El
doctor Ledesma sacó entonces un cigarrillo virtual de una cajetilla vacía de “Autentico Negro”, lo encendió e imaginé el humo flotando por la
estancia ante sus ojos. Las conexiones neuronales le harían sentir el
placer visual del humo volatilizándose, subiendo hasta el techo causándole cierto
resquemor a tabaco negro en los pulmones. Percibí sorna en su voz cuando dejó
de toser por una calada demasiado profunda. “La razón es muy tozuda “dijo y ya
no habló más, tan solo fumó.
Unas horas antes nos durmieron y ambos
despertamos en medio de un desierto, de tantos desiertos nuevos que el cambio climático
nos está dejando. Los edificios funcionales se agolpaban como colmenas Marcianas,
de muy cierto utilizarían la misma tecnología que nuestras olvidadas bases.
Pasamos interminables controles de seguridad de todo tipo y para mi sorpresa al
final del laberinto me encontré sentado en lo más parecido a una silla de
interrogatorio policial anclada al suelo. El doctor Ledesma, enlace de la
compañía y colaborador del proyecto a mis espaldas y justo en frente, como no,
el espejo desde el que deduje estaría siendo observado.
Creí lo más correcto no decir ni hacer nada en espera de
acontecimientos. No tardé en oír la voz por los altavoces.
—Su capacidad de
negociador está intacta, puede que tenga lagunas sobre algunas cosas. ¿Sr.?
¿Como era su nombre?- la voz desde el altavoz dejó la pregunta en el aire unos
segundos de manera intencional. Yo sé mi nombre a fin de cuentas llevo con él ¿Cuánto
llevo con él? Bueno, eso ahora no importa, el caso es que no era capaz de
recordar mi propio nombre.
—
Mírese, hágalo sin prisas, ahí en el espejo ¿se
reconoce?- Me acerqué al espejo, por supuesto me reconocí ¿Qué otra cosa, si
no? Unos cuarenta años, cabello canoso, ojos oscuros, una indolente expresión de hastío, es algo
habitual en mí.- Sepa que se llama Justine, de momento es lo único que le
interesa saber sobre usted para seguir con las negociaciones.
—
No me suena ese nombre de nada, pero continúe – estaba
impaciente por saber como terminaba todo
a pesar de no recordar ni mi nombre ni la edad, lo achaqué a la droga
para dormirnos en el aerotaxi, por otra parte estaba preocupado por no estar
preocupado, una paradoja, ya lo sé, pero esa era mi sensación en aquellos
momentos.
—
Le daré algunas nociones básicas, la mayor parte de
ellas son obvias para usted pero necesarias para el conocimiento del proyecto.
Esperamos que después de la presentación su compañía nos introduzca en el
mercado y nos facilite los permisos con el gobierno.- Asentí ante esto, mire de
reojo a Ledesma; fumaba con la mano derecha y se tocaba el costado con la
izquierda donde intuí un arma bajo la bata de “científico loco” abrochada a un
lado. Los negocios en estos tiempos son así.
—
Vamos a lo que interesa- prosiguió la voz- el proyecto, que ya no lo es, es una realidad a la espera
de los permisos gubernamentales. Una realidad virtual en este caso, algo muy
común como usted sabe: inadaptados, escapistas de este mundo e incluso personas “normales” buscando diversión,
sexo, ventas.
—
Creo y digo, creo por que empiezo a tener borrosos los
recuerdos por la jodida droga que me administraron en el aerotaxi, que tengo un
sobrino, si… lo tengo, vive allí, se alimenta por sondas, tiene once años.
—
A eso nos referimos, eso es lo que buscamos con el
proyecto.
—
¿Un vegetal de once años por decisión propia? De eso ya
tenemos y muchos.
—
La razón es muy tozuda y se rebela ante lo artificial.
De alguna forma por muy real que sea todo allá, su sobrino sabe donde está,
sabe quien es. Entiende, mientras campa por ahí con forma de unicornio volante
o de lo que sea, que fuera todo sigue igual; desiertos, hambre y miseria en
muchos lugares del planeta. La lógica Cartesiana no es aplicable. Si al cerebro
en la cubeta le inducimos que juega al fútbol, lo hará pero si antes tuvo una
vida, por muy mezquina o ideal que está halla sido descubrirá el “juego” por que la razón es
tozuda, en verdad lo es, pero no inquebrantable. Hemos descubierto como
quebrarla y le adelanto que la manera de hacerlo no es digital, ni cuántica, es pura química.
—
¿Una droga?
—
Puede llamarlo droga, lo más correcto sería una
síntesis.
—
La persona que pague por eso, se olvidara de todo lo
“real” entiendo y vivirá allí por
siempre. ¿Cómo se cobra eso?
—
Somos técnicos no vendedores. Esa es la parte que les
toca; pagos únicos, plazos hereditarios, donaciones en vida de posesiones. Garantizaran
sus vidas hasta que mueran conectados; no será barato pero tampoco
excesivamente costoso. Ustedes sabrán, ese no es nuestro terreno.
—
Si puede confirmar todo lo expuesto de alguna manera.
Puede contar desde yá con nosotros, tengo plenos poderes. ¿Pueden?
Roberto está ensimismado con la
televisión. Raro en él, estos cacharros apenas llaman la atención de los de su
edad. No le veo la cara, estoy demasiado atareada terminando los informes, su
cabecita apenas sobresale del sofá.
—
¿Qué ves hijo?
—
Un clásico mamá, te gustaría, es por una tarea del
colegio.
Al fin la curiosidad me vence
¿Roberto preocupado por tareas del colegio, de esa forma? Así que me acerco al
aparato.Todo un clásico, si señor. Veo los códigos ASCII verdes y furiosos caer en cascada sobre un fondo
negro, me extraña que no este prohibida
esta película.
—
Ya lo saben mamá, lo descubrieron. La razón es muy
cabezota, ¿a que si?
—
No tomaron la medicación correcta Roberto, eso es todo.
Espero la respuesta al informe y justo entones recibo en la cabeza la confirmación: APROBADO. Sra. Justine,
gracias por sus servicios e inestimable mediación.
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