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15 de febrero de 2012

Juzgar a Cain

Black Crow (Radio Acoustic Session) by Jamiroquai on Grooveshark

 A veces la jornada es dura, intentas dar de sí lo máximo, crees en el amor propio; el amor incondicional al trabajo que dignifica a las personas. No lo haces por nadie, no lo haces por nada, lo haces por ti.

Las horas pasan, los días y los meses siempre al pie del arsenal, guardando tus armas, enfrentándote a lo desconocido, controlando tu ego.

No se remunera este esfuerzo por que está incluido en la nómina, es tu obligación como prole. Las medallas se ganan en la guerra y esta misión diaria no se considera como tal. Las distinciones se las llevan los que se arrastran cual caja de pescado del mercado de abastos, los que se venden de gratis o por un fin de semana libre, pero tú no amigo, tu no. Te mantienes integro, Robespierre el incorruptible, ese gabacho capaz de amparar el alma ruin de aquellos de mas allá del los Pirineos, ese es tu ídolo aunque como a él te cueste la testa.

Muy de vez en cuando ronda tu cabeza cometer algún desliz, sin importancia, la conciencia entonces se atenúa y la testosterona de macho te salva de nuevo, el Sefardí de las feminazis, la hormona maldita, te hace hombre cabal y sigues adelante, derecho y seguro ante las tempestades y los odios de los que envidian vestir tu piel de reptil, tu impasible gesto, el sentido del orden. Otras es el caos quien te avoca al desconcierto sin que puedas remediarlo, acaso salvaguardando las posaderas.

El humor justo y necesario para desamortizar a tus enemigos, se acrecienta cada mañana y eso te hace fuerte, como un zimmeriano con la espada quebrada y el corazón en un puño.

El camino del guerrero dura toda una vida, y al final, cuando te ronde la del batín negro, podrás con altanería pedirle cuentas por tardar tanto.

Hubo una vez que caíste en el pecado, uno banal y simple, casi sin importancia de tan pequeño que era, lo justo para que el gusano de la conciencia se apoderara de un cuarto de tu espíritu, alguien lo contempló y otro lo ejecutó.

Y te hundiste en desgracia, en el ostracismo de los santos ante los leones y aunque después, como pájaro de llamas resurgiste, pocos confiaban en ti. Veinte años de trabajo honrado se diluyeron en alcohol de 90 grados, el de curar heridas, el que se beben los alcohólicos después del agua de los floreros.

Nadie escribió un mensaje de apoyo en las redes sociales, ni un solo aliento se compadeció de ti en aquellos instantes. El intachable trabajador ha caído en un renuncio, los más se alegraron, y los menos se escondieron.

Natural, no eras un Juez semidiós, y aunque tu apellido contempla la Z al igual que el  de aquel magistrado Bendito, no llevas lentes ni un plateado mechón te cruza el cabello; solo eres un nacido bastardo de los hombres: el gran hijo de puta Caín ¿Qué esperaban?