No quiero
abrir, tengo un miedo caníbal que me come por dentro. Me está devorando las
entrañas, me atraganto de mi mismo en este miedo que no es otro que el temor
ancestral a la soledad, puede que sea el único ser conciente en este Cosmos. Incapaz de levantarme estoy paralizado de cintura
para abajo.
¡Que mal hice tan tremendo en enviar esa
carta! Maldita la hora. Mas si no la hubiera escrito, el pasado, el presente, el futuro mismo no
tendría sentido, a no ser que las leyes que rigen el universo se dispersen en
una interrogante ¿y si fuese así? ¡Que espeluznante pensamiento! Solo conozco
de un lugar, de un “no lugar” donde esa circunstancia, caótica y mortal se pude
dar.
Los golpes son constantes, como si pudiera
romper la puerta cuando quisiera pero se retiene. Es cadencioso en su golpeteo
pero lleno de fuerza, una fuerza terrible y animal.
Después de encontrar la carta no tuve más
remedio que acentuar mis pensamientos. Reacomodarlos en un bloque, ordenar,
como en el cubo de Rubick, las sensaciones por colores en pedazos simétricos de
intensidad. La inquietante pulcritud del axioma básico, referente a un futuro
tan cierto como poco atrayente aún fluctúa en espejismos poliédricos.
Al destrozar la carta en mil trozos rompería
el hechizo, los golpes se detendrían y todo sería como antes ¿Cómo antes de
que? Esta angustia está acabando con mi espíritu, estoy sólo en esta
circunstancia pavorosa.
Desgajar al autor de la carta no hace más que
acentuar la paradoja de aquello que está por venir. Yo soy otro ahora y no sé
si seguiré siendo este Yo una vez terminadas de escribir estas letras que pulso
en el teclado. Por cada golpe anular el tiempo se desteje, los pensamientos se
reagrupan en una nueva constante de sinapsis , se
reconstruye otro Yo y esto me llena de asombro. Pero no hasta el punto de
sorprenderme cuantitativamente, pues el Yo que se fabrica ya sabe de mi.
Podría decir que me estoy edificando al mismo tiempo que tomo conciencia del
pasado.
Los
golpes en la puerta continúan aunque nada sobreviviría en el exterior de la
casa, allá a lo lejos, donde el eco de los barrancos blancos expiran galaxias
¿Qué quiere de mi?
Es una dicotomía magnética, pues se atrae una
a la otra hasta formar un nuevo destino, siendo sabedor del mismo y
desconociéndolo a la misma vez.
Noté como fluctuaba el
tiempo. Una masa rosada como un útero,
maleable y esponjosa. Al tacto con mis manos tuve la impresión de poder
modelarla (aunque solo lo escenifiqué pues era un espejismo; mera ilusión,
magia de mis ojos dentro de la cabeza. Si hubiera “tocado” el tiempo este, y
estaba seguro de ello, se esfumaría como humo granizado).
¿Me encuentro por tanto inmerso en uno de
ellos ¿está ahora mi cuerpo en la
Zona de incertidumbre?¿Mis brazos en una dimensión y mi cabeza
, estática, en orbita constante en la no menos extraña dimensión universal? Si
es así ¿como es que esta habitación me parece tan estable y real?
He llegado al punto de no retorno, y empiezo a
entender.
La carta que recibí del futuro no es otra que
esta que escribo en el ordenador. Al llegar al incierto Horizonte de
Acontecimientos alcancé el conocimiento y veo, lo veo con mis ojos, con mi cerebro,
con todo mi ser, como lo que escribo y se aprecia en la pantalla se deletrea de
igual forma, automática y rápida, en la hoja de papel que tengo al lado, en la
carta que se escribe para mi, en el futuro y en el pasado, en el presente; en infinitos
universos y para universos ¿Por qué no dejan de aporrear la puerta de una
maldita vez!
Cede la puerta se abre a sus golpes. Continúo
tecleando. Tengo miedo de volver la cara, no quiero verlo, lo que sea, no
quiero verlo. Su presencia es palpable, se extiende en ondas detrás de mi
espalda. Escribo en presente aunque el tiempo hace ¿Cuánto? Que dejo de tener
significado. Ye me he visto roto en esta silla, descuartizado, redivido, reconstruido,
ionizado en millones, billones de muertes y vuelto a despertar siempre mirando esta
pantalla.
No importa, el miedo es el mismo siempre, la
incertidumbre certera, el escalofrío en los huesos como la primera vez, ¿hubo
una primera vez? Siempre me destruye. Acaso una venganza ( ¿una compensación a
si mismo , por querer yo acercarme?)
Toca mi hombro y
dejo ser persona (otra vez) soy una parte de Todo, infinitesimal y gigantesca,
soy nada: soy ÉL.
Entrada de temática similar en Activistas Miméticos por Jose Cascales.
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