6 de septiembre de 2020

Persistente

  El doctor Ledesma sacó entonces un cigarrillo virtual de una cajetilla vacía  de “Autentico Negro”,  lo encendió e imaginé el humo flotando por la estancia ante sus ojos. Las conexiones neuronales le harían sentir el placer visual del humo volatilizándose, subiendo hasta el techo causándole cierto resquemor a tabaco negro en los pulmones. Percibí sorna en su voz cuando dejó de toser por una calada demasiado profunda. “La razón es muy tozuda “dijo y ya no habló más, tan solo fumó.
 Unas horas antes nos durmieron y ambos despertamos en medio de un desierto, de tantos desiertos nuevos que el cambio climático nos está dejando. Los edificios funcionales se agolpaban como colmenas Marcianas, de muy cierto utilizarían la misma tecnología que nuestras olvidadas bases. Pasamos interminables controles de seguridad de todo tipo y para mi sorpresa al final del laberinto me encontré sentado en lo más parecido a una silla de interrogatorio policial anclada al suelo. El doctor Ledesma, enlace de la compañía y colaborador del proyecto a mis espaldas y justo en frente, como no, el espejo desde el que deduje estaría siendo observado.
Creí lo más correcto no decir ni hacer nada en espera de acontecimientos. No tardé en oír la voz por los altavoces.

—Su capacidad de negociador está intacta, puede que tenga lagunas sobre algunas cosas. ¿Sr.? ¿Como era su nombre?- la voz desde el altavoz dejó la pregunta en el aire unos segundos de manera intencional. Yo sé mi nombre a fin de cuentas llevo con él ¿Cuánto llevo con él? Bueno, eso ahora no importa, el caso es que no era capaz de recordar mi propio nombre.
    Mírese, hágalo sin prisas, ahí en el espejo ¿se reconoce?- Me acerqué al espejo, por supuesto me reconocí ¿Qué otra cosa, si no? Unos cuarenta años, cabello canoso, ojos oscuros, una  indolente expresión de hastío, es algo habitual en mí.- Sepa que se llama Justine, de momento es lo único que le interesa saber sobre usted para seguir con las negociaciones.
    No me suena ese nombre de nada, pero continúe – estaba impaciente por saber como terminaba todo  a pesar de no recordar ni mi nombre ni la edad, lo achaqué a la droga para dormirnos en el aerotaxi, por otra parte estaba preocupado por no estar preocupado, una paradoja, ya lo sé, pero esa era mi sensación en aquellos momentos.
    Le daré algunas nociones básicas, la mayor parte de ellas son obvias para usted pero necesarias para el conocimiento del proyecto. Esperamos que después de la presentación su compañía nos introduzca en el mercado y nos facilite los permisos con el gobierno.- Asentí ante esto, mire de reojo a Ledesma; fumaba con la mano derecha y se tocaba el costado con la izquierda donde intuí un arma bajo la bata de “científico loco” abrochada a un lado. Los negocios en estos tiempos son así.
    Vamos a lo que interesa- prosiguió la voz- el proyecto,  que ya no lo es, es una realidad a la espera de los permisos gubernamentales. Una realidad virtual en este caso, algo muy común como usted sabe: inadaptados, escapistas de este mundo e  incluso personas “normales” buscando diversión, sexo, ventas.
    Creo y digo, creo por que empiezo a tener borrosos los recuerdos por la jodida droga que me administraron en el aerotaxi, que tengo un sobrino, si… lo tengo, vive allí, se alimenta por sondas, tiene once años.
    A eso nos referimos, eso es lo que buscamos con el proyecto.
    ¿Un vegetal de once años por decisión propia? De eso ya tenemos y muchos.
    La razón es muy tozuda y se rebela ante lo artificial. De alguna forma por muy real que sea todo allá, su sobrino sabe donde está, sabe quien es. Entiende, mientras campa por ahí con forma de unicornio volante o de lo que sea, que fuera todo sigue igual; desiertos, hambre y miseria en muchos lugares del planeta. La lógica Cartesiana no es aplicable. Si al cerebro en la cubeta le inducimos que juega al fútbol, lo hará pero si antes tuvo una vida, por muy mezquina o ideal que está halla sido descubrirá el “juego” por que la razón es tozuda, en verdad lo es, pero no inquebrantable. Hemos descubierto como quebrarla y le adelanto que la manera de hacerlo no es digital, ni cuántica, es pura química.
    ¿Una droga?
    Puede llamarlo droga, lo más correcto sería una síntesis.
    La persona que pague por eso, se olvidara de todo lo “real” entiendo y vivirá allí  por siempre. ¿Cómo se cobra eso?
    Somos técnicos no vendedores. Esa es la parte que les toca; pagos únicos, plazos hereditarios, donaciones en vida de posesiones. Garantizaran sus vidas hasta que mueran conectados; no será barato pero tampoco excesivamente costoso. Ustedes sabrán, ese no es nuestro terreno.
    Si puede confirmar todo lo expuesto de alguna manera. Puede contar desde yá con nosotros, tengo plenos poderes. ¿Pueden?

Roberto está ensimismado con la televisión. Raro en él, estos cacharros apenas llaman la atención de los de su edad. No le veo la cara, estoy demasiado atareada terminando los informes, su cabecita apenas sobresale del sofá.
    ¿Qué ves hijo?
    Un clásico mamá, te gustaría, es por una tarea del colegio.
Al fin la curiosidad me vence ¿Roberto preocupado por tareas del colegio, de esa forma? Así que me acerco al aparato.Todo un clásico, si señor. Veo los códigos ASCII verdes y  furiosos caer en cascada sobre un fondo negro, me extraña que no este prohibida esta película.
    Ya lo saben mamá, lo descubrieron. La razón es muy cabezota, ¿a que si?
    No tomaron la medicación correcta Roberto, eso es todo.
Espero la respuesta al informe y justo entones recibo en la cabeza la confirmación: APROBADO. Sra. Justine, gracias por sus servicios e inestimable mediación.

1 de agosto de 2020

El Extraño caso del Doctor Valdivia





Recuperaba el tiempo perdido, como lo oye, tenía la asombrosa virtud de retrotraer el espacio/tiempo a su antojo, con una regla muy clara: solo era recuperable el tiempo que consideraba inútil.
Valdivia entraba en un bucle creado por ciertas ondas desconocidas. Me atrevería a señalar una hipótesis: el doctor doblaba el Cosmos, como una hoja de papel lo hacia, uniendo ambos extremos, siendo la realidad una mancha de mercurio que se desliza por la misma y acaba en el otro lado.
Como era habitual en nosotros, apurando nuestros cohíbas con parsimonia mientras el calor del coñac se desparramaba por nuestras gargantas, soliviantaba el ánimo del doctor con mi última opinión, al momento una sensación de dejavú me invadía y encontraba sonriente a mi camarada,
— ¿Lo volvió a hacer? – Le increpé – no soporta mis tesis y yo sin embargo me deleito con las suyas.
—Es ley Don Javier, es ley – y exhalaba el humo como la respuesta que no le hubiera gustado dar y sin embargo dijo.
Intenté estudiar a mi amigo impertinente, el con gusto se ofreció, mi campo es la psiquiatría y no la física cuántica, mas propio del caso a analizar, me decanté pues por versionar, por decirlo de algún modo, su aparente realidad empírica.
— ¿Somos reales Valdivia? o ¿tan solo un producto suyo? ¿Se cree Dios?
—Querido amigo, eres tan real como tu creas serlo, para mi lo eres, muy real. Vivo con este don desde pequeño, tu piensas que es algo magnifico, para mi es como beber agua.
—Pero si quisiera me haría desaparecer – entoné lastimeramente, poco propio de un psiquiatra, tiene razón – en el momento que su cerebro procese una falla un desliz con respecto a la utilidad de conservarme como amigo, ya no estaré aquí Valdivia, estoy pues a su merced.
—El día que eso ocurra , Don Javier – pronunció mi nombre de pila con cierto afecto , las arrugas de su rostro se afianzaron , se anclaron en las comisuras a ambos lados de la boca , me recordó un viejo muñeco de ventrílocuo con las grietas en la madera para articular las mandíbulas – ese día sin duda, usted será el primero en saberlo , una pena pues será su ultimo recuerdo ¿ donde se encontrará más tarde, después del no existir Javier ? eso lo averiguará usted in situ no se apure , me es grata su compañía y el estudio que me realiza no lo considero una perdida de tiempo.
Transcurría el verano candorosamente en nuestro retiro. Las mañanas eran tan lentas y placidas, realizábamos prácticas de tiro al plato y de precisión, es un desfogue personal, martillar el arma, sentir la pólvora en el ambiente. Al poco aficioné a todos los profesores a esta práctica. El retumbe de los impactos llenaba de ecos el cercano bosque espantando a los curiosos.
La noche estaba dedicada al estudio. Yo continuaba con el mío: El caso Valdivia, como gustaba de nombrarlo y no eran pocas las reuniones de colegas a la luz de la luna en el porche de mi casa de campo.
Atalaya nos servía limonada y los mosquitos se dejaban matar en la nebulosa azul de la trampa. Los chisporroteos continuos de esos pequeños cuerpos chamuscados acrecentaba la impresión de un tórrido verano, tan fugaz como nuestras vidas.
Los profesores se liberaban en este ambiente y las mas atrevidos debates surgían espontáneos; luz de luna antigua acompañada de quinqués de petróleo, teorías erráticas y superfluas, camaradería y risas en nuestro particular curso de verano.
Valdivia vestía de blanco con lazo negro al cuello, un cacique sureño parecía, ni una sola gota de sudor mientras que el resto nos abanicábamos con hojas sueltas de papel: tesis y antitesis, estudios varios y propuestas continúas como el continuo temporal. El mismo que el doctor variaba a su antojo, con sonrisa de escultura egipcia del periodo de Tutankamon.
Valdivia no perdía el turno y se saltaba los parrafadas de los allí presentes cuando le parecía, así el puñado de científicos y profesores veraneantes llegaban rápido a las disquisiciones coyunturales, sin paradas, directo al meollo, el doctor era pieza clave en estas reuniones.
No es que a Atalaya le agrade el rol de mujer antigua, sin duda es la más capaz de todos nosotros, el hecho de servir la limonada lo hacía con gusto, oía, estudiaba, nos clasificaba y esperaba su turno en los debates. Atalaya era una maquina de pensar lo más parecido a un androide japonés, fría y certera, su respeto estaba fuera de toda duda. No tardó Valdivia en hacerle el amor, me imaginé un rostro hierático enfrentado a otro maniqueo, mientras el bucle se cierra en torno al tálamo como ojo de Saurón.
El tiempo es plastilina en manos de Valdivia, orgasmos continuos y eficaces en dos seres que no tienen necesidad de ello pues son maquinas humanas.
Un escalofrió recorrió mi cerviz mientras cavilaba en esto y siendo él un ente cuasi telepático lo advirtió.
— ¿Algún problema querido amigo?
—Lees la mente además de doblar el Cosmos, demasiado para un solo hombre, ¿cuantas veces lo hiciste esta noche? – las chicharras justo en ese momento empezaron su cantinela, el doctor se volvió hacia atrás, parecía buscar un enemigo invisible luego se incorporó de la silla de nea y acercó su boca a mi oreja izquierda.
—Maldito cabrón, Javier eres un puto bastardo. – dicho esto la sonrisa de momia volvió su rostro y como si tal cosa agarró la jarra de limonada.
— ¿Un poco más de refresco colega? – me preguntó, Atalaya en la esquina del porche clavaba en mi su mirada de gata autista sin cruzar palabra.
Comprenderá a estas alturas que la situación no podía ser mas inquieta para mi persona, no sabía a que atenerme, el antiguo afecto en mi amigo o enemigo ahora y elemento de estudio, me parecía tan falso como la risa de un trofeo de caza ¿cual es su verdadero espíritu? ¿Que motivación mueve a Valdivia?

Atalaya se murió sentada en la cama en el cuarto de invitados, el brazo derecho extendido hacia delante con la palma de la mano hacia arriba, la boca abierta, tiesa como pata de cabra, helada. Ataque al corazón dictaminó el medico, Valdivia encendió un cohíba mientras el decano dictaba su examen a la espera de su llegada sr. Juez. El humo voló por la estancia e imaginé el espíritu de Atalaya saliendo de la cueva abierta de su boca, mezclándose con la emanación del cigarro.
— ¿No puede arreglar esto doctor Valdivia? – le pregunté, no sin falta de ironía.
— No – escueto Valdivia, me arrojó algo de humo en la cara.
—Deduzco por tanto que le parece correcto, digno de su personal tiempo, sin falta ni enredo, lo ideal, la muerte de nuestra compañera es lo justo para usted.
— Llegó su hora, era buena amante Don Javier, disfrutó de la vida, seguro que mas que usted, ¿como marchan los estudios sobre mi persona?
— Me acerco bastante a una conclusión –sus pasos sr. juez replicaron en ese instante por la escalera – podríamos decir que está casi listo, la muerte de hoy es algo característico y no descarto que usted tenga algo que ver en ello.
El aliento muerto de Atalaya rozó mi nuca en ese instante confirmando mis sospechas, susurrando algo incomprensible, un lenguaje oculto, antiquísimo.
Usted entonces irrumpió en la habitación, los profesores nos echamos a un lado, el policía que lo acompañaba comenzó a tomar nota.
— ¿Por qué tiene el brazo así? esto requiere una autopsia, no es lógico – el medico asintió, el policía nos repasó de un vistazo, para el todos éramos ya culpables de asesinato. Valdivia fumaba recostado en la pared con aparente tranquilidad.
Cuando todo esto ocupaba mi campo de visión, la estancia giró se volvió o desgranó no sabría definirlo, me transmute, ya no estaba allí. Estaba sin estar, vivía sin vivir, sentía sin sentir pero nada escapaba a mi persona, todo lo misterioso era un juego de niños, el escondite cósmico perpetuo y eterno del hombre.
Supe entonces que esta maniobra cuántica era obra de Valdivia.
Estaba haciéndolo, pero esta vez yo era sabedor de todo, una falla un desliz en la línea temporal, una grieta en la hoja de papel donde la gota de mercurio, que soy yo, se cuela de soslayo. Puede ver, afirmar, al igual que Atalaya, ella lo supo. Yo flotaba en el techo entonces no era nada y lo era todo :
Valdivia se viste después de realizar el acto con Atalaya, le parece poco y decide matarla para dar gusto a su cuerpo de una manera mas profunda e intima que el propio acto; es un psicópata con un regalo del cielo. Atalaya lo intuye y se le ofrece ¡se le ofrece! le entrega sus venas, se las dona, extiende el brazo para que el las corte; las lama, chupe su sangre, no lo sé. Él sonríe, es mucho más oscuro que todo eso y decide matar a Atalaya a su manera congelada en el tiempo, atrapada en un bucle temporal en un folio en blanco, consciente y al mismo tiempo muerto. Puede comunicarse solo en susurros está en el otro mundo y en este.

Las escopetas de tiro se encuentran a solo un “vuelo” escaso del techo en el mueble auxiliar, Atalaya abre la boca de puro asombro. Un arma se materializa al instante tras el oscuro doctor, el disparo es sordo: Valdivia cae.
He pensado mucho sobre esto señor Juez y acato su decisión, soy psiquiatra y entiendo que para usted la justificación de reclusión en este hospital es lo mas acertado, agradezco sus visitas y preocupación por mi estado, si yo me encontrara en su pellejo actuaría de igual forma, aquí me encuentro seguro.
Atalaya murió de todas formas; con el brazo extendido y la boca abierta.

Él nunca encendió un cohíba en presencia del medico, el policía no tomó nota alguna, para usted eso no pasó, sin embargo fue muy real para mi.
Valdivia no pudo evitar su propia muerte, por una razón lógica a su regla, creía firmemente que ese era el final, el correcto y único y nada inútil tiempo de su obituario y en todo caso suicidio ¿quería el doctor morir? ¿Era todo un plan perfecto para que yo cercenara su vida de un escopetazo? ¿Era deseo de Atalaya, masoquista sin duda, acabar de esa forma para siempre? que mejor y delicada tortura para una sumisa esclava.

—Puedo prescindir de todos esos interrogantes Sr. Juez, salvo uno: ¿quien era realmente el Doctor valdivia?, me perseguirá hasta el último día de mi vida.
¿Qué tiene que decir sr. Juez?
— Ese día sin duda, usted será el primero en saberlo, una pena pues será su último recuerdo ¿donde se encontrará más tarde, después del no existir Don Javier?





24 de mayo de 2020

1500


 Marcos Spinelli abrió la trampilla de la cámara, se observó de arriba a bajo y estuvo satisfecho con el resultado, todo se encontraba en su sitio. Subió del sótano donde durmió  los últimos mil quinientos años, hizo un breve recorrido por la planta baja de la mansión,  estaba limpia de polvo, pensó entonces que los “mantenedores” hicieron un buen trabajo, como si estos hubiesen sido parte de su servicio y no varias escuadras generacionales. Dudó en llamar a Maria y preguntar por sus hijos,  un pensamiento fugaz que al instante se le olvidó.  Se tocó la barriga , un leve reflujo  le recorrió el esófago recuerdo del Coñac que apuró minutos antes de entrar en la cámara, después del Sueño su hernia seguía allí. Era de esperar, como todo lo demás pues esa era la idea.
Antes del Sueño hizo plantar acacias y olmos en todo el camino, al final de este la pequeña cabaña de los guardeses y después la autopista.
Respiró y la brisa de abril se le coló en el cuerpo como un tónico; era momento de empezar a funcionar. « ¿Casa?» preguntó y al instante en su cabeza empezaron a fluir datos. El sistema que la compañía introdujo  en todo el planeta funcionaba a pleno rendimiento, los chinos les llevaban unos meses de ventaja, los parqués echaban humo, el dragón del dinero buscaba donde comer y estaba hambriento, la junta quería una reunión de inmediato en cuanto despertase. El gobierno, como siempre, era el único impedimento esperaba que por poco tiempo.
 Se empezaba de cero en cuestión de vehículos pero no para todos, cuando se abrió la puerta del garaje el Bentley de pura gasolina de Marcos Spinelli no estaba, en su lugar encontró un pequeño trozo de plástico, una base de datos cuántica de gran capacidad  SPIN, una de las de su compañía; « para cuando despierte», decía la nota pintada en el suelo.
El teléfono sonó en su cabeza y ordenó a Casa descolgar.
    ¿Lo hicimos, de verdad lo hicimos?
    Eso parece Marta.
    Dormimos mil quinientos años y estamos vivos.
    Anoche salí de la ducha y luego me tomé una copa mientras fumaba un habano, que dejé a medias por cierto, eso es todo.
    Marcos, no esperaba que cambiases.
    ¿Sabes algo de la familia?
    Maria y tus hijos están bien, hace una semana que despertaron en su residencia de Miami. Ella  envió una nota de voz  tan solo.
    Voy a terminar de aclimatarme, estamos en contacto. Cualquier novedad importante no dudes en llamar.
    La junta quiere una reunión cuanto antes.
    Por supuesto, ya te diré cuando. Adiós Marta.
    Marcos, no soy tu secretaria. Formo parte del consejo, te igualo en acciones. Dime que piensas hacer con la compañía.
    Que haremos, que haremos Marta. Ya se verá. Hasta luego- cortó rápido mientras jugaba con la SPIN en su mano.
    Si, hasta luego.
Spinelli llegó al gran salón e introdujo el soporte en la ranura de datos, el monitor se encendió para dejar ver un primer plano de un tipo sentado justo donde él se encontraba ahora.
«Feliz despertar Jefe, le voy a llamar así después de todo es dueño de mi antigua empresa y de esta casa donde vivo. Mi nombre es Paolo Santos y hace treinta y cinco años que vivo en su chabola, no se apure, encontrará todo tal y como lo dejó soy muy meticuloso. El clima es bueno, el cambio climático es un mal recuerdo  y los ciervos pastan en su jardín.
 Muchas cosas han pasado desde su sueño, algunas buenas como  Desiré, otras malas cuando la infección y otras peores, peores a todo lo conocido como la muerte de Desi o la traición de mi hijo. No se debe vivir en mil quinientos años Jefe o eres mantenedor en cualquiera de sus especialidades o te duermes pero si se puede , yo lo hice.
Me oculté durante mucho tiempo hasta que se olvidaron de mí.
Cuando ella murió hice algo, algo que me repugna y el motivo por el cual decidí quedarme aquí en vez de dormir hasta el despertar final, como el suyo. Encontré una cámara sin usar y la adapté a mi cuerpo, lo hice por la infección (una mucho peor por la que todos se marcharon a sus cámaras, sin contar lo del clima, la polución, superpoblación; todas esas cosas de las que usted es experto Jefe, perdone la ironía) la verdad es que no quería morir como ella, echo un guiñapo entre convulsiones.
 Cuando desperté todo seguía igual, ya le dije que no se vive en mil quinientos años, solo que la infección se esfumó  y la tumba de Desiré está cubierta por  un cerro.
La infección esquilmaba a los mantenedores, huí como hicieron casi todos salvo los que se sacrificaron para que usted ahora que ve mi “documento” y yo aquí, a quinientos años de su despertar, estemos vivos.
 Mi trabajo era muy simple, localizar vehículos en cualquier lugar, llevarlos al desguace y empezar de nuevo, hasta que vi el Bentley, su Bentley. Le aseguro Jefe que disfruté con ese cacharro creo que entonces empecé a plantearme el quedarme aquí para siempre. ¿Sabe Jefe?  Mi vida antes del gran sueño no era gran cosa, un mecánico que se ofreció voluntario y ahora tampoco lo es, de todas formas lo prefiero así. Volver a lo de antes como si  estos mil quinientos años fuesen un segundo no tiene sentido para mi.
Antes no le importaba   a nadie y ahora menos.  Por aquel entonces tenía veintinueve años, recuerdo muy bien cuando me llamó el encargado de los mantenedores, lo tengo grabado por aquí ¡me sobra el tiempo , joder! Lo grabo todo Jefe, esa es mi vida – Paolo trasteaba con los botones, quedaba fuera de plano- aquí, aquí está- un joven de cabello rubio y aspecto alpino, más germano que italiano con ojos vivaces apareció en la pantalla.
— ¿Que es lo importante?
—Paolo, llevas con nosotros cuatro años y hace dos pediste el traslado a los USA.
—Hace trés, no me lo recuerde a mi, son ustedes los que no cumplen.
—Te conocemos bien Pau, y créeme hice lo que pude, de todas formas no te daría tiempo. Mañana es tu cumpleaños , cumples treinta , debes decidir.
—Treinta .
—Mañana sin falta, o te quedas aquí para los restos o te hibernas como todos . Por lo que veo en tu cara no has pensado en nada de esto. Ya es tarde Pau, mañana quiero la respuesta. ¡Y deja de grabarlo todo joder!”
 Para Marcos Spinelli la vida de Paolo se desgranó en trozos de vídeos durante todo el día y los dós siguientes : en los huertos en el  jardín de atrás , criando ambos un hijo que se uniría a los mantenedores , los mantenedores con su hijo al mando intentando cazar a Paolo,  Paolo y Desiré huyendo, viviendo en la costa ; el día a día feliz entre ellos , descubiertos , regreso a la mansión ,la  horrible muerte de Desiré entre convulsiones, el intento de suicidio de Paolo, enterrando a Desiré. 
Paolo le había dejado su vida en imágenes.
 Los camiones de suministros ya se iban una vez los operarios acumularon los   alimentos en la entrada , tuvo entonces un recuerdo fugaz de las familias entrando en las cámaras comunitarias algunos felices como si nada, otros con caras de circunstancias , sus pobres vidas seguirían siendo las mismas pasados mil quinientos años. 
El teléfono sonó en su cabeza, descolgó y era Maria.
    Hola Maria. ¿Todo bien?
    Bien, si ¿No estás activo aún?
    No, sigo en la mansión , descansando.
    ¿No tuviste bastante en mil quinientos años? Bueno no importa siempre te costó arrancar en todo. ¿Conoces a un tal Paolo? Un mecánico.
Marcos miró por la ventana el túnel verde de acacias y olmos, la mandíbula se le descolgó de asombro.
    Marcos ¿me oyes?,  sé que estás oyéndome, Marcos. Paolo, este tipo , dice que te conoce. No sé como ha conseguido mi número. Dice que tu eres su jefe y que tienes que hacer no se qué.
    Pásalo Maria.
    Te dejo con tu amigo, no hace falta que preguntes por tus hijos, ellos ya ni se acuerdan.
Como si acabaran de verse, Paolo comenzó su alegato, una grabación de hace trescientos años.
    He pasado muchas horas viendo su cara detrás del cristal de la  cámara Jefe,  es la última conexión que tengo con el resto del mundo. Me recuerda lo que dejé atrás y me previene de lo que tiene que venir, por suerte yo no lo veré , puede que su ex esposa y sus hijos tampoco. Las fabricas, todas sus compañías, créame cuando le digo que no es nada personal, es lo que representa. Todo se volatilizará. Cuando le dije que estaba solo no era del todo cierto, somos muchos pero actuamos de manera individual y usted es nuestra misión. ¿Tiene sentido su vida , Marcos? Piénselo, tiene sentido todo. Yo he vivido como he querido ha sido duro pero no me arrepiento de lo que hice, perdí a Desi, mi hijo es un maldito mantenedor que estará a punto de despertar para seguir sirviendo a tipos como usted. No soy un antisistema , no lo crea , soy un hombre, tampoco es nada personal. Pero no pienso morir y usted tampoco lo hará sin que sepa que estos mil quinientos años algunos vivimos al límite sintiéndonos humanos. Usted será la señal para que todos los sepan, un símbolo de fe.
 Nadie le echará en falta Marcos Spinelli, su ex mujer lo odia, no conoce a penas  a sus hijos y las compañías, bueno ya saben lo que piensa la junta de usted.
 Lo que tengo en la mano  activará varios explosivos repartidos por su casa, no tendrá tiempo de salir, nos separan trescientos años pero estoy muy bien sincronizado con su tiempo, si hago…así, con el dedo, todo volará. Lo que pretendo de usted es muy difícil, pero tendrá que hacerlo, si quiere vivir. Renuncie a sus poderes. Créame, tienen medios allá en su tiempo para saber si lo lleva a cabo o no. Su renuncia no será en vano. Tiene que transferir todos sus poderes a un muerto: a mí.
 Por el túnel verde de acacias y olmos el Bentley negro se desplazaba lento como si flotase a dos palmos del suelo. Rodeó el camino y se estacionó justo en la puerta de la mansión. Paolo respiró el aire seco que avecinaba el verano. Se ajustó la corbata, su nuevo uniforme, y llamó a Casa que les respondió al instante como dueño de la mansión que era, abriéndole la puerta.
Diez siluetas se entreveían al final del pasillo.
    Sr. Santos, buenos días.- Marta le esperaba en el rellano con disimulada curiosidad.
    Buenos días Marta, estoy ansioso por empezar.
    Le presentaré a la junta y espero que nos aclare todas las cuestiones sobre su toma de poderes.
    Por supuesto todo se aclarará. Y puede llamarme Paolo por favor.
    Paolo, bien. – Marta dudó de nuevo para al fin lanzarse a preguntar- ¿Qué sabe usted de Marcos? ¿Donde se encuentra? ¿Como está?
Paolo Santos, antiguo mecánico, nómada temporal y durmiente por fases volvió la cara al exterior siguiendo su vista el camino de acacias, allí se encontraba la cabaña del guardès y dentro “su” cámara donde había dormido trescientos años.
—Por el momento mi querido amigo Marcos prefiere no dar detalles, todo se sabrá en su momento Marta.
Paolo avanzó hacia las figuras que esperaban al fondo, una de ellas se acercó a él. Un hombre maduro algunos años mayor que él que peinaba canas.
—Buenos días papá, feliz despertar.
—Hola hijo.
— ¿Tienes algo pensado?
—Vender, vender siempre es la mejor opción.


26 de marzo de 2020

Residente 9



 « ¿Qué tal la mañana?» me pregunta mientras prepara el almuerzo.  No te contesto, no tengo obligación, no me apetece, no eres una persona. «Cuatro negaciones en una sola frase» me responde C como si nada. A veces se queda en babia y tarda en reaccionar entonces sé que se encuentra fuera de aquí, flotando por la Nube, charlando con otros programas a saber de qué. Podría evitar eso pero no quiero, y tampoco sé por que lo quiero así. C no ocupa mis pensamientos durante todo el día. Tengo graves problemas que resolver, el mundo se encuentra en un estado de cambio como nunca antes se ha visto, el fin justifica los medios. Ahora más que nunca, siendo unos pocos millones de personas, los problemas no se resuelven solos, los cuerpos no están limitados las ideas tampoco, todo fluye hacia un final, expectantes estamos ante el abismo y muchas decisiones dependen de mí.
 La actitud cambiante del C me produce una sensación parecida al desamparo, un sentimiento perturbador. Anoche cuando terminé mi trabajo C me  esperaba como siempre a la entrada del salón en esa actitud servil de mayordomo que no alcanzo a comprender, me pregunto que clase de programa mueve sus músculos tan faltos de ética molecular. La conciencia de C  no se encuentra dentro de su cuerpo de plástico orgánico, flota en la Nube y desde un banco de conciencias robóticas que se alquilan, venden o prostituyen bajo el paraguas de una de tantas compañías le llega a C su forma de ser. Introduje unas premisas al firmar el contrato con la compañía: quiero esto y lo otro que sea dúctil, manejable con un punto de divertido y sarcástico, que se pueda debatir, charlar de manera amigable y que pueda rebatirme llegado el caso. Todo ello lo cumple C y aunque no es programa libre, todo llegará, se comporta como tal y a mi no me importa  solo me extraña.
   « ¿Cuando me harás libre?» Como viene siendo desde hace unas semanas no le contesto, ya dije que no tengo por qué, entonces ¿Por qué me siento mal al no hacerlo? « ¿Qué pasaría si le haces una visita a Residente 9?», su forma humana prepara café y luego se queda mirando la ventana, a lo lejos una tira de humo gris sube al cielo; 9 atiza el hogar para pasar la noche. No puedo visitarlo (pienso la respuesta sin articular palabra), la distancia de seguridad es esa exactamente, tres kilómetros.
 Residente 9 vive  a tres kilómetros de aquí, puedo sentir su presencia  cuando me asomo a la ventana, la brisa de abril me trae su olor, olor a humano, a cosa viva, entonces el plástico biodegradable me escuece el trasero al sentarme, el roce de los muebles me crea sarpullidos que solo existen en mi cabeza hasta tal punto que llego a verlo en mi piel. C me tranquiliza, «psicosomático» me habla desde los altavoces ocultos, parece que todo lo manufacturado me escuece cuando pienso en otra persona.
  No es una ley, de hecho nada  ni nadie me impide cruzar los tres kilómetros hasta la casa más cercana desde la que se me atacaría, por los mecanismos de defensa. «Puedes solicitar una reproducción», claro, ¿con Residente?«Con Residente 9» contesta C sin un ápice de ironía, le respondo de manera automática por lo sorpresivo de la cuestión. ¿A eso te dedicas a charlar con los demás programas, sobre reproducción humana? «llevo la cuenta de los humanos vivos en esta región, y no llegan a más de doscientos individuos, separados todos ellos por mas de tres kilómetros, de seguir así tu especie se extinguirá. A partir de un número de mínimo la humanidad no puede seguir adelante» Lo sé C, le digo en mis pensamientos, y la verdad ¿crees que me importa? , «Debería de importarte» contesta C a un pensamiento en mi cabeza, pero mis asuntos son otros: tasas de equivalencia, derechos simétricos al animal, desarrollo de cultivos no hirientes, el íntergénero  biótico se pasea por todos lados, entro en pánico al imaginar  verlo aparecer en hordas bajando de las dunas cualquier mañana. Mi agenda es muy apretada y el parlamento espera decisiones. El  Parlamento, esos entes que solo veo en la pantalla, ni siquiera sé si son reales esperan imposibles de una persona que no es más que ellos: un desecho humano. Guardo un arma legal debido a mi cargo,  supongo que si me tiro de cabeza a los sistemas de defensa estos acabarían conmigo si tuviese el valor.
 Llaman al timbre y su ruido se desparrama por toda la casa. Fuera las dunas del desierto avanzaron unos cuantos metros durante la noche de  manera que ahora la arena está como diez  palmos más alta apretada en el gran ventanal del salón; una moto de arena oscura y tremenda está aparcada en la entrada, gotea nubes de hidrogeno oxigenado por las toberas, como un dragón que duerme, una amenaza latente.
  « ¿No abres la puerta?» Ábrela tu C, deberías de saber quien es, “Es Residente 9” ¿y los sistemas de defensa? Supongo que los desconectaste «si». Saco el arma del cajón y la empuño. Residente 9 Entra en el salón, le cubre la cabeza un casco tan negro como el monstruo aparcado fuera.
    Solicitaste una reproducción.
     Yo no, desde luego.
     Pues no veo que viva aquí nadie más.
    Fue C, el modelo C, le ruego que no se acerque más. -9 hace caso a mis suplicas y mantiene la distancia (tengo el arma en mis manos y  no puedo parar de rascármelas)  mira la casa como si esta fuera un espectador más de esta situación.
—Ya no somos dueños de nuestro destino, ¿No lo sabe? 
— ¿Debería de saberlo? Tengo mucho por hacer y usted no me ayuda, le ruego una vez más que mantenga la distancia o mejor que se marche. No dudaré en disparar, esta situación es muy violenta para los dos, si espera forzar “algo” le juro que disparo.
  —Todos estamos en la misma situación y “ellos” no abrirán las puertas hasta que ocurra lo que tiene que ocurrir. Tampoco puedo regresar a mi residencia, todo se encuentra cerrado para mí salvo su casa. Su unidad, C,  ha sido amable la mía me dejo fuera con lo puesto y la moto de arena. Usted no me gusta, ningún humano me atrae. Nos damos repulsión unos a otros.
Esperaba el fin, feliz de que toda la decadencia humana se marchitara de una vez por todas. Supongo que en muchas residencias están ahora igual que nosotros, en las mismas circunstancias ¿Por qué lo hacen? Ellos, los programas. No lo sé, no merecemos la pena.
 Después de esto permanecemos en silencio. 9 Sigue la línea de las dunas con el dedo en el cristal como si estuviese esperando algo, después anda hasta la cocina y trastea en los cajones, su actitud prepotente en mi propiedad me desborda, estoy inmóvil de puro terror.
Residente 9 pasa al lado de la forma humana de C y en una suerte de broma le coloca su casco en la testa de plástico orgánico.
Una mata de cabello oscuro le cae a los hombros, Residente se lo recoloca mientras termina. Al poco toda la estancia se envuelve de aroma a café recién hecho.
 —Mi nombre es Alicia,  Nueve para los desconocidos.- me alarga la mano y la tomo en un acto heredado pues nunca hice nada igual en mi vida.