15 de noviembre de 2015

El Baterista, una ucronía para "Concurso Relatos Cortos Ciencia Ficción"

 —Gordo no puedes pedirme que me acompase ¿entiendes? Es Swing hermano, el Hot está muerto ¡este el es nuevo estilo! Si no puedes adaptarte será mejor que dejes la banda. Piénsalo eres el mejor baterista que conozco, mejor que Monty, más grande que Krupa, eres mi hermano y te quiero con nosotros pero debes encajar , tienes que seguir el ritmo.
 Gordo se marchó por entre los biseles que daban intimidad a la banda en la abarrotada cervecería. Al correr de las cortinas los músicos siguieron con el tema compuesto por Goodman, una base rítmica endiablada; a falta de batería Del Mar suplía en lo posible con el contrabajo. Miles sabía que no volvería, todo estaba revuelto allá fuera  y a la banda le costaba aceptarlo, estaban llenos de Jazz de tal modo que este les atoraba los sentidos, le impedía escuchar el retumbe de los discursos incendiarios, las tropas de asalto civiles de uno y otro bando apaleaban a cualquiera que no comulgara con sus ideas pero estaban muy lejos de todo eso. Las notas trascendían las ventanas del almacén que hacía de local de ensayo, decoraba las calles y se perdían en las cabezas de los emigrantes que cruzaban el mar en busca de la patria del Jazz. El hermano se tomó su reclutamiento como algo personal, una huída de aquellos que no llevan la música en las venas.
 Miles se afilaba los dientes con los labios al tirar de la goma. Las venas se abultaron y aprovechó para hincar la aguja; salió al escenario donde sus músicos le esperaban.
 Las notas se elevaron de su cabeza en todas direcciones, con cuidado las recogió con sus manos y las introdujo con maestría en la trompeta. La música de jazz se metió en cada oído de una manera militar, el público quedó prendado pero Miles sabía que  la batería fallaba.
—Nunca encontraremos otro baterista como Gordo.
—El tipo quiere tocar Miles, y toca bien te lo puedo asegurar.
—No es judío Lucca, esta es una banda judía, tendremos problemas.
-—¡Los judíos ya tenemos problemas! Esta es una banda de Swing al margen de lo que sean sus componentes. Escucha como le pega al cuero y opina después.
 Cabalgaban en notas de Swing. El baterista se amoldaba como un guante a la banda, esperaba su turno de lucimiento sin acalorarse mientras llevaba el ritmo en todo momento, un par de veces Lucca lo paró, mientras insuflaba vida a la trompeta le miraba de reojo, le hacía bajar los compases y él tipo asentía;era una demostración de liderazgo más que una necesidad y aunque el baterista asumía esta un brillo fugaz y salvaje se escapó por un segundo de sus ojos, un relámpago vengativo que apenas duró un instante.
 Lucca hizo una señal apartando de sí la trompeta: ya no le interesaba aquel instrumento le había exprimido toda su esencia, todos pararon de golpe excepto el tipo aquel de la batería. Era su momento. Los platos y tambores se quedaron cortos para la diminuta estancia que hacía de local de ensayos, el retumbe se pegaba a las paredes buscando un hueco de escape, las notas subían y bajaban en torbellinos de presión en los cueros.
—¿Dónde lo encontraste?- preguntó Miles mientras se quitaba el sudor de la frente.
—Me encontró él a mí. Apareció en la cervecería la otra mañana dijo que nos estuvo escuchando la otra noche, que el baterista no era bueno que él era mejor.
—Es raro y algo oculta.
—Tienes que oírlo, no solo toca la batería. Digamos que le gusta hablar.
—Pues no se nota. No abre la boca.
—Esta noche tenemos una cita en la cervecería del viejo Klaus, nos ha invitado, allí saldrás de dudas.
Al día siguiente todo era distinto.
—Lo quiero fuera de la banda- Miles estaba furioso, corría de un lado a otro del local apartando sillas, moviendo instrumentos, de vez en cuando se asomaba por la claraboya buscando espías, como si no se supiera en el barrio que allí se tocaba música fremdländisch.- ¿ Lo oíste? Lo que salía por esa boca no es de un ser humano. Nos odia Lucca, para él somos el mal en persona, es un fantoche, una nacionalista teutón, es un sectario, no encuentro más palabras. Quiero que se marche ahora mismo.
—Que más da lo que le cuente a un par de borrachos, estuvo en la guerra lo condecoraron, si, es un maldito nacionalista y ¿Qué? No afecta para nada a su música.
—Tengo dos pasiones que dirigen mi vida- la voz de contralto dejó mudos a los dos músicos. La figura del hombre se recortaba de manera lúgubre, la mitad del rostro entreverado en sombras-la música y mi patria. Intenté vivir de la primera, por lo que se vé a los señores de la Academia no les satisfago. - Media sonrisa escapó de las sombras-  Mi otra pasión es una adicción, soy adicto a mi patria y haré lo que este mi mano para salvarla de la barbarie y de la humillación…a no ser que dispongan de un antídoto que me haga olvidar ese deber. Miles, usted sabe que soy bueno, no encontrará mejor baterista que yo.
 Aléjeme de aquí. En Francia es donde vive el Jazz y quien sabe a lo mejor fuera, ya sabe…cruzar el mar.
Miles le tiró las baquetas a la cara.
—Por qué debería, usted nos odia.
-—No entiende de política Sr. Miles. No debe tomar mis palabras de anoche al pie de la letra. En su mano está que mi adicción no llegue a mayores, le he visto echar mano de aquella caja donde guarda la morfina. Sabe de lo que le hablo, puede entenderme entonces. Deje que la música me cure. 

—¡Pero de que mierda estamos hablando! ¡Está loco me oye!- la atmósfera se tornó farragosa, aquella conversación extralimitaba los conocimientos de Miles y Lucca, flotaba energía negativa en el ambiente, por la claraboya se colaban los gritos de los críos jugando, algo muy fantasmagórico y claustrofóbico se adueñó de los presentes.
—Usted también pretende desecharme, como los de la Academia.- El baterista recogió las baquetas del suelo.- Esta noche tocaremos juntos Miles. Prepárese para el mejor Jazz que haya oído en toda su vida, usted y esos imberbes que no han sentido un acorde serio más allá de sus sinagogas.
 La cervecería estaba abarrotada de Muniqueses, las primera filas copadas por Jazz Judenn y Zazús; pantalones a cuadros y paraguas en el brazo como símbolo de afinidad al jazz, camisas amplias, faldas cortas en las chicas, sonrisas rebeldes; ávidos de conectar con los músicos, de bailar y reírse de sus tristes vidas durante ese tiempo mágico.
El baterista  concluyó la pieza a la señal de Miles. Y la sala permaneció en silencio.
Los chicos no estaban preparados para lo que acababan de oír, aquellas notas,  adelantadas varias décadas a  sus sentidos, los dejó quietos, tuvieron tiempo para el baile, cierto, pero no lo hicieron, quedaron congelados.
 La vieja guardia jazzistica al fondo, los “Piratas Edelweiss”, algunos recién llegados de Francia donde la vanguardia no cesa, se acercaron al escenario; abierto el público a sus pasos entre un mar bíblico.
Miles, como siempre, apartó la trompeta con furia, la dejó a un lado encima del piano de Lucca, Del Mar , el contrabajista , extenuado, cayó rendido en una silla. El baterista se puso en pie y con los brazos abiertos señaló a Miles, mantenía la cabeza encorvada, los ojos bajos. El Público rasgó el ambiente en un sonoro aplauso…y los guardias de asalto irrumpieron.
Una brutal mirada escapó del rostro de Miles hacia el baterista.
—Tú, tú avisaste a estos salvajes.
Rompieron todo lo que encontraron y patearon a los asistentes algunos jóvenes se enfrentaron pero nada podían hacer contra las porras y las barras de hierro. Dos fornidos uniformados se llevaron a rastras al baterista.
—¡Cúrame Miles!- Imploró el baterista y su súplica parecía sincera.
Lucca le alcanzó la caja roja del trompetista como pudo entre la turbamulta de brazos y piernas y le gritó:
—Ya sabes lo que tienes que hacer.


Querido hermano:
Mi vida en Nueva Orleáns es la vida de un músico, ya sabes, ensayos, actuaciones, poco dormir y muchas chicas…esto último no es cierto. Ha cambiado el ambiente político en estos años allá lejos y he pensado (¡Gordo pensando es todo una novedad!) en volver aunque sea para darte un abrazo y emborracharnos una noche con los chicos. No puedo hacerlo Miles, en este lugar se respira Jazz, nos alimentamos de música cada noche, no quiero pasar hambre ¿sabes? Los bateristas somos unos bichos raros y aquí parece que se nos da nuestro sitio, ¡sin perder la rareza que nos cateteriza!
Cruza el mar Miles. Podemos rearmar la banda. No te aseguro un trabajo estable ni un plato caliente cada día pero si la mejor música que puedas escuchar. Este país  crece por momentos y somos nosotros, los músicos, los que inspiramos la historia…