Cada cuatro años en San Serenin del Monte los papeles
se cambian. Cada uno tiene derecho a escoger su nueva vida y los trueques de
virtudes se ajustan en el ayuntamiento.
El señor alcalde está ilusionado en tomar la
vida del orate. Como en las tribus indias alcanzaba este la esencia de aquellos
que nada temen, pues Dios les habla directamente, sin ayuda de intermediarios.
El Loco puede pasear desnudo por la plaza mayor, miccionar en la pierna del
cura y este le bendecirá pidiendo al de arriba ayuda para sostener a esta ánima
perdida.
El Comendador, enterado
de la situación, no tuvo más remedio que viajar a San Serenin para aconsejar al
de la vara y advertirle que su decisión podría acarrear trágicas consecuencias.
Cuando llegó el Superior al pueblo las calles
estaban vacías pero no le prestó demasiada atención al asunto. En vísperas
veraniegas es normal que los nativos se agrupen en las casas huyendo del calor.
Las chicharras, glotonas de sexo, raspaban sus patas y el jolgorio de la orgía
desde los olivos era el único sonido en el laberinto encalado.
El despacho del alcalde
empezaba a semejarse a la cueva de los ascetas : documentos del gobierno
por el suelo , los cuadros de los monarcas torcidos en las paredes ; mareados
en la trifulca del desorden,una zozobra marítima como de barco en manos de
enfurecido Poseidón se hizo dueña del gabinete.
Don Cansino se había quitado la ropa por la
parte de arriba y mostrando los pelos canos del pecho sin pudor alguno, miraba
por la ventana, añorando lo que pronto sería una realidad: pasear sin
preocupaciones por su pueblo con la candidez infantil que solo un loco alberga
en su ser.
El comendador en vista de la situación no
perdió el tiempo en presentaciones y directamente “atacó” a Don Cansino con su
discurso ensayado durante el viaje, ayudado por las notas de sus confidentes,
no podía fallar.
-Cuentan que el loco marchó para no
volver , que se presta al escarnio desde el retiro , con la pata quebrada o el
brazo ,vaya usted a saber ,cobrando de las prebendas del estado de esas que
pagamos todos. Pero eso es solo leyenda señor alcalde. El loco es un ser
enfermo y usted una gran eminencia cuajada de sapiencia.
Dicen del Loco, con la
pierna en alto y el brazo también, que deja la mano libre, la buena y como
ratón corretea por la Redes,
que nadie se atreve en el pueblo a meterse con el Loco, que si es así te apunta
en la lista y sales en la foto. Y los retratos roban el espíritu señor alcalde
y nunca más la dignidad pegada al alma se recupera.
Que si el Loco te tacha de falso, veleta por
siempre serás, que si de manflorita, piérdale usted señor alcalde, con todos
mis respetos, el amor a su orto intacto. Lo que el Loco dice la gente, por
miedo, lo cree.
El Loco se ríe de todos y todos se ríen de él
por lo bajo, le carcajean las gracias y se cagan en sus muertos sin que el Loco
lo oiga, que ya le digo que es de los que endilgan fino.
Los locos de pueblo son peligrosos señor
Alcalde, ya sabe usted que aparte de escuchar la radio sin pilas y vestir
siempre el traje de los domingos, lo mismo te come a besos que te arrean dos
hostias. Y este loco parece que es de los que dan, por eso señor le tenemos
miedo en la capital, que igual se planta allí y nos monta un escándalo.
Señor alcalde , digo yo ,
que hacer de sustituto del Loco no le hará bien , el quiere su puesto ; mandar
allí y allá , sentirse importante el tío , quitarle de la silla para sentarse
en ella para siempre ; vestido con el chándal de mercadillo o el traje de ir a
misa, que es capaz de cualquier cosa para presidir un pleno.
El loco es imprevisible
aunque le parezca lo contrarío, no se fié señor alcalde de una cabeza rapada
que es, como los calcetines blancos, un indicativo del alma, en este caso
pardusca. Usted siga en el sillón y deje al Loco tranquilo.
Mientras el comendador
guía al alcalde en la extraña tarea de sustitución de papales en el pueblo, Don
Cansino obnubilado no escucha, observa por la ventana: ya se hizo de noche y
las llamas hipnóticas apresan su ser, una sonrisa se dibuja en su rostro,
descansará de responsabilidades burocráticas que a nada llevan. Preparado ya
con su nuevo cuerpo, casi desnudo, el cabello alborotado y la mirada ida.
Cuatro años de tranquilidad y luego la muerte.
La turbamulta se desparrama cerro abajo con
teas en las manos, arremolinándose en las esquinas con palos y guadañas, la
cabeza del Loco en un pica, cortada y chorreante.
El Superior comprueba como su discurso ha sido
inútil. Guarda sus notas en el portafolios y marcha en el vehiculo oficial a la
capital, no sea que se escape un tiro.
-Una sana tradición la de
San Serenin después de todo. Piensa el comendador retrepado en el asiento de
atrás. Agarra fuerte el maletín y azuza al chofer con diligencia para que no se
demore.