14 de enero de 2021

Disforia

 
 
¿Qué dirían que soy? – Tan tremebunda pregunta queda colgada en el aire, algunas personas se ruborizan, otras evitan mirarse- os prometo que a veces se me olvida. Tengo que mirar la ficha para recordarlo. El condicionamiento genético, el mal en mí ha desaparecido y las premisas igualitarias ocupan ahora su lugar. No es ficción, amadas personas, muchos de ustedes servidores de la ciencia que tanto bien nos hace, pensarán, ¿cómo las ideas pueden estructurarse en la cadena de ADN? Es una metáfora, un juego de palabras, ¡NO! es real, no sin esfuerzo hemos conseguido este milagro. La tabla rasa de la equidad será de nacimiento pero hasta entonces es vuestra responsabilidad corregir, castigar y reinsertar la herencia. 
Esta mañana estuve paseando por el Parque Igualitario. Un esplendoroso día de solsticio de verano y mientras que los Conjuntos familiares disfrutaban de la salida del sol no eran sabedores, por su falta de responsabilidad, de los juegos de las criaturas. 
Juegos sexuales inadecuados donde algunas criaturas tomaban Géneros definidos, me atrevería a aventurar de acorde a sus fichas e instintos primarios. Victimas sin saberlo estas púberes criaturas del mal de la testosterona, del olvido irresponsable de sus Conjuntos. 
Durante un tiempo la educación y el condicionamiento adecuado nos ha modelado en lo que somos: IGUALES. El trabajo es vocacional y nadie está sometido, como allá de donde marchamos, a vender su esfuerzo a nada ni a nadie. 
Para que avancemos como especie y podamos dedicar nuestros recursos en expandir La Idea, la ciencia debe ayudarnos. Los avances en este sentido son cada vez más amplios. En unas décadas seremos iguales de nacimiento. Hasta que ese gran momento llegue trabajaremos para borrar cualquier condicionante heredado. ¿Cómo se ven? Yo os lo diré: os miráis en un espejo, eso es lo que veis. Cuando contemplo a esta audiencia me observo a mí en miles de rostros. 
Gaviota se toca la cabeza, una llamada entrante en pleno discurso. 
— Tengo que reimplantarme otro teléfono, le dije que no admitiera llamadas 
durante el discurso. 
— Pero yo no soy cualquiera Gaviota, soy tu excepción. 
— Suéltalo Alce, me lo voy a perder y luego nos toca hacer el cuestionario, ya sabes lo que pasa si no respondes de manera correcta. 
— ¿Te apuntas esta noche? 
— ¿En pleno solsticio? 
— En eso reside la gracia del asunto. 
— ¿De qué vas a ir? 
— Encontré unas fotos, autenticas fotos, pura química. De ahí tomé el modelo. 
— No tengo nada preparado. 
— ¿Qué eres, Gaviota? 
— No puedes hacerme una pregunta tan obscena en pleno discurso, ya estoy a mil solo de oírte. 
— Esta noche a las diez. Hemos cambiado el lugar por seguridad, te mandaré ubicación unos minutos antes. 
Los termo difusores caldean el aire con sabor húmedo en la nave industrial abandonada que sirve de pista de baile a los disidentes. 
Alce luce un corte de pelo militar, la cabeza rapada, camisa de cuadros, botas de montaña y tirantes, le enmarca el rostro una barba postiza muy natural de color rojo. Por su parte Gaviota deja ver sus piernas hasta casi donde estas se tornan en trasero, una pequeña falda de cuero a juego con la chaqueta, el cabello elevado y teñido de varios tonos de rosa. Apasionados, los amantes platónicos remedan no serlo a base de roce con sus labios. El pequeño cuerpo de Alce aprisionado entre un muro y los falsos pechos de Gaviota. Alce desconoce si Gaviota tiene senos auténticos o deja de tenerlos, puede que nunca lo sepa. Ese secreto mórbido solo lo sabe su ficha. La música suena sorda en cada oído de los disidentes para no dar pistas a la policía; un observador vería cuerpos muy definidos en sus Géneros contorsionándose, besándose, frotándose entre ellos en un rumor mudo. 
Por un instante los amantes efímeros dejan espacio entre sus cuerpos para saludar a Árbol y Cima, dos buenos miembros de relación fraterna. Ambos visten trajes de baño y lucen sus falsos senos de tamaño desorbitado al aire. Tomados de las manos se acercan al dúo. 
— ¡Queridos fraternos! Sabía que no faltaríais a la fiesta- exclama Alce. 
— Por nada del mundo, fraterno Alce. ¿Sabéis lo nuevo?-pregunta Cima. 
— Suéltalo – insiste Gaviota, con su típica palabra. 
— Hemos cursado una solicitud de reproducción. 
— Pero eso es muy bueno Cima- Alce parece rumiar envidia al pronunciarse.
— No tanto- replica Gaviota, colocándose con gracia un mechón rosa sobre la frente- es como ir al gimnasio, unos vasos dilatadores y algo de esfuerzo, perdonadme que hable tan claro al respecto fraternos, es lo que pienso. 
— Te apreciamos por tu sinceridad Gaviota, precisamente por eso.- continúa Árbol- Suponiendo que seamos… Bueno, ya saben, compatibles. 
— Ese secreto se lo llevará a la tumba tu decantador, ¿os habéis mirado las fichas? 
— ¡Qué pornográfico, Gaviota! – en la penumbra de la nave el rostro de Cima parece refulgir de rosado que está. Todos ríen ante tamaña ocurrencia. 
En la mañana siguiente Gaviota termina de realizar el Test de aprobación del discurso, no recuerda demasiado sobre lo que dijo Conferenciante pero se tranquiliza diciéndose que ‹‹siempre es lo mismo››, tiene pocas posibilidades de fallar. Toma entonces un par de píldoras inhibidoras de menstruación‹‹ para lo que sea que sirve aquello››, todas las personas están obligadas a tomarlas y una más de propina para la resaca. 
Se observa en el espejo, ‹‹que aburrido, siempre igual, todos los colores para todo el mundo››, echa en falta ropa oscura puede que algo ceñida y maquillaje en la cara; un rostro, el suyo, no muy distinto de otros miles en la colonia. 
El día se avecina rutinario: supervisión de las nuevas obras de arte, autorización de las mismas y posteriores exposiciones. Un trabajo elegido, vocacional y como todos remunerado según horas/esfuerzo, solo el excedente, el resto ingresa en la colonia. Muy pocos toman el excedente, puede acarrear sospechas de disidencia. Gaviota suele donarlo al Buró. Apenas hay trabajo en la colonia, la supervivencia mínima está asegurada y los trabajos pesados lo realizan las máquinas. El teléfono suena en su cabeza. 
— Dime, Alce. 
— ¿Por qué no nos reproducimos? 
— Es una pregunta antigua y ya sabes la respuesta: no sirve para nada. 
— Para mí sí. 
— Alce, lo hemos hablado muchas veces, esto ya cansa. Las criaturas no nos pertenecen, son de la colonia. Solo nosotros sabremos que nos hemos reproducido. 
Las criaturas asignadas pueden ser de cualquiera. ¿En qué te ayuda eso? 
— Es condición indispensable para la asignación. Me parece una actitud egoísta por tu parte. 
— ¿Egoísta? ¿Recuerdas donde estuvimos anoche? Y no es el lugar más propio de unos miembros progenitores. 
— Desde luego que si y ¿sabes algo? Me he percatado de una cosa.  Una persistente idea de Género, ¿Desde cuándo no cambias tu imagen en las fiestas? Siempre con esa falda corta, ¿Qué te crees que eres? 
— Suéltalo ya. 
— No me hagas decir esa obscenidad pero es lo que pienso. 
— Yo la diré por ti, Alce. 
— Ni se te ocurra. 
— HEMBRA, una mujer a lo peor. ¿Eso crees que soy? ¿Tienes idea de lo que figura en mi ficha? No sabes nada de mí. 
— Eres repugnante. 
— ¿Sabes qué?- Gaviota busca entre los papeles de la mesa- esta es mi ficha, la tengo en la mano, conecta la pantalla. 
— No serás capaz – de todas las maneras, Alce encendió el monitor. 
— No agaches la cara, y mira esto – Gaviota acerca la ficha a la cámara y esta se reproduce en primer plano al otro lado- Y BIEN… — No… no debería ver lo que he visto, es ilegal. 
— ¿Crees que mi importa una falda o unas tetas falsas?  Queremos hacer lo que nos plazca con nuestros cuerpos, dejar libre la herencia y los impulsos. El Género es lo que menos me preocupa.- Alce comenzó a sollozar- Esta falsa equidad nos está matando. Y tú pretendes traer a este infierno a más personas. Eres aprendiz de disidente Alce. Te faltan agallas. 
— Nos estarán grabando ahora, ya estamos condenados. 
En aquel instante la puerta del apartamento de Gaviota se viene abajo. 
Una cuadrilla de policías- vocacionales, remunerados según horas/esfuerzo, deduce Gaviota- irrumpen en el despacho ataviados con cascos, los rostros permanecen ocultos. Apresan a Gaviota al instante. 
— Teniente Mac Ferson- se presenta uno de ellos - esa de allí es la Capitana Sánchez, tiene que decirle algo-Gaviota es la primera vez que oye ese tipo de nombres. Asiente esperando su confinamiento. 
Uno de los miembros de la escuadra se le acerca, de baja estatura como todos los de la colonia en comparación al resto de policías. Se descubre para mostrar una cara 
‹‹diferente››, desde luego ‹‹no era un espejo donde mirarse›› como diría Conferenciante. Toma su ficha de la mesa. 
— Está bien muchacho, eso pone aquí. ¡Maldita sea, es que todos tenéis la misma cara!: XY. 
No te apures, necesitamos tipos como tú allá afuera y esta es una manera de reclutar tan buena como cualquier otra. Seguro que te gusta el exterior más que esta pocilga igualadora de tontos, ¿todos los cerdos no son iguales, cierto muchacho? Algunos son más iguales que otros, no es mía la frase pero seguro que te gusta. Teniente, nos marchamos. 
El procedimiento habitual, este hombre no ha existido nunca, precinten el apartamento.