—Gordo no puedes pedirme que me acompase
¿entiendes? Es Swing hermano, el Hot está muerto ¡este el es nuevo estilo! Si
no puedes adaptarte será mejor que dejes la banda. Piénsalo eres el mejor
baterista que conozco, mejor que Monty, más grande que Krupa, eres mi hermano y
te quiero con nosotros pero debes encajar , tienes que seguir el ritmo.
Gordo se marchó por entre los biseles que
daban intimidad a la banda en la abarrotada cervecería. Al correr de las
cortinas los músicos siguieron con el tema compuesto por Goodman, una base rítmica
endiablada; a falta de batería Del Mar suplía en lo posible con el contrabajo.
Miles sabía que no volvería, todo estaba revuelto allá fuera y a la banda le costaba aceptarlo, estaban
llenos de Jazz de tal modo que este les atoraba los sentidos, le impedía
escuchar el retumbe de los discursos incendiarios, las tropas de asalto civiles
de uno y otro bando apaleaban a cualquiera que no comulgara con sus ideas pero estaban
muy lejos de todo eso. Las notas trascendían las ventanas del almacén que hacía
de local de ensayo, decoraba las calles y se perdían en las cabezas de los emigrantes
que cruzaban el mar en busca de la patria del Jazz. El hermano se tomó su
reclutamiento como algo personal, una huída de aquellos que no llevan la música
en las venas.
Miles se afilaba los dientes con los labios al
tirar de la goma. Las venas se abultaron y aprovechó para hincar la aguja;
salió al escenario donde sus músicos le esperaban.
Las notas se elevaron de su cabeza en todas
direcciones, con cuidado las recogió con sus manos y las introdujo con maestría
en la trompeta. La música de jazz se metió en cada oído de una manera militar,
el público quedó prendado pero Miles sabía que la batería fallaba.
—Nunca
encontraremos otro baterista como Gordo.
—El tipo quiere
tocar Miles, y toca bien te lo puedo asegurar.
—No es judío
Lucca, esta es una banda judía, tendremos problemas.
-—¡Los judíos ya
tenemos problemas! Esta es una banda de Swing al margen de lo que sean sus
componentes. Escucha como le pega al cuero y opina después.
Cabalgaban en notas de Swing. El
baterista se amoldaba como un guante a la banda, esperaba su turno de
lucimiento sin acalorarse mientras llevaba el ritmo en todo momento, un par de
veces Lucca lo paró, mientras insuflaba vida a la trompeta le miraba de reojo, le
hacía bajar los compases y él tipo asentía;era una demostración de liderazgo
más que una necesidad y aunque el baterista asumía esta un brillo fugaz y
salvaje se escapó por un segundo de sus ojos, un relámpago vengativo que apenas
duró un instante.
Lucca hizo una señal apartando de sí la
trompeta: ya no le interesaba aquel instrumento le había exprimido toda su esencia,
todos pararon de golpe excepto el tipo aquel de la batería. Era su momento. Los
platos y tambores se quedaron cortos para la diminuta estancia que hacía de
local de ensayos, el retumbe se pegaba a las paredes buscando un hueco de
escape, las notas subían y bajaban en torbellinos de presión en los cueros.
—¿Dónde lo
encontraste?- preguntó Miles mientras se quitaba el sudor de la frente.
—Me encontró él
a mí. Apareció en la cervecería la otra mañana dijo que nos estuvo escuchando
la otra noche, que el baterista no era bueno que él era mejor.
—Es raro y algo
oculta.
—Tienes que
oírlo, no solo toca la batería. Digamos que le gusta hablar.
—Pues no se
nota. No abre la boca.
—Esta noche
tenemos una cita en la cervecería del viejo Klaus, nos ha invitado, allí
saldrás de dudas.
Al día siguiente
todo era distinto.
—Lo quiero fuera
de la banda- Miles estaba furioso, corría de un lado a otro del local apartando
sillas, moviendo instrumentos, de vez en cuando se asomaba por la claraboya buscando
espías, como si no se supiera en el barrio que allí se tocaba música fremdländisch.- ¿ Lo oíste? Lo que salía por esa boca
no es de un ser humano. Nos odia Lucca, para él somos el mal en persona, es un fantoche,
una nacionalista teutón, es un sectario, no encuentro más palabras. Quiero que
se marche ahora mismo.
—Que más da lo
que le cuente a un par de borrachos, estuvo en la guerra lo condecoraron, si, es
un maldito nacionalista y ¿Qué? No afecta para nada a su música.
—Tengo dos
pasiones que dirigen mi vida- la voz de contralto dejó mudos a los dos músicos.
La figura del hombre se recortaba de manera lúgubre, la mitad del rostro
entreverado en sombras-la música y mi patria. Intenté vivir de la primera, por lo que se vé a los señores de la Academia no les satisfago. - Media sonrisa escapó de
las sombras- Mi otra pasión es una
adicción, soy adicto a mi patria y haré lo que este mi mano para salvarla de la
barbarie y de la humillación…a no ser que dispongan de un antídoto que me haga
olvidar ese deber. Miles, usted sabe que soy bueno, no encontrará mejor
baterista que yo.
Aléjeme de aquí. En Francia es donde vive el
Jazz y quien sabe a lo mejor fuera, ya sabe…cruzar el mar.
Miles le tiró
las baquetas a la cara.
—Por qué debería, usted nos odia.
-—No entiende de
política Sr. Miles. No debe tomar mis palabras de anoche al pie de la letra. En
su mano está que mi adicción no llegue a mayores, le he visto echar mano de
aquella caja donde guarda la morfina. Sabe de lo que le hablo, puede entenderme
entonces. Deje que la música me cure.
—¡Pero de que
mierda estamos hablando! ¡Está loco me oye!- la atmósfera se tornó farragosa,
aquella conversación extralimitaba los conocimientos de Miles y Lucca, flotaba
energía negativa en el ambiente, por la claraboya se colaban los gritos de los
críos jugando, algo muy fantasmagórico y claustrofóbico se adueñó de los
presentes.
—Usted también
pretende desecharme, como los de la Academia.-
El baterista recogió las baquetas del suelo.- Esta noche
tocaremos juntos Miles. Prepárese para el mejor Jazz que haya oído en toda su vida, usted y esos imberbes que no han sentido un acorde serio
más allá de sus sinagogas.
La cervecería estaba abarrotada de Muniqueses,
las primera filas copadas por Jazz Judenn
y Zazús; pantalones a cuadros y
paraguas en el brazo como símbolo de afinidad al jazz, camisas amplias, faldas
cortas en las chicas, sonrisas rebeldes; ávidos de conectar con los músicos, de
bailar y reírse de sus tristes vidas durante ese tiempo mágico.
El
baterista concluyó la pieza a la señal
de Miles. Y la sala permaneció en silencio.
Los chicos no
estaban preparados para lo que acababan de oír, aquellas notas, adelantadas varias décadas a sus sentidos, los dejó quietos, tuvieron
tiempo para el baile, cierto, pero no lo hicieron, quedaron congelados.
La vieja guardia jazzistica al fondo, los
“Piratas Edelweiss”, algunos recién llegados de Francia donde la vanguardia no
cesa, se acercaron al escenario; abierto el público a sus pasos entre un mar
bíblico.
Miles, como
siempre, apartó la trompeta con furia, la dejó a un lado encima del piano de Lucca,
Del Mar , el contrabajista , extenuado, cayó rendido en una silla. El baterista
se puso en pie y con los brazos abiertos señaló a Miles, mantenía la cabeza
encorvada, los ojos bajos. El Público rasgó el ambiente en un sonoro aplauso…y
los guardias de asalto irrumpieron.
Una brutal mirada
escapó del rostro de Miles hacia el baterista.
—Tú, tú avisaste
a estos salvajes.
Rompieron todo
lo que encontraron y patearon a los asistentes algunos jóvenes se enfrentaron
pero nada podían hacer contra las porras y las barras de hierro. Dos fornidos
uniformados se llevaron a rastras al baterista.
—¡Cúrame Miles!-
Imploró el baterista y su súplica parecía sincera.
Lucca le alcanzó
la caja roja del trompetista como pudo entre la turbamulta de brazos y piernas y
le gritó:
—Ya sabes lo que
tienes que hacer.
Querido hermano:
Mi vida en Nueva
Orleáns es la vida de un músico, ya sabes, ensayos, actuaciones, poco dormir y
muchas chicas…esto último no es cierto. Ha cambiado el ambiente político en
estos años allá lejos y he pensado (¡Gordo pensando es todo una novedad!) en
volver aunque sea para darte un abrazo y emborracharnos una noche con los
chicos. No puedo hacerlo Miles, en este lugar se respira Jazz, nos alimentamos
de música cada noche, no quiero pasar hambre ¿sabes? Los bateristas somos unos
bichos raros y aquí parece que se nos da nuestro sitio, ¡sin perder la rareza
que nos cateteriza!
Cruza el mar
Miles. Podemos rearmar la banda. No te aseguro un trabajo estable ni un plato
caliente cada día pero si la mejor música que puedas escuchar. Este país crece por momentos y somos nosotros, los
músicos, los que inspiramos la historia…