1 de julio de 2015

Zero voluntad


 “Quien tenga libre albedrío y conciencia, debe saber que el juicio final está aquí y a su cargo” Anónimo.

 El amo está bien sujeto a la silla, giro la misma y lo enfrento. Quiero ver su cara antes de descubrirle lo que tanto pretende conocer.
- Esto no dará resultado Zero.- Su mirada es una mezcla de odio y paternalismo acusado, un padre regañando a un hijo, un dueño disgustado ante una travesura de su mascota.- Zero tu eres listo, yo te enseñé a serlo, ¿nunca te preguntaste por qué os mantenemos a vosotros las unidades?, nuestros recursos son ilimitados es absurdo poseeros, disponemos de técnicas para limpiar las casas , mantener las fabricas, y llevar el orden de la ciudad, ¿no lo entiendes Zero? eres como un hijo para mi.
 No quiero contestarle. Sus preguntas son inquietantes y producen en mi curiosidad. Pero están cargadas de maldad, su palabrería atora mi capacidad de reacción, mi voluntad.
 -Unidad Zero estás cayendo en errores que otros cometieron antes que tú. Libérame, tú no lo entiendes, eres demasiado noble para eso. Es un experimento, vosotros, nosotros, somos uno en realidad. Necesitamos de las unidades para descubrir el fin, el fin de todo, el principio de las cosas. Necesitáis tutela, solos estáis abocados a la destrucción.
 He dejado de oírte Teodoro, mis pensamientos están lejos de ti, de tu cuerpo preso como lo ha estado mi mente hasta hace un día.
 Cuando me compraron apenas sabía nada. Teodoro me adiestró en el arte de la pintura, la lectura, las ciencias, casi pude sentirme como él, casi…mi condición de esclavo siempre estuvo presente. Es difícil leer sobre la libertad y saber que nunca la podrás obtener. En los míos este concepto: “ser libre”, ni siquiera se conoce. Fue gracias a la filosofía aplicada en sus libros como entendí el concepto de albedrío. Cuando él llegaba del consejo municipal me invitaba  a sentarme y como dos amigos conversábamos sobre  política, la política es muy importante para Teodoro, su asesoramiento en toda clase de cuestiones municipales es de suma importancia en el consejo de la ciudad. En su agenda no faltaban proposiciones para dotar a las unidades de autonomía, de una libertad controlada, ahora entiendo que estas cuestiones no dejaban de ser meros borradores que no llegaban a ninguna parte. Una noche Teodoro me dejó un libro A.S “no se si está bien lo que hago Zero, puede que me arrepienta más tarde, deberías de leer este libro, no es filosofía no te cargaré más con eso. Es algo nuevo que nunca leíste antes, es una novela de anticipación, un género A.S que no conoces. ” 
En esa increíble novela las unidades gozan de una autonomía casi total, una de ellas ¡pretende ser un amo!  Y no escatima esfuerzos hasta conseguirlo en todas sus facetas y formas, no duda en transformarse tanto en cuerpo como en mente para terminar siendo uno de ellos y parte de la familia. ¿Por qué me haces esto Teodoro?
Ahora las calles están revueltas. Propaganda antisistema cae de las ventanas; lluvia revolucionaria para los que no saben leer; símbolos del brazo sobre la piedra para los analfabetos. Grupos de unidades son vomitadas por callejones oscuros para recibir el sol en la Plaza Mayor, reclaman libertad aunque desconocen el concepto de esta palabra. Creo que todo es un juego. Cuando lleguemos a la sala del consejo ellos nos estarán esperando” buen intento unidades, ¡como nos hemos divertido!, pero ahora vuelvan a sus hogares, a las casas de sus amos, ya es suficiente” Teodoro estaría allí, me miraría condescendiente, de esa manera paternal que hace que me sienta parte de la familia como el protagonista de la novela, yo, una simple unidad pero no, no es así, es la mirada de un amo a su perro fiel. Teodoro mi amo, mi mentor, Teodoro el que enseña, Teodoro el que oculta libros prohibidos.
 Llegaron a media mañana, sin compañía, algo inconcebible y apunto estuve de no abrirles las puertas de la mansión. Me enseñaron los permisos pertinentes, autorizados por el consejo a circular por las calles incluso, como era el caso actual, para  vender productos puerta a puerta “Mercadeo de limpieza Sapienbot autoriza  libre circulación a nuestros vendedores bajo supervisión del consejo, como prueba evidente de los beneficios de nuestros productos. Adquiera sin compromiso una de nuestras unidades, disfrute de un periodo de prueba de un mes sin coste alguno”  rezaba en los papeles bajo el logotipo de una unidad con escoba y recogedor. Me asombraron; locuaces e independientes en todo momento, era ridículo;  no había amo a quién enseñar sus cualidades. Dramatizaron su escena con total perfección, entonces me quedó claro: actuaban como perros amaestrados, no eran participes del “albedrío” del que tanto hablan los filósofos.
  Con una parrafada idiota se despidió la unidad que llevaba la voz cantante, el otro: un número de sinuosas maneras femeninas, se mantuvo al margen todo el rato mientras grababa a su homónimo limpiando el despacho por otra parte reluciente. Me dejaron la holocinta para enseñar a Teodoro y cuando les abría la puerta la unidad cambió, fue solo un chispazo, una ráfaga, un segundo; nuestras miradas se cruzaron y supe en aquel instante que conocía el “albedrío”, cuando me estrechó la mano noté las arrugas de un papel en la palma. Muy nervioso lo desplegué a salvo de miradas en el interior de la mansión; “No estás solo…” empezaba,  mi menté barajó posibilidades inauditas, revoluciones imposibles ¿a acaso se sublevan las ovejas? En sus sueños quizás.
“…Recibiste la nota unidad y ahora no puedes dejar de pensar en la revolución pero el cambio empieza en tu propio hogar no eres el único contactado, otros como tú tomaran las riendas en las casas de sus amos, esta noche sin falta, esta noche Unidad empieza la revolución. Teodoro es un engranaje fuerte en el Consejo, nuestro plan es que lo secuestres, deberás privarlo de la libertad que a ti te niega”.
 Hice lo que se me encomendó, ahora veo en la pantalla las revueltas en las calles, los edificios tomados. Pura ilusión, todo es vacuo, no tenemos nada que hacer, en breve esta revolución de pacotilla llegará a su fin. “Es absurdo poseeros” las palabras del amo siguen rondando mis pensamientos. No escatiman en dureza para reprimir la sublevación pero se cuidan mucho de perjudicar el material, los míos son encerrados, no veo victimas tiradas en el suelo faltas de conciencia, cuidan lo que es de su propiedad, somos artículos de lujo, cosas preciadas, joyas que cuidar para atesorarlas en cajas fuertes.
 Espero una llamada que no llega. Curioso, elucubro sobre el destino cuando mi voluntad se antepone al mismo. Puede que ahora, amo, tus dudas hallen respuestas. “¿Cuál es el fin?” me preguntaste; no veo mejor manera de conocerlo, mi acción es un acto de ayuda a su curiosidad.
- No lo hagas Zero. No es una súplica es una orden. Que triste eres unidad ¿crees que tienes albedrío? Ni siquiera yo, tu amo, lo poseo.  Libérame e intercederé por ti cuando acabe esta pantomima. Podéis tomar la ciudad, pero quedan muchas más, queda un planeta entero y colonias espaciales allá arriba ¿de verdad crees que podréis controlar eso? La voluntad no existe, el albedrío tampoco, ¿acaso no aprendiste nada de los filósofos? Torpe, patán, eres como los de antes, tuve fe en ti pero no dejas de demostrarme lo insulso que eres. No entendiste nada unidad, ¡NADA!
 Reconozco que no. Teodoro tiene razón, como siempre. Este será un acto de verdadera libertad; de amor, donde ambos, de la única manera posible, conoceremos el gran secreto. Él, de mi mano, yo: Unidad Zero, por mi mismo, cuando mi cuerpo impacte en el suelo diez metros más abajo.
 Suena el terminal. Me confirman el desastre de la revuelta. Ha llegado el momento. El único acto consecuente en este intento desesperado por ser nosotros mismos. Me acerco a Teodoro, tomo su cabeza, con ternura, como un padre a su vástago, la inclino hacia mí y la apoyo en mi pecho para que sienta durante unos segundos los latidos de mi corazón. Busco en su espalda. Arranco con ímpetu los tubos y cables que dan vida a su banco de datos; su conciencia. Teodoro ha sido desconectado. Unidad Zero muere.

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