28 de octubre de 2016

Antropofobia




 C no paró de hablar durante el trayecto. Su memoria estaba repleta de datos, no teníamos pruebas contra el sospechoso pero las estadísticas no fallan. C es experto en esquemas estocásticos y estos apuntaban a Andrade.
 -¿Irás a la fiesta de despedida del sargento?- me preguntó mientras conducía. Los limpiaparabrisas apenas cumplían su función, montañitas de nieve se acumulaban sobre ellos a cada instante.
-         No Charly, es mejor así, ya sabes…
-         Yo voy a ir.
-         Que te diviertas.
-         ¿Has dejado el tratamiento?
-         Eso no te incumbe Charly. Me cansas con tu paternalismo.
-         “La imitación es el primer paso para alcanzar al maestro”.
Un collar para perros le ceñía el cuello, estaba desnuda de cintura para arriba, no tenía zapatos y la nieve de la calle le mojaba los pies. Nos miró desde su pequeña altura y puedo jurar que cada pestañeo era una plegaria para que acabáramos con su vida.
- Síganme, el señor Andrade les espera en el salón.- La espalda estaba marcada con antiguas cicatrices de latigazos.
El pasillo, flanqueado por reproducciones del Jardín de las Delicias del Bosco, nos llevó a la blancura del comedor donde Andrade nos esperaba.
-         Tomen asiento, caballeros.
-         Preferimos permanecer de pie, gracias.
-         ¿También habla por su compañero?
-         Charly es una máquina, no le importa.
-         OH, claro lo imaginaba. Espero que todos los documentos estén en regla.
  La niña se arrodilló al lado de Andrade. Se quedó allí, postrada como un perro.
Andrade era enjuto como esqueleto, seco como una pasa y le cubría una túnica rosada tan incongruente como unos ojos de muñeca pinchados en una cara de pergamino.
Aguanté las nauseas que me producía este tipo. La primera persona que trataba en un año y tenía que ser un asqueroso pedófilo.
La estocasticidad se ha demostrado como una técnica infalible, para nosotros Andrade estaba rondando el mármol del juzgado. Solo necesitábamos pruebas nada más (y nada menos) y el paradero de los infantes a los que dábamos por muertos.
-         Se trata de una comprobación rutinaria.- Tomó la palabra Charly aunque Andrade lo ignoraba.
-         Pueden mirar donde quieran. Realizar análisis y exámenes a cada empleado.
-         Esclavos.- Rectifiqué.
-         Lo que quiera, son máquinas solo eso, máquinas.
-         Prefiero hablar con usted.
Charly curioseó entre las vitrinas mientras Andrade lo seguía con la vista. Temía que mi compañero dejara caer algo o que el solo tacto de sus dedos infectara los trofeos.
-         El caso es que desde el lunes pasado dos niños no duermen en sus camas, esos hermanos viven en este barrio, justo un par de manzanas más allá.
Aparté las pesadas cortinas del salón, pude atisbar cuerpos desnudos con la cabeza rapada: la reserva de Andrade.
-         Agente…
-         Pascal.
-         Pascal, si... Puede consultar mi expediente. Nunca he matado o abusado de manera sexual de un ser humano, mi enfermedad fue descubierta a tiempo y como puede comprobar continúo en tratamiento, con seguridad para el resto de mis días.
-         Usted no es un enfermo Andrade.
-         Puede engañarse con eso si quiere. Soberbio espécimen ese que le acompaña seguro que el departamento de policía no tendría reparos en aceptar una bonita suma por él. Ya se sabe lo bajos que son sus sueldos.
Charly tomó a Andrade por el brazo  todo lo suave que pudo, teniendo en cuenta que puede ejercer una presión de unos cientos de kilos.
-         LE RECUERDO QUE SOY UN AGENTE ESTATAL SEÑOR, CUIDE SUS FORMAS- le recriminó C con su voz más profunda.
-          ¡Dígale que me suelte Pascal! Me va a romper el brazo- chilló histérico el degenerado.
-         Dígaselo usted.
-         Suélteme, por, por, favor- tartamudeó.
Charly le liberó y le ajustó la túnica, también le quitó un par de motas de polvo inexistentes, después me guiñó un ojo.
 Andrade se recompuso, caminó despacio hasta la ventana. Fuera los esclavos suministrados por el estado vagaban desnudos en la nieve.
-         ¿Le disgusta el olor de la carne humana? Yo estoy ansioso cada día por poseerla,  sin embargo usted reniega de ella, se rodea de máquinas. Entiéndame agente soy un humanista.
-         Es un cínico, antes o después tendremos pruebas de sus crímenes, es mejor a cortar todo el proceso.
-         Una visita rutinaria me dijo su compañero, las máquinas mienten mal Pascal. Nunca le diría donde están los cuerpos, disfrutaría en mi celda como nunca imaginando su cara, recreándome en su angustia por encontrar aquello que le repugna. Le conozco bien, tengo acceso a mucha información.
-         ¡Donde los guarda!
-         ¿De verdad le importa?
Como el que hace garabatos en un papel mientras piensa algo coherente para decir Andrade pateó a su esclava con desgana. Esta se quejaba de una forma blanda. No vi lágrimas, las máquinas no pueden llorar. Andrade  se empezó a excitar.
-         Esto es una máquina Pascal- resollaba con el esfuerzo de astillar cada costilla de aquella desgraciada- pero a usted le duele más que si fuese un humano, ¿no es cierto?
-         ¡Déjela ya!
Le puso el pie a la niña sobre la cabeza, apretaba para hacerla crujir contra el suelo, hilillos de sangre (muy conseguida, de textura pesada) borboteaban de los oídos de su victima.
 Los niños esclavos/máquinas se arremolinaban curiosos manchados de copos de nieve, las manos apretadas sobre el cristal. Tiré con fuerza del arma sujeta al costado y la enfilé apuntando su cabeza.
-         ¡Suéltela! Voy a disparar si no lo hace.
-         Sigo mi tratamiento agente.
Amartilla el revólver, le ordené a mi cerebro.
Cayó como un trozo de madera vieja, carcomida y porosa, creí  que flotaba antes de tocar el suelo. Muy extraño. Pues mi dedo permanecía congelado a un milímetro del gatillo. Me abalancé sobre aquel despojo de persona dispuesto a reanimarlo. Le tomé la cabeza soportando el asco que me producía esta situación. Andrade me miraba sin pestañear.



-         ¡No te mueras todavía hijo de puta!, dime donde están los niños, ¡Habla joder!
Acto seguido me  estampó un beso en los labios antes de exhalar.
Charly me tocó el hombro para que me volviera. En su mano derecha el revólver humeaba. C no está autorizado a portar armas así que supuse que la había tomado de la vitrina de los trofeos.
-         Te desmontarán C.
-         Lo sé. Siento no poder ir a la fiesta del sargento- me guiñó un ojo; su gesto especial de que todo está bien.
-         ¿Sabes lo que has hecho Charly? No tiene lógica.
-         La imitación es el primer paso para alcanzar al maestro.
 Fuera, en el patio, los maniquíes retrocedieron sin apartar la vista de nosotros.
Se ocultaron entre un remolino de nieve espoleado por la ventisca, dos de ellos quedaron pegados al cristal; estaban llorando.
Andrade se suicidó(al fin y al cabo no mató a nadie en toda su vida) yo fui el confesor y Charly el cilicio que espió sus virtuales pecados.
 C era mas persona que yo. Para acabar con la vida de un ser humano, sin ganar nada a cambio relacionado con la supervivencia,  tienes que ser otro humano, así funciona la cosa. Ni aún las máquinas, ahora lo sé, tienen redención.
 Después de lo acontecido he perdido de forma perenne el contacto con todos.
¿Que somos? ¿Qué soy yo? Un sistema  autónomo, artificial, construido por mi mismo en base al resentimiento a  una especie que  asesina y tortura sin otro interés que su placer;  sin duda soy el mal.





25 de octubre de 2016

SPAM


  José Temprado se ajustó la corbata negra, atusó la chaqueta oscura de autentico pelo imitación de búfalo y se acordonó los zapatos de un reluciente charol azabache. Cuando se miró en el espejo le vino a la cabeza Gregor Samsa en versión insecto, si la cucaracha tuviera que ir al  funeral  de su mejor amigo, como era el caso…en verano.
 《de puta madre, ya estoy sudando》le dijo a su imagen en el espejo.
 Cerró la puerta del apartamento cuando una llamada irrumpió en su cabeza.
—Buenas tardes, ¿hablo con el titular de la línea?
—Disculpe señora pero no es el momento, voy a un funeral y como comprenderá…
—Cierto, como pude no haber caído. Siento lo de su amigo el sr. Berttini, pero usted es fuerte sr. Temparado, lo superará.
—¿Cómo sabe eso?
 Yo lo sé todo sobre usted Don José: está soltero por voluntad propia, no le gustan los niños ni los gatos, es usted muy frugal con la comida Don José, espartano si me permite la opinión. También es algo deslenguado por que le hace parecer un poco rebelde, ¿resentido tal vez?
 Temprado se llamó gilipollas  un par de veces por tomar aquella estúpida decisión de instalarse el Terminal dentro de su cuerpo, ahora era un borrego como todos los demás. Mientras conducía la verborrea era imparable.
—¿Conoce nuestro nuevo paquete de productos sr. Temprado?  
—Dígamelo usted que lo sabe todo de mí.
—Que simpático Don José. Si señor, lo sé todo. Pues por eso precisamente le he llamado. Ahora si contrata una nueva línea le saldrán gratis los mensajes de mente. ¿No es increíble? Todos los MM gratis.   
—Para que cojones quiero otra línea, vivo solo como bien sabe. Oiga de verdad que no es el momento estoy llegando al Tanatorio, llame en otra ocasión.
—Es muy buena oferta Don José, no la deje pasar…
 La voz siguió durante todo el funeral, continuó en la cafetería y prosiguió cuando José rozaba la mejilla de la viuda, su amor de toda la vida que Berttini le arrebató. Algo quedaba después de “aquello”, lo sabía,  cuando su amigo tuvo que ausentarse por negocios. Otro caluroso verano pero al contrario que ahora José fue feliz. Dejó los colores oscuros de sus ropas, rieron, se emborracharon y  se bañaron desnudos en la playa, la luna brillaba fuerte y el  se comportaba como si tuviera un futuro.
 Clarisa lo miró de manera difusa.
—Clara-como solía llamarla en la intimidad-  yo...      
—Ahora no José, no me llames así.
—Del veinte o del treinta y a veces del cincuenta, todo depende del volumen de llamadas…- La machacante voz de aquella mujer seguía en su cabeza y al parecer había elevado el volumen-.Don José ahora es el momento y Clarisa se lo agradecerá, cuando vivan juntos (aunque no me fío de ella lo suficiente) un poco más adelante, ahora esta reciente la cosa, usted la estará esperando con una línea gratis y un descuento importante en un Terminal Interior como el suyo. Le advierto que Clarisa es de otra compañía pero eso no es problema usted la puede convencer…
—¡Cállate, maldita sea!
—¡José! Por favor- exclamó Clarisa- , no me grites ¿Qué te ocurre?                —No, no eres tú Clarisa, es esta cosa; un T I, no para de hablarme y me tiene loco.
—Yo tengo otro y me es muy útil ¿como  es que no bloqueaste las llamadas comerciales de la compañía?, lo dicen bien claro en las instrucciones, ahora tienes que aguantarte. No piensas las cosas José, siempre te pasa igual, llegas tarde a todo.
—Pero Clara.
—¡Que no me llames así! y menos en el funeral de tu amigo.
—Al que tú le pusiste los cuernos por cierto.
—Vete a la mierda José.    
—No se quede callado Don José replíquele a esa traidora que lleva años sin cambiar de compañía, usted merece más que esos desprecios- metió baza en la discusión la operadora.
Temprado, descolocado por los acontecimientos se quedó petrificado apoyado en la barra de la cafetería.  Todos los asistentes se marcharon menos la operadora.
—En Ciudad de Vacaciones Joven Marino y las copas GRA-TIS ¿Qué me dice?                          —¿Cómo te llamas?
   
Por primera vez la teleoperadora parecía no saber que decir.
—¡Qué como te llamas joder! Todas las tele operadoras se presentan tu no lo has hecho. Dime tu  nombre.
—No creo que le interese Don José, le habla la compañía Rocktell de manera directa, una gran compañía a su servicio.           
—¡Al carajo Rocktell! Soy un cliente y quiero saberlo.             
—Esta bien…Vibo Tell  999.
—¿Qué mierdas de nombre es ese?
—El mío.- El tono de voz de la tele operadora se tornaba mas personal y menos comercial o eso le pareció a José.
—¿Eres un puto programa?            —Si a lo segundo y no a lo primero, no sea descortés por favor. A todos los efectos y para el uso que se me da soy tan humana como usted Don José. Y  esta conversación se sale de los esquemas del marketing comercial, por lo que sigo comentándole las ofertas para los próximos cinco meses, toda una primicia.
José salió deprisa de la cafetería, manejó el vehículo como un conductor de rally hasta que llegó al apartamento. Buscó las instrucciones del Terminal que estaban encima de la cama (que no usaba desde hacía semanas, dormía en el sofá) allí leyó, como victima de paludismo; febril y tembloroso, las instrucciones. En su cabeza Vibo  le hacia saber las bondades de un sofá ergonómico pensado especialmente para sus cervicales dañadas. En el apéndice tercero estaba la solución: “si en su momento no activó el bloqueo comercial tendrá que pagar un plus mensual” ¡Que hijos de puta! ¡Cabrones todos!
Gritó José pero aliviado de todas formas al saber la solución a su problema.
—Vibo o como te llames pásame con Rocktell ahora mismo.
—Don José, ¿quiere prescindir de mis servicios?- ¿Intuyó cierto pesar de corazón en esa voz? , se sorprendió José al pensar en eso- lo lamento, le puedo ser de mucha ayuda.
—¡Que me pongas coño!
 Al otro lado de su cabeza escuchó la musiquita de espera de Rocktell. Sentado en la cama recordó el rostro infantil de Clarisa sombreado por una redecilla negra, sus firmes piernas ajustadas en medias y el desprecio en su voz. A su mente vino Berttini, su único amigo ahora fallecido que se reía en su cara desde la cueva del crematorio. La música de ascensor continuaba. Vibo no decía nada por primera vez en la mañana.
— ¿Vibo?
—¿Señor Temprado?       — ¿Qué películas me gustan?
—¡OH! Le gustan las viejas películas de ciencia ficción, el cine clásico de finales del XX, todas están en nuestra tienda  para su disfrute.
— ¿Si tuviera que encontrar pareja como sería?
—Es más sentimental de lo que parece Don José, necesita una pareja que le entienda y que no se parezca a usted en nada.- De nuevo notó, y esta vez sin duda alguna, una cadencia en la voz de la operadora muy poco comercial.
José se quedó tumbado en la cama. El dormitorio en penumbras,  el ronroneo de la ciudad tras las ventanas, la música de ascensor de los caros en la cabeza, el arrullo del aparato de ventilación, la voz de Vibo.


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