El jardín lejos de ser un edén es
el averno cercano, la selva oscura donde cada cual planta hierba en su piel
para mimetizarse con el ambiente.
Sobrevivientes eternos de una jungla
secreta.
Escondido en un rincón el jardín
continúa vivo cubierto de humedad y liquen espeso.
Estático en el pedestal soy
reflexivo sobre el lenguaje de estos monstruos que a la vista del incauto
paseante tan solo asemejan colorido, enervante en mi parecer. Condenado a
contemplar como la muerte y la vida se desarrollan en continuidad llego a
aburrirme de esta condena y espero que se me coman los buitres de piedra.
Y cuando la estatua cayó, derruida de su pedestal por el simple hecho
del paso del tiempo, llegaron los buitres de mármol a comerle las entrañas.
Ansiosas las flores acudieron, aposentándose en los despojos, llenando de color
la nívea piel de este. Cuajado de rosas el torso partido, relleno de verde los
huecos.
Mimetizado al fin con su hastío diario.
Los buitres levantaron el vuelo. En círculos se contonean en el viento esperando con premura la caída de otro.