Marcos Spinelli abrió la trampilla de la cámara,
se observó de arriba a bajo y estuvo satisfecho con el resultado, todo se
encontraba en su sitio. Subió del sótano donde durmió los últimos mil quinientos años, hizo un
breve recorrido por la planta baja de la mansión, estaba limpia de polvo, pensó entonces que
los “mantenedores” hicieron un buen trabajo, como si estos hubiesen sido parte
de su servicio y no varias escuadras generacionales. Dudó en llamar a Maria y preguntar
por sus hijos, un pensamiento fugaz que
al instante se le olvidó. Se tocó la
barriga , un leve reflujo le recorrió el
esófago recuerdo del Coñac que apuró minutos antes de entrar en la cámara,
después del Sueño su hernia seguía allí. Era de esperar, como todo lo demás
pues esa era la idea.
Antes del Sueño hizo plantar
acacias y olmos en todo el camino, al final de este la pequeña cabaña de los
guardeses y después la autopista.
Respiró y la brisa de abril se le
coló en el cuerpo como un tónico; era momento de empezar a funcionar. « ¿Casa?»
preguntó y al instante en su cabeza empezaron a fluir datos. El sistema que la
compañía introdujo en todo el planeta
funcionaba a pleno rendimiento, los chinos les llevaban unos meses de ventaja,
los parqués echaban humo, el dragón del dinero buscaba donde comer y estaba
hambriento, la junta quería una reunión de inmediato en cuanto despertase. El
gobierno, como siempre, era el único impedimento esperaba que por poco tiempo.
Se empezaba de cero en cuestión de vehículos pero
no para todos, cuando se abrió la puerta del garaje el Bentley de pura gasolina
de Marcos Spinelli no estaba, en su lugar encontró un pequeño trozo de plástico,
una base de datos cuántica de gran capacidad
SPIN, una de las de su compañía; « para cuando despierte», decía la nota
pintada en el suelo.
El teléfono sonó en su cabeza y
ordenó a Casa descolgar.
—
¿Lo hicimos, de verdad lo hicimos?
—
Eso parece Marta.
—
Dormimos mil quinientos años y estamos vivos.
—
Anoche salí de la ducha y luego me tomé una copa
mientras fumaba un habano, que dejé a medias por cierto, eso es todo.
—
Marcos, no esperaba que cambiases.
—
¿Sabes algo de la familia?
—
Maria y tus hijos están bien, hace una semana que
despertaron en su residencia de Miami. Ella
envió una nota de voz tan solo.
—
Voy a terminar de aclimatarme, estamos en contacto.
Cualquier novedad importante no dudes en llamar.
—
La junta quiere una reunión cuanto antes.
—
Por supuesto, ya te diré cuando. Adiós Marta.
—
Marcos, no soy tu secretaria. Formo parte del consejo,
te igualo en acciones. Dime que piensas hacer con la compañía.
—
Que haremos, que haremos Marta. Ya se verá. Hasta
luego- cortó rápido mientras jugaba con la SPIN en su mano.
—
Si, hasta luego.
Spinelli llegó al gran salón e
introdujo el soporte en la ranura de datos, el monitor se encendió para dejar
ver un primer plano de un tipo sentado justo donde él se encontraba ahora.
«Feliz despertar Jefe, le voy a
llamar así después de todo es dueño de mi antigua empresa y de esta casa donde
vivo. Mi nombre es Paolo Santos y hace treinta y cinco años que vivo en su
chabola, no se apure, encontrará todo tal y como lo dejó soy muy meticuloso. El
clima es bueno, el cambio climático es un mal recuerdo y los ciervos pastan en su jardín.
Muchas cosas han pasado desde su sueño,
algunas buenas como Desiré, otras malas
cuando la infección y otras peores, peores a todo lo conocido como la muerte de
Desi o la traición de mi hijo. No se debe vivir en mil quinientos años Jefe o
eres mantenedor en cualquiera de sus especialidades o te duermes pero si se
puede , yo lo hice.
Me oculté durante mucho tiempo
hasta que se olvidaron de mí.
Cuando ella murió hice algo, algo
que me repugna y el motivo por el cual decidí quedarme aquí en vez de dormir
hasta el despertar final, como el suyo. Encontré una cámara sin usar y la adapté
a mi cuerpo, lo hice por la infección (una mucho peor por la que todos se
marcharon a sus cámaras, sin contar lo del clima, la polución, superpoblación;
todas esas cosas de las que usted es experto Jefe, perdone la ironía) la verdad
es que no quería morir como ella, echo un guiñapo entre convulsiones.
Cuando desperté todo seguía igual, ya le dije
que no se vive en mil quinientos años, solo que la infección se esfumó y la tumba de Desiré está cubierta por un cerro.
La infección esquilmaba a los mantenedores,
huí como hicieron casi todos salvo los que se sacrificaron para que usted ahora
que ve mi “documento” y yo aquí, a quinientos años de su despertar, estemos
vivos.
Mi trabajo era muy simple, localizar vehículos
en cualquier lugar, llevarlos al desguace y empezar de nuevo, hasta que vi el Bentley,
su Bentley. Le aseguro Jefe que disfruté con ese cacharro creo que entonces
empecé a plantearme el quedarme aquí para siempre. ¿Sabe Jefe? Mi vida antes del gran sueño no era gran
cosa, un mecánico que se ofreció voluntario y ahora tampoco lo es, de todas
formas lo prefiero así. Volver a lo de antes como si estos mil quinientos años fuesen un segundo
no tiene sentido para mi.
Antes no le importaba a nadie y ahora menos. Por aquel entonces tenía veintinueve años,
recuerdo muy bien cuando me llamó el encargado de los mantenedores, lo tengo
grabado por aquí ¡me sobra el tiempo , joder! Lo grabo todo Jefe, esa es mi
vida – Paolo trasteaba con los botones, quedaba fuera de plano- aquí, aquí
está- un joven de cabello rubio y aspecto alpino, más germano que italiano con
ojos vivaces apareció en la pantalla.
— ¿Que es lo importante?
—Paolo, llevas con nosotros cuatro
años y hace dos pediste el traslado a los USA.
—Hace trés, no me lo recuerde a mi,
son ustedes los que no cumplen.
—Te conocemos bien Pau, y créeme
hice lo que pude, de todas formas no te daría tiempo. Mañana es tu cumpleaños ,
cumples treinta , debes decidir.
—Treinta .
—Mañana sin falta, o te quedas aquí
para los restos o te hibernas como todos . Por lo que veo en tu cara no has
pensado en nada de esto. Ya es tarde Pau, mañana quiero la respuesta. ¡Y deja
de grabarlo todo joder!”
Para Marcos Spinelli la vida de Paolo se
desgranó en trozos de vídeos durante todo el día y los dós siguientes : en los
huertos en el jardín de atrás , criando
ambos un hijo que se uniría a los mantenedores , los mantenedores con su hijo
al mando intentando cazar a Paolo, Paolo
y Desiré huyendo, viviendo en la costa ; el día a día feliz entre ellos ,
descubiertos , regreso a la mansión ,la
horrible muerte de Desiré entre convulsiones, el intento de suicidio de
Paolo, enterrando a Desiré.
Paolo le había dejado su vida en
imágenes.
Los camiones de suministros ya se iban una vez
los operarios acumularon los alimentos
en la entrada , tuvo entonces un recuerdo fugaz de las familias entrando en las
cámaras comunitarias algunos felices como si nada, otros con caras de circunstancias
, sus pobres vidas seguirían siendo las mismas pasados mil quinientos años.
El teléfono sonó en su cabeza,
descolgó y era Maria.
—
Hola Maria. ¿Todo bien?
—
Bien, si ¿No estás activo aún?
—
No, sigo en la mansión , descansando.
—
¿No tuviste bastante en mil quinientos años? Bueno no
importa siempre te costó arrancar en todo. ¿Conoces a un tal Paolo? Un mecánico.
Marcos miró por
la ventana el túnel verde de acacias y olmos, la mandíbula se le descolgó de
asombro.
—
Marcos ¿me oyes?,
sé que estás oyéndome, Marcos. Paolo, este tipo , dice que te conoce. No
sé como ha conseguido mi número. Dice que tu eres su jefe y que tienes que
hacer no se qué.
—
Pásalo Maria.
—
Te dejo con tu amigo, no hace falta que preguntes por
tus hijos, ellos ya ni se acuerdan.
Como si acabaran
de verse, Paolo comenzó su alegato, una grabación de hace trescientos años.
—
He pasado muchas horas viendo su cara detrás del
cristal de la cámara Jefe, es la última conexión que tengo con el resto
del mundo. Me recuerda lo que dejé atrás y me previene de lo que tiene que
venir, por suerte yo no lo veré , puede que su ex esposa y sus hijos tampoco.
Las fabricas, todas sus compañías, créame cuando le digo que no es nada personal,
es lo que representa. Todo se volatilizará. Cuando le dije que estaba solo no
era del todo cierto, somos muchos pero actuamos de manera individual y usted es
nuestra misión. ¿Tiene sentido su vida , Marcos? Piénselo, tiene sentido todo.
Yo he vivido como he querido ha sido duro pero no me arrepiento de lo que hice,
perdí a Desi, mi hijo es un maldito mantenedor que estará a punto de
despertar para seguir sirviendo a tipos como usted. No soy un antisistema , no
lo crea , soy un hombre, tampoco es nada personal. Pero no pienso morir y usted
tampoco lo hará sin que sepa que estos mil quinientos años algunos vivimos al límite
sintiéndonos humanos. Usted será la señal para que todos los sepan, un símbolo
de fe.
Nadie le echará en falta Marcos
Spinelli, su ex mujer lo odia, no conoce a penas a sus hijos y las compañías, bueno ya saben lo
que piensa la junta de usted.
Lo que tengo en la mano activará varios explosivos repartidos por su casa,
no tendrá tiempo de salir, nos separan trescientos años pero estoy muy bien
sincronizado con su tiempo, si hago…así, con el dedo, todo volará. Lo que
pretendo de usted es muy difícil, pero tendrá que hacerlo, si quiere vivir.
Renuncie a sus poderes. Créame, tienen medios allá en su tiempo para saber si
lo lleva a cabo o no. Su renuncia no será en vano. Tiene que transferir todos
sus poderes a un muerto: a mí.
Por el túnel verde de acacias y olmos el Bentley
negro se desplazaba lento como si flotase a dos palmos del suelo. Rodeó el
camino y se estacionó justo en la puerta de la mansión. Paolo respiró el aire
seco que avecinaba el verano. Se ajustó la corbata, su nuevo uniforme, y llamó
a Casa que les respondió al instante como dueño de la mansión que era,
abriéndole la puerta.
Diez siluetas se entreveían al
final del pasillo.
—
Sr. Santos, buenos días.- Marta le esperaba en el
rellano con disimulada curiosidad.
—
Buenos días Marta, estoy ansioso por empezar.
—
Le presentaré a la junta y espero que nos aclare todas
las cuestiones sobre su toma de poderes.
—
Por supuesto todo se aclarará. Y puede llamarme Paolo
por favor.
—
Paolo, bien. – Marta dudó de nuevo para al fin lanzarse
a preguntar- ¿Qué sabe usted de Marcos? ¿Donde se encuentra? ¿Como está?
Paolo Santos,
antiguo mecánico, nómada temporal y durmiente por fases volvió la cara al
exterior siguiendo su vista el camino de acacias, allí se encontraba la cabaña
del guardès y dentro “su” cámara donde había dormido trescientos años.
—Por el momento
mi querido amigo Marcos prefiere no dar detalles, todo se sabrá en su momento
Marta.
Paolo avanzó
hacia las figuras que esperaban al fondo, una de ellas se acercó a él. Un
hombre maduro algunos años mayor que él que peinaba canas.
—Buenos días papá,
feliz despertar.
—Hola hijo.
— ¿Tienes algo
pensado?
—Vender, vender
siempre es la mejor opción.
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