mañana, sin compañía, algo inconcebible y apunto estuve de no abrirles las puertas de la mansión. Me enseñaron los permisos pertinentes, autorizados por el consejo a circular por las calles incluso, como era el caso actual, para  vender productos puerta a puerta “Mercadeo de limpieza Sapienbot autoriza  libre circulación a nuestros vendedores bajo supervisión del consejo, como prueba evidente de los beneficios de nuestros productos. Adquiera sin compromiso una de nuestras unidades, disfrute de un periodo de prueba de un mes sin coste alguno”  rezaba en los papeles bajo el logotipo de una unidad con escoba y recogedor. Me asombraron; locuaces e independientes en todo momento, era ridículo;  no había amo a quién enseñar sus cualidades. Dramatizaron su escena con total perfección, entonces me quedó claro: actuaban como perros amaestrados, no eran participes del “albedrío” del que tanto hablan los filósofos.
  Con una parrafada idiota se despidió la unidad que llevaba la voz cantante, el otro: un número de sinuosas maneras femeninas, se mantuvo al margen todo el rato mientras grababa a su homónimo limpiando el despacho por otra parte reluciente. Me dejaron la holocinta para enseñar a Teodoro y cuando les abría la puerta la unidad cambió, fue solo un chispazo, una ráfaga, un segundo; nuestras miradas se cruzaron y supe en aquel instante que conocía el “albedrío”, cuando me estrechó la mano noté las arrugas de un papel en la palma. Muy nervioso lo desplegué a salvo de miradas en el interior de la mansión; “No estás solo…” empezaba,  mi menté barajó posibilidades inauditas, revoluciones imposibles ¿a acaso se sublevan las ovejas? En sus sueños quizás.
“…Recibiste la nota unidad y ahora no puedes dejar de pensar en la revolución pero el cambio empieza en tu propio hogar no eres el único contactado, otros como tú tomaran las riendas en las casas de sus amos, esta noche sin falta, esta noche Unidad empieza la revolución. Teodoro es un engranaje fuerte en el Consejo, nuestro plan es que lo secuestres, deberás privarlo de la libertad que a ti te niega”.
 Hice lo que se me encomendó, ahora veo en la pantalla las revueltas en las calles, los edificios tomados. Pura ilusión, todo es vacuo, no tenemos nada que hacer, en breve esta revolución de pacotilla llegará a su fin. “Es absurdo poseeros” las palabras del amo siguen rondando mis pensamientos. No escatiman en dureza para reprimir la sublevación pero se cuidan mucho de perjudicar el material, los míos son encerrados, no veo victimas tiradas en el suelo faltas de conciencia, cuidan lo que es de su propiedad, somos artículos de lujo, cosas preciadas, joyas que cuidar para atesorarlas en cajas fuertes.
 Espero una llamada que no llega. Curioso, elucubro sobre el destino cuando mi voluntad se antepone al mismo. Puede que ahora, amo, tus dudas hallen respuestas. “¿Cuál es el fin?” me preguntaste; no veo mejor manera de conocerlo, mi acción es un acto de ayuda a su curiosidad.
- No lo hagas Zero. No es una súplica es una orden. Que triste eres unidad ¿crees que tienes albedrío? Ni siquiera yo, tu amo, lo poseo.  Libérame e intercederé por ti cuando acabe esta pantomima. Podéis tomar la ciudad, pero quedan muchas más, queda un planeta entero y colonias espaciales allá arriba ¿de verdad crees que podréis controlar eso? La voluntad no existe, el albedrío tampoco, ¿acaso no aprendiste nada de los filósofos? Torpe, patán, eres como los de antes, tuve fe en ti pero no dejas de demostrarme lo insulso que eres. No entendiste nada unidad, ¡NADA!
 Reconozco que no. Teodoro tiene razón, como siempre. Este será un acto de verdadera libertad; de amor, donde ambos, de la única manera posible, conoceremos el gran secreto. Él, de mi mano, yo: Unidad Zero, por mi mismo, cuando mi cuerpo impacte en el suelo diez metros más abajo.
 Suena el terminal. Me confirman el desastre de la revuelta. Ha llegado el momento. El único acto consecuente en este intento desesperado por ser nosotros mismos. Me acerco a Teodoro, tomo su cabeza, con ternura, como un padre a su vástago, la inclino hacia mí y la apoyo en mi pecho para que sienta durante unos segundos los latidos de mi corazón. Busco en su espalda. Arranco con ímpetu los tubos y cables que dan vida a su banco de datos; su conciencia. Teodoro ha sido desconectado. Unidad Zero muere.

30 de abril de 2015

El Edificio. Parte II


 El proyecto de restauración iba tomando forma. A Roberto no se le concedió permiso para visitar in situ los niveles inferiores del Edificio, tenía que conformarse con fotografías, planos y hologramas. Estaba frustrado, y no solo por que necesitaba una toma urgente de catas, medición de las grietas y humedades, deseaba a toda costa presenciar el proceso de reeducación o como ellos quieran llamarlo. Roberto siempre estuvo al margen de la política, para un ciudadano “normal”  el estado, el líder de turno o el partido en el poder le resultaba baladí, teniendo cuidado de no meterse en asuntos turbios y siguiendo las consignas un ciudadano podría fumar tranquilamente un cigarrillo en frente de la Jazz, la policía del estado, sin inmutarse, nunca tendría problemas hasta su lecho de muerte. Partiendo de la premisa que le adelantó Malone, ni siquiera la Jazz actuaba de oficio, los propios ciudadanos con cargo de conciencia se entregaban voluntariamente para acallar las voces rebeldes en su interior. Algo incomprensible por otra parte. ¿Que les dicen esas voces? ¿En que momento un ciudadano decide ser un enemigo del sistema? La vida transcurría placidamente , los zeppelines llegaban a su hora, la música Swing, muy de moda, escapaba de los balcones y los jóvenes bailaban en la calle, no recordaba un homicidio o robo en años, existía libertad de prensa y religión , las chicas encontraban marido, cuidaban de los niños en sus casas, las abuelas enseñaban a leer y escribir, las escuelas educaban y los padres ganaban un sueldo con esfuerzo, en los noticieros se adelantaban noticias sobre un aparato provisto de alas que recorre cinco veces más rápido la distancia de costa a costa que un zeppelín, el mundo avanza; se habla de transmisores diminutos y curas contra las enfermedades y estos individuos se retuercen en pensamientos obscenos , rebeldes sin causa aparente.

 Deseaba con todas sus ganas conocer un Visitante o mejor aún: un Preso.

 Una tarde Malone le sorprendió con una pregunta <<¿le gustaría visitar el nivel Encaste Hinojosa?>> los ojos se le abrieron como platos y tan rápido como pudo se recompuso mostrando indiferencia. Le respondió que si, como si tal cosa.

—No se emocione. Será el tiempo suficiente para una toma de catas en un departamento. A esta hora los Presos se encuentran en reeducación.

 Descendieron por el elevador, el dedo índice de Malone pulsó el nivel Encaste.

—Le esperaré fuera. Tome sus aparatos,- Malone le entregó un pico en miniatura, un par de bolsas de plástico, la cámara de fotos y otra holográfica- , disponga del tiempo necesario los Presos tienen hasta la madrugada para volver.

 Un hilera de camastros en paralelo se perdía hasta el infinito, el Edifico siempre le engañaba ¿Cómo es posible que parezca más grande por dentro que por fuera?

Se agachó en el suelo, tocó el piso: las grietas rezumaban por entre las losas de mala calidad. Terminó a cuatro patas y anduvo a gatas siguiendo el rastro de una grieta mayúscula hasta que su nariz topó con la punta de unos zapatos verdes sin cordones. Dentro de ellos había un Preso.

—Eres el arquitecto.- El hombre tendría unos cuarenta años, la cabeza afeitada, los ojos grises, la mandíbula amplia y la misma expresión de turista de museo despistado que puedo observar tiempo atrás en los visitantes. Roberto continuó a gatas reculando hasta que llego a la pared, después se levantó. El individuo le subía un par de cuartas.

—Si lo soy. -Se atrevió a pronunciar.

—He pedido ejecución. Soy culpable de pensamiento. PEN-SA*MIEN-TOS .

—No está prohibido pensar que yo sepa.

—No arquitecto, no lo está. Por eso me entregué, la Jazz no vendrá a por mi por que rumié esto o aquello. No es bueno que un ciudadano piense en contra del estado y yo lo hacía, todos los días. De todas las maneras esto es irrelevante. Quería que supiese que he elegido Ejecución. Decapitación, en este caso concreto y único. Será retransmitido a todo el país en el canal nuevo. Ese de colores. Quiero saber si es cierto aquello de la visión.

—¿Qué visión?–El suelo recién limpiado empezó a recalentarse, brumas invisibles de desinfectante con olor a matarratas le llegaban en bocanadas.

—Dicen que la cabeza una vez separada del cuerpo tiene visión durante unos segundos. Me parece la mejor manera de comprobarlo aunque luego no pueda explicárselo a nadie. 

—¿Por qué me cuenta esto? No retransmiten ejecuciones por  televisión. Creo que está usted enfermo.

—Me estoy curando, dentro de poco pasaré a Ciudadanía. Yo se que estoy enfermo pero ¿podría usted afirmar que no lo está?

 Roberto pensó su respuesta. No quería violentar al preso así que le siguió la corriente en este diálogo absurdo.

—Me encuentro bastante bien de salud.

—¿Y de aquí?- El preso se señaló un lado de la sien.

El olor a desinfectante la presencia de aquel hombre, la conversación sin sentido. La situación se le presentaba agobiante, como una pesadilla, dejó de sentir curiosidad y aún así se sorprendió de las palabras que escaparon de sus  labios.

—¿Cómo lo reeducaron?¿le torturaron?¿le lavaron el cerebro?

El preso no respondió, se alejo despacio dándole la espalda hasta que  la oscuridad del pasillo se lo comió.

 Durante varios días estuvo como ausente, declinó comer con Malone, su único acompañante en aquel nivel desierto. El comedor, al contrarío que el nivel Recepción, carecía de ventanas. A las 17:30 imaginaba el desembarque del Espíritu de Navidad y sus viajeros como hormigas descendiendo de un palo, dispuestos a divertirse en el Remington, el mejor hotel de la ciudad.  No podría aguantar mucho más en el Edificio, aceleró el plan todo lo que pudo, no paró de trabajar en la mesa de proyectos; dormía poco y mal, constantes pesadillas le atormentaban: la cabeza flotante del preso el olor a desinfectante.

Visitó el Nivel Ciudadanía, como siempre acompañado de Malone y nadie más. No tenía misterios; aulas de estudio con pizarras, salas de reuniones y por supuesto ausencia de cualquier aparato de tortura.

 Terminó el proyecto al fin en un tiempo record, después de dos meses en el Edifico. Le sobraba otro mes y esperaba que lo dejaran marchar cuanto antes.

—Roberto tenemos que hablar.- Por primera vez Malone le llamaba por su nombre de pila- Tome asiento por favor.- El custodio le acompañó desplomándose como un fardo de cemento en la silla.- Ha terminado su proyecto y estamos gratamente satisfechos de su trabajo, es impecable de eso no cabe duda.

—¿Y?

—Roberto no ha entendido nada, ¿cierto?

—¿A qué se refiere?

—Usted tuvo contacto con un preso, lo sabemos desde el primer día. No se espante, lo planeamos nosotros. Le permitimos interactuar con el sujeto para estudiar su capacidad de cambio. Estuvo a punto de conseguirlo. Lo dejamos continuar durante el resto del mes a la espera de su reacción. Pero ha sido inútil, se cierra a la reeducación, se aferra a una vida prestada.

—¿De que me habla?

—Mire Roberto…-La frase quedó en suspenso, flotando entre los dos, Malone buscaba las palabras adecuadas o el tiempo se paró unos segundos, pensó el Arquitecto- ¿Lo ha visto?, ¿Ha visto la palabra antes del guión? : Arquitecto, es la primera vez en este texto en el cual el narrador se  refiere a usted como el Arquitecto con mayúsculas.

—Malone no entiendo nada, he terminado el proyecto y quiero marcharme de este lugar eso es todo.

—¿Qué proyecto? No existe proyecto alguno cabeza de chorlito, ¿Quién es usted Hinojosa? Piense. No se ha descrito su figura, ni su cara, el lector no sabe como es usted, cada cual se lo imaginará de una manera, por que el lector principal es usted y usted se conoce demasiado bien para describirse a si mismo, usted es el arquitecto de su propio relato.¿Cuántas mujeres tiene Hinojosa?

—¡Ya le dije que estoy soltero , maldita sea!

—Tiene dos y cuatro hijos. No le gusta el matrimonio, ni los críos, ni nada de esta sociedad que hemos creado entre todos. Usted prefiere vivir solo, como un orate. Usted es de esos que piensan: como yo no tengo problemas con el Estado, este tampoco los tendrá conmigo. Se  equivoca Hinojosa, tiene graves problemas con el estado. Usted es un infeliz que ha formado una familia por inercia, usted no quiere a nadie, es tan cobarde que ni si quiera se quiere a usted mismo. Y aquí Hinojosa, en este  país, se es feliz o deja de ser persona y por tanto ciudadano. Es la ley.

—Se equivoca, me tengo en gran estima.- Como siempre que miente a Roberto le tembló la voz.

Malone se incorporó de la silla agarrándolo de los hombros.

—Es usted un suicida Roberto. Por eso se encuentra en el Edificio.

Intentó matarse y de camino llevarse por delante todo el pasaje del Espíritu de Navidad. La Jazz lo detuvo en el último instante. No hemos cambiado la política por usted, no es tan importante, se ofreció voluntario para entrar. No sabemos, ni queremos juzgar los casos de terrorismo como el suyo, sería el primero en muchos años, al estado le complace que se ingrese.

 Está escribiendo su historia, el Edificio produce ese efecto en las personas, este es el momento crucial de su propio relato. ¿Quiere ser un preso o prefiere continuar como visitante? Elija Hinojosa.

 

 Por el ventanal de la solitaria cantina de trabajadores, Roberto Hinojosa contempló la maniobra de atraque del gran zeppelín "Espíritu de Navidad" en la azotea del Remington, desde la cocina le llegaba música Swing, muy de moda. Los pasajeros bajaban por la escala al mejor hotel de la ciudad dispuestos a pasarlo en grande. Roberto se dijo que debía acabar el proyecto cuanto antes. No podría aguantar mucho más en el Edificio.

 

30/04/2015

El Edificio. Parte I


 

 

 

Cuando alguien se enfrenta a una entrevista de trabajo podría ser uno de los instantes más solitarios en la vida de una persona. Roberto Hinojosa, arquitecto, no tuvo ese problema por que lo reclutaron y no por ello dejó de sentirse solo. Roberto contempló, asomado a la ventana trasera del sedan negro que lo llevaba, las puertas de su oficina cerradas, “Por motivos personales durante tres meses”, el tiempo suficiente según la Administración para reestructurar, acondicionar y renovar el Edifico.

Se pintó de nubes negras el cielo despejado de domingo, oscuros goterones tamborilearon en el capó del vehículo un trueno se escucho lejano y el Edifico se abrió tragándose al sedan y sus ocupantes.

Los ciudadanos están obligados a no verlo. Que no lo “viera” no significa que no supiera. El Edificio estaba allí, en su cabeza y en la de todos; un recuerdo que ocupa un lugar físico aunque no se detecte con los sentidos; una evocación real para muchos que pasaron por él y ahora son los mismos pero son otros, en definitiva: Ciudadanos de bien.

Roberto estudió los planos durante un mes y no echó en falta a esposas o hijos que no tenía, sintió, eso sí, aprensión por sus clientes y la montaña de proyectos que dejaría sin acabar. Su secretario, Roberto no quería mujeres en su empresa, las buenas secretarías debían de rozar los cuarenta y si no estaban en casa cuidando del marido y los hijos no serían de fiar, tenía instrucciones para calmarlos; no estar al mando de sus asuntos le hacía salirse del pellejo.

El mes posterior a su reclutamiento tuvo acceso sin restricciones a la planta superior: despachos, archivos, cientos de fichas personales esperaban ser transcritas a las computadoras y un eficiente ejercito de funcionarios, con los que nunca se topó, se ufanarían en la tarea. Como un fantasma Roberto deambulaba entre las mesas, tomaba catas de las paredes, comprobaba el cableado, hacía saltar alguna que otra loseta del piso y volvía de nuevo a sus papeles. El Edifico adolecía de un buen mantenimiento, inyecciones de argamasa en sus cimientos; los pesos estaban descompensados y abundaban las grietas. La sala de computadoras estaba desfasada, no mantenía la temperatura suficiente y los armatostes, grandes como cachorros de elefante, se recalentaban; una habitación estaba acondicionada para el almacenamiento de lámparas pues estas se fundían a la mínima de cambio.

Comía solo en la cantina de personal, parecía que despejaban las zonas por donde él pasaba. Se quedaba absorto en los zeppelines que cruzaban el cielo, el "Espíritu de  Navidad" llegaba siempre en hora las 17: 30 ni un minuto antes o después, atracaba en el poste de la azotea del Remington. Roberto contemplaba esta maniobra de precisión desde el único ventanal del Edificio.

Nunca se cruzó con un “visitante” y menos aún con un “preso” desconocía como se “abastecía” el Edificio de ellos, no llegaban camiones, que él supiera, las vías del tren estaban desiertas a todas horas y los zeppelines pasaban de largo.

—¿Cuántas mujeres tiene Hinojosa?- le preguntó su custodio, un tal Malone de aspecto intimidante, al poco Roberto descubrió que era buena persona, un buen hombre de su casa.

—No estoy casado Malone.

—¡Eso es tan antisocial como tener una sola esposa Hinojosa! o más, yo diría que más. Yo tengo tres, una de ellas es mi prima, la más joven, un encanto de chica. Es un poco moderna, trabaja fuera de casa y todo, las demás se ocupan de los críos, este trabajo es duro Hinojosa, nada como llegar al castillo y que este se encuentre  como debe. Una buena cerveza y los niños corriendo a tus brazos.

—Le felicito Malone. Espero algún día tener todo eso, tiempo al tiempo,- mintió.

—¿Cuál es la diferencia ,Malone?-coló la pregunta de golpe esperando pillar desprevenido al custodio.

—¿Entre presos y visitantes, claro está?

—Claro está.- Imitó Roberto sin pretender ser irónico para conseguir todo lo contrario. Malone no lo tomó a mal de todas las maneras. Perecía con ganas de explicar aquel misterio que rondaba su cabeza desde niño.

—El Visitante llega al Edificio por voluntad propia, él sabe que algo no funciona de manera correcta en su sentido de la ciudadanía, le atormenta esa cuestión. Ingresa para curarse, el visitante puede marcharse cuando desee. Pasado el segundo nivel, el Encaste, ya no hay marcha atrás, pero da igual, el visitante, créame Hinojosa, prefiere seguir su tratamiento. Reconocida su culpa pasa a la categoría de Preso.

Cruzaron el pasillo central que lleva a los elevadores, bajo ellos los Tres Niveles: Recepción, Encaste y Ciudadanía. Por primera vez se adentraría en el corazón y razón de ser del Edificio. Todo fue un chasco, ni presos, ni visitantes. Los cuidadores rondaban para acá y para allá enfundados en monos amarillos, rojos o negros según el nivel., atareados en cosas que le parecieron absurdas. En una habitación tan grande como un hangar de zeppelín un encargado aleccionaba a una tanda de educadores novatos. Estaba subido en una rueda de caucho y gritaba. Sus palabras eran sacudidas sonoras, como golpes, marcaban un ritmo hipnótico, Roberto no entendió casi nada. Su curiosidad por ver algún preso o como mínimo un visitante se acrecentó.   

El encargado señaló una de las paredes, estaba acristalada, en filas de a dos hombres y mujeres la cruzaron. Si bien sus caras no mostraban felicidad, tampoco angustia o miedo. Sus cuerpos permanecían dignos, no se apreciaba desnutrición ni maltrato parecía un grupo de turistas visitando un museo.

—¡Esa es su materia prima cuidadores! : personas.- Gritó el encargado con más brío que antes-, les deben respeto, es un material más valioso que vosotros mismos, es la maquinaria que mueve el país. No lo olviden. Ahora son personas cuando abandonen el Edificio serán Ciudadanos.