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15 de marzo de 2014

Muy singular







 Me llamo Matheus Tao Romero. Ese no es mi verdadero nombre, el otro es más vulgar pero ya casi no lo recuerdo, un nombre sin importancia, de cuando las personas estábamos separadas y éramos millones, ahora somos cientos.
 Aquí en Compromiso tengo múltiples funciones: tendero, agricultor, zapatero, padre de siete hijos, esposo de tres señoras y dueño de una mula terca como ella sola, también soy conocido por mis funciones eclesiásticas. Soy el Pater de Compromiso, cuido de las almas de estos pocos pellejos llenos de huesos; los últimos Homo Sapiens del Universo o por lo menos de este Universo pequeño, microscópico y ambivalente ubicado en una zona terraformada de Marte. La iglesia no es nada particular, vivo en un anexo a la misma y solo doy un responso al día, no me puedo quejar, los parroquianos tampoco necesitan más. A veces cuesta que nos escuche pero no hay nada que la oración no cure, no le queda mucho rebaño descarriado a quien devolver al redil…
 Hace muchísimo tiempo, en la Tierra, ese derribo, la humanidad se embarcó en la Singularidad, esto es un desarrollo exponencial e irrefrenable de la tecnología, sus efectos se multiplicaron en poquísimos años, nadie estaba preparado para eso.
 Como era de esperar, nuestras creaciones, las maquinas, tomaron control de todo lo controlable. Algunos humanos se fundieron con ellas, llenos de la alegría que da el ser inmortal y mascota de Dios. Otros, como nosotros, no tuvimos tanta suerte, aislados en Marte la evolución a Transhumano nos llegó tarde. Aceptamos unos cuantos cargueros de inmigrantes: italianos gritones, mexicanos pendencieros, asiáticos humildes (poquísimos) que huían de la revolución Transhumana, inadaptados, conservadores, ecologistas (que risa) al año dejaron de llegar y nunca más tuvimos señales de la Tierra.
Recogía bayas marcianas (que ni son bayas ni tan siquiera marcianas, es una variedad de tubérculos mutados) cuando el cubo se posó sobre mi cabeza. Al instante estaba a mí lado. Digamos que Dios se me presentó.
 El tipo en cuestión no se parecía en nada a una máquina, la idea más cercana que tenemos de ellos, resplandecía como una virgen al Ángelus, su piel era dorada y transparente, algunas esferas oscuras parecía correr bajo ella por todo su cuerpo. Sin duda era un Dios, aunque esto suene a herejía, tuve ganas de arrodillarme, de presentarme a sus pies.
 Nunca me llamaron la atención los Singulares, por cierto nunca vi uno en toda mi vida, hasta ayer. Sus naves (o lo que quiera que Dios sea) en forma de cubo , silenciosas como lechuzas, atraviesan de vez en cuando el horizonte rojizo, no sabemos lo que buscan ni lo que quieren, tampoco nos importa, no nos molestan y nosotros, infelices , no podemos molestarles.
No tuvo que abrir la boca. Sus pensamientos llegaron a mi cabeza.
—No es posible.
 Articulé esta frase temblando, el miedo no me dejaba realizar movimiento alguno. El Singular no mostraba expresiones, algunas esferas por dentro de su piel se  agruparon en la cabeza. El solo hecho de negarme a sus requerimientos me hacía parecer un ratón perdonando a la boa que lo tiene por cena.
—Me gustaría, créeme. No está en mi mano.-Repetí inseguro varias veces temiendo caer fulminado por un rayo. Aquella presencia turbaba mis sentidos, miraba mi alma.
—A los mejor, con más tiempo, vosotros estáis más cerca, no necesitáis intermediarios.  En aquel rostro sin cara pude leer una decepción increíble, miles de ojos , anteriormente humanos, me observaban desde dentro , el Singular llegó a postrarse de rodillas. Ninguna palabra pudo salir de mi boca en ese instante, sabía que era imposible, que nunca lo conseguirían y que eso les atormentaría el resto de la eternidad.  
—¿Qué te dijeron? , vienes blanco como un fantasma- me preguntó Anna mi querida esposa la más amada de las tres, por ser la primera ( y también mi prima, siempre me unió un vinculo especial con Anna.) , cuando le relaté lo sucedido.
—Quieren conocerlo.
—¿A quién?
—A Él- señalé al techo, me apunté en la cabeza arreglar una grieta, la temporada de lluvias se acerca y seguro que da problemas.



31 de octubre de 2011

Los fiscales de Dios



 

Existe otra clase de mimetismo : el disfraz del esclavo.

Hubo un tiempo en Oriente donde los emperadores, tocados de la mano divina , gobernaban al pueblo. Las mentes colmenas lo agradecían , el liderazgo venido del cielo no albergaba duda sobre la ética , el honor y la justicia.

Con el tiempo los emperadores Santos cayeron, muertos por la razón del estado. Más las mentes colmena, faltos de padre sustituyeron a este por el anterior . El padre estado cuidaba amorosamente el ying privado de cada cual y con mano férrea el yang del exterior de las carcasas humanas.

Como antes , ahora las mentes colectivas están faltas de guía y el dirigente ya no es paternal ni justo , ni siquiera cruel , tan solo está ausente , no se le espera ; huyó como cuentan que antes hizo su enemigo la religión.

Abandonados a su suerte las hormigas de dos patas caminan buscando defensa en parajes hostiles.

Los que defienden a los últimos independientes, aquellos cerebros solitarios que piensan por si mismos , arriesgándose al ostracismo del clan ; mutaron.

Los sindicalistas se camuflan del color de sus amos y es muy difícil distinguirlos de estos, las manos llenas de comida del Dios ignorante que dejó a sus hijos hace tanto que ya ni los recuerda.

Uno pregonó que Dios estaba muerto, en su lugar la nueva deidad se hizo con el trono del poder. Y lo dejó vacío al poco tiempo hastiado de los de abajo, cansinos  con sus oraciones , suplicas y peticiones dadivosas. Abultó entonces el estomago de sus fiscales y la mimetización endogástrica se hizo tan perfecta que uno y otros son otrora indiferenciables.