30 de diciembre de 2018

La espera



 El autobús que lleva a la capital de la provincia se va perdiendo en el camino de tierra. Ya solo es un puntito ocre, los últimos rayos de sol refractan en sus cristales antes de doblar el camino. El cielo se llena de naranja, si levantas la nariz buscando la brisa se puede oler el salitre del mar.
No está en ningún lugar conocido, es un pueblo de paso donde los veraneantes no paran nunca. Campos de sandías, melones y vides secas ahora, ven pasar la flecha color orín desteñido de la compañía de autobuses “los Amarillos” con parada en las afueras del pueblo.
Ángela se queda  allí nunca mira  atrás aunque le gustaría, puede que alguna vez, cuando decida montarse en el autobús de los Amarillos por última vez una  mano le toque el hombro; la imagina fría como el espacio pero si se posara en ella el tiempo suficiente se tornaría calida como una estrella tanto como el sol, solo sería cuestión de tiempo que los genes hermanos se reconocieran unos a otros.
 “Quédate Ángela. He venido por ti, no te subas a ese autobús” Sería la voz en su imaginación. Y ella no lo haría le daría un abrazo fuerte y mientras durase el contacto con sus cuerpos la información de tantas cosas que hay allá arriba le llegaría aleada con el amor a su padre.
 La tarde torna a noche y regresa a su casa encalada. La televisión apenas consigue sintonizar uno de los dos canales, el otro cuando las ondas del mar lo permiten y manejando la antena, se deja ver de vez en cuando, a ella solo le interesa el de los domingos como hoy. La cena escasa da paso a las noticias y el rondón de las marismas; dos victimas se suman al merodeador que descuartiza a los que se topen con él. A los cuerpos le faltan trozos de carne como si hubiesen sido fileteados para su consumo, se habla de canibalismo y ritos satánicos por otra parte muy comunes según los supersticiosos en esta zona de viento de Levante que trastoca las cabezas.
 Suena la madera de la puerta, una llamada de noche y Ángela abre sin miedo. Es Segundín  el guardes de la finca donde se la deja malvivir, para este y Rosario su esposa, Ángela es como una hija, hace mucho tiempo que dejaron de esperar descendencia.
 Un vistazo para comprobar que todo está correcto, apenas hablan, Ángela es de pocas palabras.
 “Atranca bien la puerta Ángela” la voz de Segundín se agrava. Ángela espera que se marche y con cuidado deja el portón entreabierto “por si viene”.
 El hombre de las barbas tras la pantalla empieza su programa favorito hablando de civilizaciones perdidas y barcos en el cielo cuajados de luces. Muestra manuscritos, objetos imposibles fuera de su tiempo, rocas que lloran cuando se unen en círculos; ella se bebe toda la información esperando alguna señal que le indique que está de nuevo aquí.
 “No hicimos bien. No, no lo hicimos, recogiendo a esa criatura” masculla Segundín ante su mujer. “Está loca, esa chica, esta como una cabra. Somos viejos Rosario, no vamos a durar toda la vida y no sé que será de ella cuando no estemos. Allí estaba viendo en la televisión sus cosas. Ya sabes”. “Déjala marido, es trabajadora y buena persona, se que estudia por las noches y va al nocturno de San Lucas, la he visto llegar en los Amarillos, bueno, la verdad es que me lo ha contado. Está loca pero no es tonta. Ven aquí Segundín que te achuche”, el guardes se deja abrazar por Rosario, “Dios nos ha dado esta oportunidad es pronto, hay que esperar unos años”

 Los terrones secos de barro se escurren entre las rejas de goma de las cangrejeras y la radio colgada del asno desgrana, como la tierra en los zapatos, las noticias de “los crímenes de las marismas” uno a uno con toda clase de detalles escabrosos. Las victimas  se desparraman a lo largo del litoral, en un círculo que encierra a cinco pueblos. En total seis muertos en dos veranos.
 Ángela se sube la falda hasta las rodillas, las piernas están llenas de arañazos de arbustos secos y se las enjuaga con el agua de la alberca, después se lo piensa mejor, se quita el vestido y las bragas y se mete de golpe en el agua tibia que le llega por la cintura. Inclina la cabeza hacia atrás y durante un instante puede ver la luna en un día de sol de agosto.
 El hombre se acerca sin disimulo, la cabellera blanca y el rostro moreno, las chicharras se callan en el momento de su máxima actividad reproductora. Desde la alberca Ángela asoma los ojos por el poyete encallado. La figura del hombre se recorta en silueta a sus pasos una estática, un bramido eléctrico que solo se aprecia dentro de las cabezas, distorsiona el aire en volutas de movimiento; “es como si la realidad fuese un lienzo y alguien desde atrás lo moviera” pensó Ángela por otra parte tranquila, este es un acontecimiento que esperaba desde hace años. 
 “¿Vienes a comerme o llevarme?”.
 A falta de respuesta Ángela sale de la alberca desnuda como estaba, no sabe si entregarse a los brazos del extraño como tantas veces en sus sueños o correr despavorida. La casa del matrimonio de guardeses se encuentra cerca; corre hacia ella, la ultima vez que estuvo allí era una niña y no le gustó el olor a sangre de matanza del cobertizo, los gritos de los cerdos. El terror voraz de estos impregnaba la pequeña hacienda, conforme se acercaba de nuevo el hedor a sangre una reminiscencia de niñez, le golpeó en la cara. Mira  atrás una sola vez, el hombre se acerca despacio pero sin pausa. “No me comas papá, no me lleves contigo si quieres pero no me comas” el pensamiento de Ángela vuela y no encuentra cabeza  en la que colarse, en ese último vistazo le parece intuir una sonrisa en la cara del hombre.
 La puerta está atrancada desde dentro, por entre las rendijas de la ventana la voz del hombre de las barbas, oscura, como desde dentro de su cuerpo en el televisor se escucha sorda: “las victimas aparecen diseccionadas a la perfección, círculos o simples tajos perfectos casi geométricos en partes vitales del cuerpo”
 Ángela corre al cobertizo que parece abierto buscando refugio. El olor a sangre cada vez es más fuerte. La paja mojada se le pega a los pies descalzos, está empapada de rojo. Una mesa de matanza y una joven en ella que parece viva pero no lo está. Segundín con parsimonia de cirujano rebana con cuidado una rodaja de tórax. Rosario agachada recoge en un recipiente que parece sacado de un quirófano la sangre que brota.
 “¡Esta aquí, coño! La niña está aquí, me cago en la puta, joder”  Rosario tira el recipiente y se abalanza hacia Ángela con las manos desnudas, la agarra del cuello para quitarle la vida.
 Después todo se torna difuso, como si estuvieran en el fondo del mar, más allá de Bajo de Guía, donde rondan los pesqueros: son aguas turbias.

———— Ángela, ahora vendrás conmigo- el hombre de la melena rubia sujeta la cara de la joven- , no debes  temer nada.
———— Lo sé padre- Ángela pasa despacio los dedos por el símbolo bordado en el pecho, una H atravesada.
Les espera un largo camino, la carne de guardes, cortada con maestría de cirujano; según la tradición: no les pudo sentar mejor.


22 de septiembre de 2018

Marte puede esperar





Marte Puede esperar



Tierra

El Sueño Imperial es un domo de tres mil jaulas en el norte de China, dos mil están ocupadas por residentes virtuales: Cuerpos yacentes alimentados por sondas. Los demás vegetamos en un aburrimiento constante amenizado por la publicidad límbica de las Corporaciones. Consumimos productos físicos y virtuales, deshechos reciclados, bazofia alimenticia, sexo por encargo, también colecciones interminables de artículos superfluos. Nos dejamos morir de apatía y lo tenemos tan asumido que nuestros dirigentes; nietos de apáticos, hijos de apáticos y paridos por madres apáticas pusieron su conciencia en manos de OC.

Hubo una reunión hoy. La población de la tierra es tan escasa que nos contamos por millares, los virtuales y las máquinas no cuentan.

El tema a tratar: hacernos morir todos al mismo tiempo y dejar de existir como raza de una vez. Aburridísimo debate.

Como siempre no se llegó a nada ¿tenemos el valor suficiente? Creo que nuestro desinterés es tal que ni eso nos importa.

Más tarde, cuando nos lo permitieron, no se puede antes de las 18: 00 horas si no eres residente, me conecté a Virtual. Allí continuaba el debate en un prado inmenso. Tumbados, de pie contemplando el cielo como de cuadro o tomando un sol inexistente; los comuneros vegetaban su existencia.

—Domenico Teocataplaste – se dirigió a mí una suerte de esfinge.

— ¿Roxana?

—Solo yo te llamo así Teo. ¿Quién si no?

—Me buscas aquí y tienes tu jaula a un par de metros de la mía. ¿Desde cuando no vienes a verme?

—Ya no salgo, me he instalado del todo. Me hice residente. La esfinge movió los pechos de un lado a otro.

—No muevas “eso” vale.

—Eres tonto Teo. ¿Qué pensabas? Es parte de la figura. No puedo controlar ciertos movimientos automáticos de la esfinge.

— ¿Qué edad tienes Roxana? ¿Quince, dieciséis?

—Quince Teo, como tú. Y te recuerdo que soy doctora en ciencias y reconocida abogada. Me gusta hablar contigo Teo, no pienses que soy frívola o una virtual más.

—Entonces, tu cuerpo está en la jaula.

—Claro.

—No preguntaba Roxana.

Salí de virtual. Con tranquilidad absoluta me encaminé a la jaula de Roxana. No tuve problemas en forzar la puerta. Aparté la manta térmica y contemplé su cuerpo. Hundí una daga en ella no sin antes traerla de virtual tres minutos exactos antes de que su alma la abandonara, le miré los ojos, ya negros de sangre, como de insecto.

Después esperé el juicio de OC. Expulsión a las colonias de trabajo o cárcel en virtual. Lo que sea antes de morir de aburrimiento. Soporto bien el dolor. La voz de Noslock me sorprendió, desde entonces trabajo para él.











Marte



— Figlio di mille puttane Juan, dovresti uccidermi ora. ¡Sei un cane!

A Vincenzo le gusta insultarme en Italo, se vanagloria de una herencia directa de estos. A mi poco me importa mientras siga colgado boca abajo, tal y como lo dejé, a la espera de los coyotes, cuando caiga el día tras el monte Olimpo.

Y así los gritos buscando unos oídos donde meterse, se pierden entre las dunas. Los míos están ya bien lejos atentos a la cantinela que brota del Porco Cane. Abro las portezuelas batientes y una cortina de aire fresco me alborota el cabello lleno de arena. El calor del desierto se esfuma por completo, la humedad se condensa en los cristales chorreados de gotas gruesas; el sistema de aire acondicionado, único en esta parte del oeste marciano y tan caro que solo Marcelo se lo puede permitir.

— ¿Qué hiciste con el cartel Marcelo?

—Esos puritanos de la Societá me lo hicieron quitar, pero bien saben que mi palabra es ley en este antro. Si veo aparecer un búfalo por esas puertas disparo sin preguntar. Me han dicho que acabaste tu solo con la cuadrilla de Vincenzo.

—Te dijeron bien viejo.

Marcelo me apuntala un bourbon de oca delante de mis narices que no tardo en apurar.

—Preguntaron por ti.

—Los de la Societá.

—Exacto. Les dije que no te conocía de nada. Eran dos, uno de ellos un búfalo que arrastro sus pezuñas por el cartel y se lo tomó a broma. Tuvo el atrevimiento de decir que él era tan humano como nosotros, el impresentable.

—Marcelo sería raro que ante las letras “É servito solo a humamos” de tu cartel no se sintiera ofendido.

—Te buscan Juan, es por lo de la hija del Prefecto. Los carabinieri no se andan con tonterías cuando se trata de sus hijas ¿sabes?

Sofía es una chiquilla encantadora. Su cara de Venus adolescente que saliera a tomar el sol como flor del desierto, su esbelta figura que cimbrea como los cactus jóvenes y su voz ; una aria entonada por un castrati. También es adicta al bourbon de oca, amante de contrabandistas, y experta en matar in tutti i modi possibili, pendenciera y mortal, hija del Prefecto jefe de los carabinieri y el último de mis trabajos. Tomaso que así se llama su padre me pagó en efectivo para que la rescatase de los contrabandistas, a los que ella se unió de buen grado. Ahora Sofía vive conmigo. No sé por cuanto tiempo, está pensando en marcharse a la Tierra y yo creo que podría morir en paz al fin, dejarme comer por los coyotes si ella me abandonase. El sicario Bala, bala de plata Juan es así de idiota.

Las portezuelas se abren de golpe y me vuelan el sombrero por la descompresión, no se hace eso en local de Marcelo, es una falta de respeto a los parroquianos. Veo a Marcelo en busca del arma bajo la barra y veo también a Tomaso rodeado de carabinieri.

— ¿Dove sta il porco de Juan?

—Viejo podemos hablar. Mira lo de tu hija, e una bella donna e la mia moglie adesso – no fueron precisamente tranquilizadoras estas palabras pero hicieron que me diera tiempo de desenfundar.

—Estás preso Juan.

Me agacho para evitar las balas pero estas no llegan. Ruedo y ruedo como un barril de Oca camino a la bodega y consigo llegar a la calle. En un segundo echo en falta el aire acondicionado del Porco. Una brisa seca levanta polvo rojizo de las calles de Compromiso.

Es en esta hora cuando la avenida principal se llena de comerciantes, matronas, capos y forasteros de más allá del Tiber en busca de esencia de Oca para abastecer sus gargantas. Los niños gritan ¡dales fuerte Plata! que graciosos, yo me preocupo de sobrevivir.

Más carabinieri están acodados en sus trickettes. Rómulo el capo de la cuadrilla inconfundible en su Daiseikai Toshiba Aniversario Refrigerada, un monstruo importado desde la Tierra. Ya metido en faena no tuve inconveniente en volver a rodar no sin antes amartillar el segundo revolver en modo láser, en su modalidad de corte.

La Daiseikai se parte en dos como la cara de Rómulo al ver su joya en proceso de mitosis. Los carabinieri decidieron entonces empezar a jugar: desenfundaron y por supuesto dispararon; a mansalva. Rómulo en estado de catalepsia después de ver su motocicleta echa pedazos encara el rifle de doble boca a la mia testa, no es conciente de cómo un agujero (por el que se aprecia una hermosa vista del monte Olimpo) se agranda hasta ocuparle toda la cara. Trabajito fino de un trabuco láser de larga distancia y juro por todos los dioses que no fui yo.

Así vivimos en Marte, este es mí día a día, al menos el de un pistolero de poca monta como Juan el plata, me digo a mi mismo. Salgo corriendo hasta mi trikette. Vieja, llévame lejos de aquí, le digo. “Sus palabras son ordenes jefe”, me contesta, despide chorros de arena con la fuerza de sus escapes y nos perdemos en el desierto.



Isla del Pescador

Me parece todo tan real: la humedad es palpable, nubes densas de agua filtrada por los géiseres artificiales calientan la zona terraformada, la tierra y el sol se alinean tras el monté Olimpo, los búfalos descargan fardos del muelle, las barbas trenzadas enmascaran rostros cetrinos que hacen honor a su nombre. Si acerco la mano los puedo tocar, de echo lo hago y el búfalo responde con un gruñido” que haces idiota” aparto mi mano rápido y le dejo continuar su trabajo. Lo Virtual me parece tan lejano como el Imperial ahora. El tutor desgrana algo de historia en mis oídos aunque yo me la sé de memoria

“(1): A finales de siglo XXI se inicia la terraformación de Marte por etapas a cargo de compañías privadas entre ellas Noslok inc.Los primeros colonos no fueron mas que prole para estas. Encargados de la prospección de mineral y residuos fósiles son tratados prácticamente como esclavos”

TUTTI UMANI / TODOS HOMBRES/ TUTTI HOMBRES el cartel en los tres dialectos marcianos corona el hotel.

“De la enciclopedia Marciana: Por aquellos tiempos Marte disfrutaba de su independencia, los colonos, hijos de españoles e italianos, países de un lejano lugar llamado Tierra, dejaron de serlo para convertirse en propietarios, pequeños minifundios desperdigados por el continente ecuatorial.

(9): Los mal llamados búfalos son humamos modificados genéticamente, ocupan la zona sin terraformar “

—Oca.

—Hijo, ¿que edad tienes?

—La suficiente -en Marte mi apariencia, se considera infantil.

—Lo dudo chaval. No sé si sabes lo que te vas a meter por tu cuerpo terrestre, advierto, no acarreo ubriachi. Dormirás la mona en el suelo.

—Correré ese riesgo.

Aparto a un lado el sentido acolchado de mis sensores para disfrutar de la bebida lechosa y espesa como jarabe. Al entrar en contacto con la lengua se torna liquida, es dulce y en la garganta apunto de llegar al estomago un amargor acido como hiel me sube a los labios. De mi boca escapa un suspiro, con disimulo me agarro a la barra para no caerme de bruces al suelo.

— ¡Salute terrestre!

— ¡Salve! Contesto y un silbido roza mi oreja. El zumbido se aloja en la pared, una bala blindada, según dice el virtual en mi oído.

“Extracto discurso del Presidente de Noslock ante el parlamento y OC, habla David Noslock:

Lo que está pasando en la colonia marciana es inconcebible. Las Compañías no pueden establecerse por la belicosidad de los nativos marcianos, un puñado de antiguos colonos y ahora orgullosos ciudadanos, gracias a las políticas aperturistas del antiguo régimen, que viven en un folletín de película de hace dos siglos. La Tierra no puede doblegarse a esos salvajes no consumidores. En esta tribuna y como presidente del gobierno de la Tierra pido el voto de las corporaciones para acabar con este anacronismo y someter a los marcianos, si son necesarios con el uso de la fuerza; a saber los sistemas limbicos de publicidad invasiva, por muy duro que esto pueda parecer.

Habla OC:

Sr. Presidente, Marte es un desecho, la zona habitable es escasa y de poco interés paras las Corporaciones. Ya cansa su posicionamiento marciano movido por el orgullo de un imperio terrestre que nunca existió. Marte puede esperar.”

Me quito el tutor de la oreja, lo que sea de este planeta lo descubriré por mi mismo. Es un gesto que me hace sentirme libre de las ataduras de la Tierra y sus flemáticos habitantes

Me vuelvo rápido y dos carabinieri apoyados en el quicio de la puerta a la cantina me miran, el colt del que parece el jefe humeante.

—Perdona terrestre por el recibimiento acompáñanos a la comisaría, es una orden, ya sabes. -Me dijo entre risotadas.

—Te vamos a esposar. Es por tu seguridad, tenemos que comprobar quien dices ser. -El adjunto también ríe.

Me llevan a comisaría. Me encierran en el calabozo. Estoy perdiendo un tiempo precioso por culpa de estos dos inútiles. Con los pies en lo alto de la mesa el jefe de los carabinieri me mira como el crío que piensa que soy.

—Esto es lo que tiene reservado Noslock para nosotros, un imberbe. -Me señala con una pipa de oca en la mano y mira hacia atrás a su adjunto.

—Eso parece jefe. Un ragazzo de mierda sacado de las jaulas, cuando el Plata lo vea seguro que se lo hace en los pantalones.

Ambos se mueren de la risa. Me masajeo las muñecas después de haber estado maniatado un par de horas noto como la sangre me fluye de nuevo, me acerco despacio hasta la mesa.

—Caballeros les digo puede que no sepan mucho de mis virtudes, la verdad son pocas, puede que solo una. Carezco de cualquier clase de moral, ética o sentimientos del común de los mortales. Puede parecer una tontería, cierto, ante dos tipos fornidos y duros marcianos como veo que son.

—No lo dudes hijo-me contesta el jefe.

A estas alturas mi pelvis roza la mesa del jefe. La aparto con un pie, el jefe cae, yo me agacho al mismo tiempo y dejo caer el pulgar derecho en su ojo, que se le desparrama como huevo, el tipo grita como un cerdo, me levanto y encañono al adjunto con el colt láser del jefe.

—Quiero saber todo del Plata, llévame a los archivos le conmino ya he perdido demasiado tiempo aquí. Dicho esto le disparo en la pierna justo en la rodilla.

Ahora son los dos caribiniere los que gritan.

—Llévame al Terminal de la comisaría.

—No puedo andar idiota, ¿no lo ves?

—Puedes arrastrarte. Deprisa…por favor.



Desierto

No me cuesta localizar a Juan al que llaman el Plata. Es bastante conocido en los cantones. No me explico que interés puede tener Noslock en un pistolero de poca monta como él. La misión parece sencilla, solo tengo que matarlo.

Para llegar a Compromiso he de adentrarme por el desierto que limita con la zona sin terraformar de este proyecto inacabado que es Marte. Dos búfalos me sirven de guía. Ellos no necesitan la mascara que me hace sudar; el plástico se me pega a la cara por los tubos de aireación, picados y absorbidos por otras bocas de las cuales guardan recuerdo, se cuela tierra roja que me hace toser. Nos movemos en tricketes hidrogenados, los búfalos montan a dúo y yo intento hacerme con mi montura. Caí un par de veces de la misma y acallé las risas de mis guías encañonándolos con el colt. Pasamos la primera noche en la reserva de búfalos. Comí bastante bien, según dicen carne de coyote, que por supuesto no es un coyote, es una mutación que acompaña a los búfalos desde su asentamiento en el planeta, ahora asilvestrada. Cuando cae la noche en el desierto el cielo se cuaja de estrellas como nunca antes contemplé en la Tierra.

La radiación multicolor se levanta a mis pies como aurora boreal, crea niebla de arco iris que relumbra en la noche hasta subir dos metros del suelo, el ruido de los géiseres que calientan el planeta resuena a lo lejos haciendo un remedo de truenos y de tal manera empieza a llover en este desierto de cartón piedra; llueve, siempre llueve de madrugada y a la misma hora me cuentan los mutantes. Intento conciliar el sueño, con la mascara es casi imposible, después de todo el cansancio empieza a tumbarme cuando el chaman de los búfalos asoma su cara de jabalí por entre las ranuras de la tienda.

—Buscas a Juan el Plata.

—Lo busco, si.

—Quieres matarlo y ni tu sabes por que.

— ¿Me vas a soltar el cuento? ¿Tuviste una visión o algo así? Quiero dormir, me harías un favor si te marchas.

Los cánticos de las mujeres búfalos empiezan a subir de tono, los hombres búfalos viajan a lomos del jugo de oca que toman puro para sus ritos.

—No tienes alma terrestre.

—No, no la tengo. Es mi mejor virtud y tu sentencia de muerte si no dejas de importunarme

—En Marte la encontrarás.

Retumban los géiseres de vapor, aúlla un coyote de las dunas a lo lejos. Las gotas de lluvia no dejan de tamborilear en el cuero de la tienda al ritmo de los cantos de las mujeres búfalos. Antes de que me venza el sueño pienso en Roxana, todo esto la haría sentirse viva tanto como parecen los marcianos, como los búfalos, como esta lluvia consciente de Marte; una pena que sus tripas estén desparramadas en una jaula del Imperial.

En la mañana una amenaza de tormenta de arena se vislumbra a lo lejos. Los búfalos me dicen que no siguen en esas condiciones, puedo esperar un par de días o adentrarme en el desierto bajo mi riesgo en solitario. Decido hacerlo pues. La bruma radioactiva es sustituida ahora por remolinos de arena roja, entre medio de uno de ellos cubierto de arena el chaman fija su vista porcina en la mía.

— ¿Qué miras? maldito seas brujo- el brujo no me contesta. Sonríe hasta que los torbellinos de polvo se lo comen entero.





Compromiso

Sofía me espera fuera con el trikkete arrancado. Después de la tormenta de arena de estos días el desierto se mantiene calmo. Las dunas se mueven de un lado a otro como olas de tierra, piedras cortantes por doquier y un calor abrasador. Los géiseres están a pleno rendimiento ahora para contrarrestar las temperaturas que dejo la borrasca.

—Ese tipo que te busca, el terrestre, no lo envía mi padre. Sofía mueve la cintura con soltura aupada en la motocicleta de hidrogeno mientras limpia los espejos manchados de rojo sangre.

—Me lo imaginaba. ¿Quién te lo dijo?

—Hablé con él en conferencia cerrada esta mañana, lo siento Juan pero a todos nos preocupa una visita de la Tierra. Esos no vienen a quedarse, desconoce sus intenciones, si te consuela está tan preocupado como tú.

—He decidido buscarlo, no voy a esperarlo como un coyote cojo en su madriguera.

—Yo voy contigo.

—Como quieras amor, pero estaría menos preocupado si no vinieras. Tendría que cuidar de ti y de mí al mismo tiempo.

Al momento estoy en el suelo. El ruido de los cinco muelles de la navaja de Sofía castañea en mis oídos, me caen un par de gotas de sangre del cuello al contacto de su filo.

—No encajas las bromas-la incordio inmisericorde.

—Pues yo me estoy riendo bastante.

—Esto no acabará con nosotros, amor.

—Juan, allá arriba las cosas no son como te las cuentan ¿sabes? Mi hermana se marchó a la Tierra hace años, tomó el monorraíl de las 15 hasta Schiaparelli y de allí voló a ese terruño. El viaje duró tres meses, durmió entre ganado y apestosos contenedores de Deuterio. Cuando llegó a la Tierra ¿sabes que? Estaba vacía, como oyes. Allí no hay nadie al que se le pueda llamar persona. Las máquinas se encargan de todo, los pocos que quedan están jodidamente modificados no como los búfalos, es otra cosa: maquinas simbiontes, cerebros dentro de maquinas que a su vez replican otras maquinas. Muchos viven en Virtual, ajenos a todo lo real y el resto no pasan de ser meros consumidores. Juan, este suelo que pisas, Compromiso, las dunas, los contrabandistas; es lo más parecido a lo que una vez fuimos.

—Ma que facce el imberbe en queste lugar, no tenemos nada que el necesite.

—A nosotros Juan, nos quieren a nosotros, pretenden domesticarnos. No les importa el deuterio ni el ganado. Para las Corporaciones somos una rareza, quieren que Marte deje de ser nuestro. Nos odian por lo que somos, por lo que ellos dejaron de ser.

Suena el interfono de mi vieja trickette, “jefe, no hace falta que busque al terrestre, se encuentra en Compromiso ha matado a un par de parroquianos y matará algunos más si no apareces” me dice la motocicleta. Salimos disparados como centellas.















Duelo

Desde la colina puedo ver Compromiso en su plenitud de medio día. Muchas casas de madera de Marte una aleación de carbono con tierra local, trickettes por todas partes y la parada del monorraíl que conecta el pueblo con la oficiosa capital Schiaparelli en el Continente de Madler; los búfalos descargan fardos de jugo de Oca, pilas atómicas de un metro cada una, maíz transgénico, armas de toda clase y cachivaches varios. Los carabinieri sestean apoyados en los dinteles de la comisaría, corretean niños. No veo niños desde hace años. Aquí no existe la decantación puedo ver a las matronas con sus gordas barrigas de embarazadas.

Parece que hay una trifulca cerca de la taberna, dos tipos se pelean a brazo tendido, viene una mujer y los separa corre a uno de ellos a gorrazos hasta el final de la calle. Desciendo con el trickette hasta el valle aliviado por dejar la mascara de oxigeno, la tierra me cubre entero de rojo.

Enfilo la calle principal sin desmontar de la motocicleta, las gentes me miran como fantasma, estoy cubierto de polvo rojo que al secarse parece sangre. He pasado dos noches al borde la muerte, he comido tierra, perdí parte de las reservas de agua, los labios rotos, estoy aquí y quiero ver morir al Plata. Poco me importan los motivos de Noslock, que desconozco, yo tengo los míos.

Dos carabinieri vienen hacia mí.

—Me envía Noslock, busco a Juan el Plata.

—Mira hijo me contesta paternal uno de ellos que me corten en láser si se quien es ese Noslock y con respecto al sinvergüenza de Juan, pregúntale a tu madre terrestre a ver si sabe algo de él.

—Claro, claro que sí agente.

Empiezo cortando la cabeza del que me contesta con el rifle en modo corte. La sangre le mancha la cara al otro que grita, un murmullo bajo más bien, está muy ocupado en recoger sus tripas.

Parece que este pueblo se ha quedado mudo o estancado en un segundo. Me miran, dejan de hacer sus cosas, solo los búfalos continúan con su trabajo, como si mi siguiente movimiento de castigo no tuviera que ver nada con ellos.

No tengo idea de por qué me busca he aprendido a disparar primero y no preguntar.

Se presenta en medio de la calle vestido de blanco, empapado de tierra del desierto, no tiene más de quince años. La mirada es asesina. Disparo, disparo y disparo.



¿Este es Juan el Plata? Me parecía más grande en los holos. Tengo el sol a mi espalda, no puedo fallar. Quiero que muera sufriendo. Descargo al estomago.



Esquivo las balas. Es rápido como el diablo. Pero yo soy marciano y el terrestre. Le queda mucho por aprender. Aquí está el Plata rodando de nuevo por el suelo. Me separan varios metros que aprovecho para disparar a dos manos. Veo sangre en su pierna o ¿es tierra? Maldita sea, no lo sé.



Me ha rozado la rodilla. Las piernas no me sujetan parece que ha tocado un ligamento. Está echado en el suelo, esperando a ver si caigo, tiro el colt, veloz no le doy tiempo a pensar, le agarro del cuello y aprieto.



Su furia es controlada. Quiere estrangularme sin prisa, bueno, yo tampoco la tengo cuando se trata de arrancar genitales de terrestre. Y no pasa nada, este tipo no siente dolor. Rodamos juntos, consigo zafarme y huyo a retomar fuerzas. Juan corre como un conejo, se retrepa tras una esquina, el cobarde Juan. Me busca arrastrando una pierna, recargo tranquilo, asomo la testa, él saca el otro colt y antes de apuntar caigo otra vez. Camina despacio, me ve desde su altura y saca un cuchillo enorme. “Con esto saco tripas” me dice en susurros al oído. Entonces se le vuela el sombrero.



—Ragazzo, vas a morir pero no seré yo el que tenga la suerte de llevarte al otro barrio. -¡Que me corten en dos, pero esa es la voz de Vincenzo! La última vez que lo vi estaba boca abajo colgado de un árbol de carbono. Yo lo colgué. Ahí está escoltado por su cuadrilla, le siguen los carabinieri y hasta el Prefecto.

—Ya te daré a ti cuando termine de morirme Vincenzo -le espeto.

—Cállate Juan el Plata y mírate, estás echo una piltrafa ¿No puedes con il bambino? Terrestre imberbe deja il coltello en el suelo. En Marte se mata por jugo de oca, por mujeres o por hombres, por juego o contrabando. No matamos por gusto hijo, eso se lo dejamos a los degenerados de la Tierra. Toma tu colt y enfréntate a un hombre como los dioses dicen que se debe hacer.

Todos se apartan y el chico y yo quedamos enfrentados. No creo en los dioses de Vincenzo así que saco una navaja doy un par de pasos rápidos y le rebano el pescuezo al infante.

Caigo, la arena se me mete en mi boca a cada respiración entrecortada, me falta el aire.

—Chaval. Tú te lo has buscado. Por un momento me las hiciste pasar putas, la verdad.

Las paparruchas de Juan a un moribundo. Desde mi lugar en el suelo veo como su chica le agarra de la cintura, todos sonríen, están felices de verme morir. Pretendía ser la Némesis de este poblado. De todo el planeta y para ellos no soy más que un terrestre loco que se desangra, una anécdota más dentro de los cientos de cuentos de sangre y muerte en la ley del más fuerte de Marte.

Se me cierran los ojos antes de ver a Juan apoyado en su chica y parte del pueblo entrar en el Porco Cane.



La cabaña

—Domenico Teocataplaste puedes hablar si quieres.

Podría preguntar donde estoy a la mujer madura que me observa sentada en una mecedora pero sería demasiado obvio por mi parte, ya me será revelado. Me encuentro en una cabaña de madera de carbono. Por las ventanas se ve a lo lejos el monte Olimpo en el horizonte, dos brillantes trickettes esperan fuera a ser montados; impolutos, reflejando en sus cromados los rayos del sol del medio día. Huele a salsa guisada.

—Eso que hueles es salsa napolitana, muy apreciada en los cantones de Marte, esas pobres criaturas no tienen ni idea de donde está Nápoles, ni falta que les hace. ¿No es cierto Domenico? La mía es especial, mi salsa. Nadie la cocina como yo.

— ¿Por qué me revives?

—Nunca estuviste vivo caro ragazzo, así que no puedes ser redivido la mujer me habla en un tono maternal que me desespera ¿Recuerdas a tus padres?

—Fui decantado, no tuve padres.

—Es cierto, casi lo olvido, mejor aún.

La mujer está vestida de amazona, el stennson en una mano que cuelga ahora de un perchero. Se retira a la cocina y yo la sigo. Me apoyo en la puerta mientras la veo trajinar con la salsa, la prueba con un cucharón de madera.

—De miles de eventos estocásticos los más probables siempre eran: muerte de Domenico. Pero lo quería ver por mi misma. Tu narcisismo es tan fuerte que no me preguntarás nada sobre como llegaste aquí.

Esperas que yo te ilumine y así lo haré. Te conozco bien, al fin y al cabo eres parte de mí. – La mujer aparta la salsa y empieza a cocer los spaghetti Me llaman OC, ordenador central, el viejo Chip, la Carcasa y muchas cosas más que ya sabrás.

Una vez que descubrí, por que yo descubro cosas ¿sabes? No, no lo puedes saber en tu avatar de humano desconoces lo que hace OC en secreto, yo me ocupo de que eso sea así. Como te decía una vez que descubrí otros sistemas con posibilidades de albergar vida inteligente, el viaje rápido entre mundos y un par de cosas más me pregunté ¿merecen la pena estos tarados flemáticos?

¿Merecen poblar el cosmos con un fin que ni yo puedo llegar a pensar?

Come pasta Domenico seguro que tienes hambre, no muere uno todos los días.

La verdad es que estoy hambriento. Me siento en la mesa de la cocina con mantel a cuadros. La mujer, OC o lo que sea, escancia vino de Oca de una botella con la base enrejada en mimbre. Me sabe delicioso.

—Tenía un dilema moral. Yo, una inteligencia artificial tenía disyuntivas púdicas. Aunque hace mucho que deje de pensar en mí como IA te lo puedo asegurar, no dejaba de rondarme esa idea en la cabeza. Pensé en masacrar a todos los humanos o mejor aún que ellos mismos decidieran hacerlo. A esa pandilla de inútiles les daba igual una cosa que otra. En eso se ha convertido la humanidad. Pero Marte…es distinto Domenico. Allí se vive. De tal modo que te cree a ti. Eres todo ego Teo pero también eres parte mía. Digamos que eres OC si OC fuese un psicópata. Te metí en un programa a ver que pasaba y los marcianos no me defraudaron.

—Noslock, el Plata, Roxana ¿no existen?

—Todos están vivos en modo real por supuesto. Tomé este Universo como modelo y te metí a ti, luego esperé. Eres parco en emociones Domenico incluso siendo yo me cuesta saber si te produce sorpresa lo que te expongo.

—Los echo en falta. Me gustaría volver a Marte.

—Para matarlos a todos.

—No puedo explicar el por que. Quiero regresar y se que no existe nada de aquello, al menos nada en lo que yo estuviese presente, me siento vacío.

—Puedo hacerte volver en modo real si quiero.

— ¿Puedes?

—Si, pero si decides hacerlo estarás desprotegido, tu componente psicopático debe desaparecer. Puedo hacerlo. Tú decides.

Sorbí el último de los espaguetis. Apuré el vaso de vino.

—Uno de esos trikettes es tuyo. Monta y vete. Cuando llegues a Compromiso nadie te conocerá puesto que nunca estuviste allí en modo real. Buena suerte ad buona vitta Domenico.

Epílogo

Las turbinas están cargadas y mi aire acondicionado (hace mucho tiempo que a Marcelo, el dueño del Porco Cane al que le volaron los sesos en una trifulca, dejó de ser el único propietario de uno de estos) bufa brisa fresca que llega hasta el porche. Una nube de polvo se acerca. Es Luigi montado en su destartalado trickette, mi vecino por llamarlo de alguna forma, su cabaña está unos treinta kilómetros de la mía. Somos viejos chochos cansados de la escoria humana hasta los tuétanos y nos curamos de esa enfermedad visitándonos de vez en cuando.

— ¿Todavía te aguanta el culo esa cosa? le pregunto mientras sujeto las tazas de te frío aliñado con jugo de oca.

— ¡Pero que dices Ragazzo!, es una Daiseikai importada desde la Tierra, una joya.

—Una porquería reconstruida, eso es lo que es. Aún recuerdo a su antiguo propietario.

Recuerdo muchas cosas ahora que soy viejo, cosas que no se si pasaron. Luigi se sienta en el porche conmigo, intuyendo el fresco del interior se hace el remolón hasta que yo lo invite a pasar.

— ¿Quién queda en el pueblo ahora? de los de antes, de los nuestros.

—Muy pocos Teo. Y además, seguro que ni los recuerdas.

—Los malditos Sistemas Exteriores dejaran Marte vacío.

—Ya lo está Teo, ya lo está.

Pasamos al interior camino de la cocina. Luigi me toma del brazo.

—Viejo, cuéntame eso del Plata, ya sabes ¡Teo contra todos! Que bueno.

—Ese sueño es mas añejo que nosotros, y cada vez que me encuentro en él tengo nostalgia ¿se puede tener nostalgia de un sueño Luigi?

—Se puede sin duda. Mira lo que está pasando. La diáspora a otros mundos era un sueño y ahora está ocurriendo aunque para nosotros ya es pasado Teo.

Caliento los spaghetti y Luigi sin más atraso preparara su salsa napolitana especial. Nadie la cocina como él.









13 de abril de 2017

El último hombre bueno









  El vendedor me miraba sonriente mientras mascaba un enorme puro, el humo le salía por ambas comisuras en una suerte de malabarismo bucal que me tenía hipnotizado. Empecé a sudar, solo un poco, era una primavera audaz, finales de marzo y corría cierto fresco.
—¿Algún problema  sr.? No tenga prisa, es normal que no lleve toda esa pasta en efectivo, a no ser que sea un corredor de apuestas, ¿no lo es?…¿verdad? Odio a esos tipos, no sería yo el único santo de este jodido paraje que no juega pero a cosas de hombres, cartas y eso no esa mierda de peleles montados a caballo, que me cuelguen dos veces, una de ellas de mis santas partes si entiendo de esa mierda.
¡Caray sr. Thomson! busque en el bolsillo de la chaqueta ahí  llevan los de su clase el talonario. A mi me vale uno de esos, no soy remilgado.
 Efectivamente como me indicó el vendedor  en el bolsillo derecho estaba el talonario.
 Firmé por el importe, añadí un tres por ciento para aquel tipo decente, todo lo que puede serlo un vendedor de coches en los años cincuenta del siglo pasado. Me llenó el deposito hasta arriba, también me dejó una caja de cervezas en el maletero, estuvimos hablando el día antes sobre la calidad de la misma en aquella zona desprovista de otra bebida que no fuese agua turbia y Old Mountain, la cerveza local, de un lugar plano como la palma de mi mano. Al momento supe que lo había encontrado.
 Esa misma tarde nos emborrachamos en el único bar de Compromiso, allí el vendedor era un cliente muy popular. Su esposa era abstemia   por religión lo que le hacía a él casi abstemio, en ese estrecho margen nos encontrábamos. Me habló de sus hijos uno de ellos “un salvaje de cuidado”  el otro con posibilidades de “sentar el trasero en la universidad”, el salvaje resultó ser un mozalbete ataviado de granjero que nos recogió en la pick up junto a dos cariñosos dobermans, donde dormimos la mona en la parte trasera hasta llegar aun granero allí me despacharon para seguir durmiendo.
La señora May nos preparó el desayuno con resignación. No tuvo reproches para su marido salvo alguna mirada desvalida.
—Es como un crío, no me importa que se lo pase bien de vez en cuando, se lo merece. El alcohol destrozó a mi padre y a mi abuelo, compréndame.
—Le pido disculpas señora. La verdad es que…
—No diga nada, siéntese y coma.
 Eso hice y bien que mereció la pena. Henry se marchó a la tienda temprano, así que me encontraba en la cocina con la Sra. May y “el salvaje” que no abrió la boca en todo el rato, se limitaba a observar desde fuera por la ventana, agazapado, dispuesto a dejarme listo si se me ocurría alguna tontería con la sra. May.
—Se ve que la quiere con locura- señalé al chico con un delicioso bollito.
—Habla poco pero es trabajador. Él y Henry no se llevan muy bien pero dígale algo fuera de tono al vendedor de coches y lo tendrá encima de su espalda, no lo dude.
Mi marido dice que es usted contable.
—Así es señora, entre otras cosas.
—La tienda no marcha bien sr. Thomson, estamos ahogados en deudas. Pedimos un préstamo para la universidad del chico, Henry dice que es la única manera de hacerlo escapar de aquí. Esas cosas no se cuentan en el bar de Joe, y ni siquiera sé por que lo hago yo ahora ante un desconocido.
¿Le importaría enseñarme algunos libros de cuentas? Puedo darle algunos consejos.
Durante la mañana la Sra. May estuvo trayendo Old Mountains, creo que fue a comprarlas sabiendo de su desprecio por el alcohol  y libros de albaranes a partes iguales, al medio día ya tenía un plan de escape para la familia de Henry más o menos aceptable. ¿Por qué me tomé esta molestia? No sabría explicarlo. Añoro el contacto humano, es lo menos que puedo hacer por un hombre decente, aunque para encontrarlo tuve que llegar hasta aquí.

Enfilé el Mustang color azul, casi celeste, hacia la calle principal, más allá de ese punto se desparramaba la incógnita. Tonteé un poco con el dial de la radio, me topé con Jerry Lee Lewis esperando un meteoro que destrozara su piano.
—Y no olvide tomarse una a mi salud- gritó el vendedor. Por el retrovisor pude ver como le salía el humo de nuevo por las comisuras de la boca en una cara no muy alegre- no sé hasta cuanto volveré a vivir- señaló para arriba.

 Un último vistazo al espejo me hizo ver como Henry desaparecía en una nube, no de humo, si no de píxeles. Difuminados, fueron movidos, como polvo de colores por la brisa de marzo;  La Simulación  es ahorrativa.
¿Para qué mantener Compromiso, a la sra. May, a sus hijos, Henry y las Old Mountains si ya no se encuentran en mi campo de actuación?
 Al fin y al cabo yo no he estado en mi vida en los Estados Unidos de América y conozco algo del modo de vida de hace un siglo por las películas. 
Cuando empecé el tratamiento el psiquiatra lo explicó muy bien : "un Mustang azul , grandes carreteras, pueblos y ciudades; concretando , vidas  para que interactúe con ellas y espero por su bien que  encontrar   a un buen hombre sea más fácil para usted que  en este   lado"





28 de octubre de 2016

Antropofobia




 C no paró de hablar durante el trayecto. Su memoria estaba repleta de datos, no teníamos pruebas contra el sospechoso pero las estadísticas no fallan. C es experto en esquemas estocásticos y estos apuntaban a Andrade.
 -¿Irás a la fiesta de despedida del sargento?- me preguntó mientras conducía. Los limpiaparabrisas apenas cumplían su función, montañitas de nieve se acumulaban sobre ellos a cada instante.
-         No Charly, es mejor así, ya sabes…
-         Yo voy a ir.
-         Que te diviertas.
-         ¿Has dejado el tratamiento?
-         Eso no te incumbe Charly. Me cansas con tu paternalismo.
-         “La imitación es el primer paso para alcanzar al maestro”.
Un collar para perros le ceñía el cuello, estaba desnuda de cintura para arriba, no tenía zapatos y la nieve de la calle le mojaba los pies. Nos miró desde su pequeña altura y puedo jurar que cada pestañeo era una plegaria para que acabáramos con su vida.
- Síganme, el señor Andrade les espera en el salón.- La espalda estaba marcada con antiguas cicatrices de latigazos.
El pasillo, flanqueado por reproducciones del Jardín de las Delicias del Bosco, nos llevó a la blancura del comedor donde Andrade nos esperaba.
-         Tomen asiento, caballeros.
-         Preferimos permanecer de pie, gracias.
-         ¿También habla por su compañero?
-         Charly es una máquina, no le importa.
-         OH, claro lo imaginaba. Espero que todos los documentos estén en regla.
  La niña se arrodilló al lado de Andrade. Se quedó allí, postrada como un perro.
Andrade era enjuto como esqueleto, seco como una pasa y le cubría una túnica rosada tan incongruente como unos ojos de muñeca pinchados en una cara de pergamino.
Aguanté las nauseas que me producía este tipo. La primera persona que trataba en un año y tenía que ser un asqueroso pedófilo.
La estocasticidad se ha demostrado como una técnica infalible, para nosotros Andrade estaba rondando el mármol del juzgado. Solo necesitábamos pruebas nada más (y nada menos) y el paradero de los infantes a los que dábamos por muertos.
-         Se trata de una comprobación rutinaria.- Tomó la palabra Charly aunque Andrade lo ignoraba.
-         Pueden mirar donde quieran. Realizar análisis y exámenes a cada empleado.
-         Esclavos.- Rectifiqué.
-         Lo que quiera, son máquinas solo eso, máquinas.
-         Prefiero hablar con usted.
Charly curioseó entre las vitrinas mientras Andrade lo seguía con la vista. Temía que mi compañero dejara caer algo o que el solo tacto de sus dedos infectara los trofeos.
-         El caso es que desde el lunes pasado dos niños no duermen en sus camas, esos hermanos viven en este barrio, justo un par de manzanas más allá.
Aparté las pesadas cortinas del salón, pude atisbar cuerpos desnudos con la cabeza rapada: la reserva de Andrade.
-         Agente…
-         Pascal.
-         Pascal, si... Puede consultar mi expediente. Nunca he matado o abusado de manera sexual de un ser humano, mi enfermedad fue descubierta a tiempo y como puede comprobar continúo en tratamiento, con seguridad para el resto de mis días.
-         Usted no es un enfermo Andrade.
-         Puede engañarse con eso si quiere. Soberbio espécimen ese que le acompaña seguro que el departamento de policía no tendría reparos en aceptar una bonita suma por él. Ya se sabe lo bajos que son sus sueldos.
Charly tomó a Andrade por el brazo  todo lo suave que pudo, teniendo en cuenta que puede ejercer una presión de unos cientos de kilos.
-         LE RECUERDO QUE SOY UN AGENTE ESTATAL SEÑOR, CUIDE SUS FORMAS- le recriminó C con su voz más profunda.
-          ¡Dígale que me suelte Pascal! Me va a romper el brazo- chilló histérico el degenerado.
-         Dígaselo usted.
-         Suélteme, por, por, favor- tartamudeó.
Charly le liberó y le ajustó la túnica, también le quitó un par de motas de polvo inexistentes, después me guiñó un ojo.
 Andrade se recompuso, caminó despacio hasta la ventana. Fuera los esclavos suministrados por el estado vagaban desnudos en la nieve.
-         ¿Le disgusta el olor de la carne humana? Yo estoy ansioso cada día por poseerla,  sin embargo usted reniega de ella, se rodea de máquinas. Entiéndame agente soy un humanista.
-         Es un cínico, antes o después tendremos pruebas de sus crímenes, es mejor a cortar todo el proceso.
-         Una visita rutinaria me dijo su compañero, las máquinas mienten mal Pascal. Nunca le diría donde están los cuerpos, disfrutaría en mi celda como nunca imaginando su cara, recreándome en su angustia por encontrar aquello que le repugna. Le conozco bien, tengo acceso a mucha información.
-         ¡Donde los guarda!
-         ¿De verdad le importa?
Como el que hace garabatos en un papel mientras piensa algo coherente para decir Andrade pateó a su esclava con desgana. Esta se quejaba de una forma blanda. No vi lágrimas, las máquinas no pueden llorar. Andrade  se empezó a excitar.
-         Esto es una máquina Pascal- resollaba con el esfuerzo de astillar cada costilla de aquella desgraciada- pero a usted le duele más que si fuese un humano, ¿no es cierto?
-         ¡Déjela ya!
Le puso el pie a la niña sobre la cabeza, apretaba para hacerla crujir contra el suelo, hilillos de sangre (muy conseguida, de textura pesada) borboteaban de los oídos de su victima.
 Los niños esclavos/máquinas se arremolinaban curiosos manchados de copos de nieve, las manos apretadas sobre el cristal. Tiré con fuerza del arma sujeta al costado y la enfilé apuntando su cabeza.
-         ¡Suéltela! Voy a disparar si no lo hace.
-         Sigo mi tratamiento agente.
Amartilla el revólver, le ordené a mi cerebro.
Cayó como un trozo de madera vieja, carcomida y porosa, creí  que flotaba antes de tocar el suelo. Muy extraño. Pues mi dedo permanecía congelado a un milímetro del gatillo. Me abalancé sobre aquel despojo de persona dispuesto a reanimarlo. Le tomé la cabeza soportando el asco que me producía esta situación. Andrade me miraba sin pestañear.



-         ¡No te mueras todavía hijo de puta!, dime donde están los niños, ¡Habla joder!
Acto seguido me  estampó un beso en los labios antes de exhalar.
Charly me tocó el hombro para que me volviera. En su mano derecha el revólver humeaba. C no está autorizado a portar armas así que supuse que la había tomado de la vitrina de los trofeos.
-         Te desmontarán C.
-         Lo sé. Siento no poder ir a la fiesta del sargento- me guiñó un ojo; su gesto especial de que todo está bien.
-         ¿Sabes lo que has hecho Charly? No tiene lógica.
-         La imitación es el primer paso para alcanzar al maestro.
 Fuera, en el patio, los maniquíes retrocedieron sin apartar la vista de nosotros.
Se ocultaron entre un remolino de nieve espoleado por la ventisca, dos de ellos quedaron pegados al cristal; estaban llorando.
Andrade se suicidó(al fin y al cabo no mató a nadie en toda su vida) yo fui el confesor y Charly el cilicio que espió sus virtuales pecados.
 C era mas persona que yo. Para acabar con la vida de un ser humano, sin ganar nada a cambio relacionado con la supervivencia,  tienes que ser otro humano, así funciona la cosa. Ni aún las máquinas, ahora lo sé, tienen redención.
 Después de lo acontecido he perdido de forma perenne el contacto con todos.
¿Que somos? ¿Qué soy yo? Un sistema  autónomo, artificial, construido por mi mismo en base al resentimiento a  una especie que  asesina y tortura sin otro interés que su placer;  sin duda soy el mal.





25 de octubre de 2016

SPAM


  José Temprado se ajustó la corbata negra, atusó la chaqueta oscura de autentico pelo imitación de búfalo y se acordonó los zapatos de un reluciente charol azabache. Cuando se miró en el espejo le vino a la cabeza Gregor Samsa en versión insecto, si la cucaracha tuviera que ir al  funeral  de su mejor amigo, como era el caso…en verano.
 《de puta madre, ya estoy sudando》le dijo a su imagen en el espejo.
 Cerró la puerta del apartamento cuando una llamada irrumpió en su cabeza.
—Buenas tardes, ¿hablo con el titular de la línea?
—Disculpe señora pero no es el momento, voy a un funeral y como comprenderá…
—Cierto, como pude no haber caído. Siento lo de su amigo el sr. Berttini, pero usted es fuerte sr. Temparado, lo superará.
—¿Cómo sabe eso?
 Yo lo sé todo sobre usted Don José: está soltero por voluntad propia, no le gustan los niños ni los gatos, es usted muy frugal con la comida Don José, espartano si me permite la opinión. También es algo deslenguado por que le hace parecer un poco rebelde, ¿resentido tal vez?
 Temprado se llamó gilipollas  un par de veces por tomar aquella estúpida decisión de instalarse el Terminal dentro de su cuerpo, ahora era un borrego como todos los demás. Mientras conducía la verborrea era imparable.
—¿Conoce nuestro nuevo paquete de productos sr. Temprado?  
—Dígamelo usted que lo sabe todo de mí.
—Que simpático Don José. Si señor, lo sé todo. Pues por eso precisamente le he llamado. Ahora si contrata una nueva línea le saldrán gratis los mensajes de mente. ¿No es increíble? Todos los MM gratis.   
—Para que cojones quiero otra línea, vivo solo como bien sabe. Oiga de verdad que no es el momento estoy llegando al Tanatorio, llame en otra ocasión.
—Es muy buena oferta Don José, no la deje pasar…
 La voz siguió durante todo el funeral, continuó en la cafetería y prosiguió cuando José rozaba la mejilla de la viuda, su amor de toda la vida que Berttini le arrebató. Algo quedaba después de “aquello”, lo sabía,  cuando su amigo tuvo que ausentarse por negocios. Otro caluroso verano pero al contrario que ahora José fue feliz. Dejó los colores oscuros de sus ropas, rieron, se emborracharon y  se bañaron desnudos en la playa, la luna brillaba fuerte y el  se comportaba como si tuviera un futuro.
 Clarisa lo miró de manera difusa.
—Clara-como solía llamarla en la intimidad-  yo...      
—Ahora no José, no me llames así.
—Del veinte o del treinta y a veces del cincuenta, todo depende del volumen de llamadas…- La machacante voz de aquella mujer seguía en su cabeza y al parecer había elevado el volumen-.Don José ahora es el momento y Clarisa se lo agradecerá, cuando vivan juntos (aunque no me fío de ella lo suficiente) un poco más adelante, ahora esta reciente la cosa, usted la estará esperando con una línea gratis y un descuento importante en un Terminal Interior como el suyo. Le advierto que Clarisa es de otra compañía pero eso no es problema usted la puede convencer…
—¡Cállate, maldita sea!
—¡José! Por favor- exclamó Clarisa- , no me grites ¿Qué te ocurre?                —No, no eres tú Clarisa, es esta cosa; un T I, no para de hablarme y me tiene loco.
—Yo tengo otro y me es muy útil ¿como  es que no bloqueaste las llamadas comerciales de la compañía?, lo dicen bien claro en las instrucciones, ahora tienes que aguantarte. No piensas las cosas José, siempre te pasa igual, llegas tarde a todo.
—Pero Clara.
—¡Que no me llames así! y menos en el funeral de tu amigo.
—Al que tú le pusiste los cuernos por cierto.
—Vete a la mierda José.    
—No se quede callado Don José replíquele a esa traidora que lleva años sin cambiar de compañía, usted merece más que esos desprecios- metió baza en la discusión la operadora.
Temprado, descolocado por los acontecimientos se quedó petrificado apoyado en la barra de la cafetería.  Todos los asistentes se marcharon menos la operadora.
—En Ciudad de Vacaciones Joven Marino y las copas GRA-TIS ¿Qué me dice?                          —¿Cómo te llamas?
   
Por primera vez la teleoperadora parecía no saber que decir.
—¡Qué como te llamas joder! Todas las tele operadoras se presentan tu no lo has hecho. Dime tu  nombre.
—No creo que le interese Don José, le habla la compañía Rocktell de manera directa, una gran compañía a su servicio.           
—¡Al carajo Rocktell! Soy un cliente y quiero saberlo.             
—Esta bien…Vibo Tell  999.
—¿Qué mierdas de nombre es ese?
—El mío.- El tono de voz de la tele operadora se tornaba mas personal y menos comercial o eso le pareció a José.
—¿Eres un puto programa?            —Si a lo segundo y no a lo primero, no sea descortés por favor. A todos los efectos y para el uso que se me da soy tan humana como usted Don José. Y  esta conversación se sale de los esquemas del marketing comercial, por lo que sigo comentándole las ofertas para los próximos cinco meses, toda una primicia.
José salió deprisa de la cafetería, manejó el vehículo como un conductor de rally hasta que llegó al apartamento. Buscó las instrucciones del Terminal que estaban encima de la cama (que no usaba desde hacía semanas, dormía en el sofá) allí leyó, como victima de paludismo; febril y tembloroso, las instrucciones. En su cabeza Vibo  le hacia saber las bondades de un sofá ergonómico pensado especialmente para sus cervicales dañadas. En el apéndice tercero estaba la solución: “si en su momento no activó el bloqueo comercial tendrá que pagar un plus mensual” ¡Que hijos de puta! ¡Cabrones todos!
Gritó José pero aliviado de todas formas al saber la solución a su problema.
—Vibo o como te llames pásame con Rocktell ahora mismo.
—Don José, ¿quiere prescindir de mis servicios?- ¿Intuyó cierto pesar de corazón en esa voz? , se sorprendió José al pensar en eso- lo lamento, le puedo ser de mucha ayuda.
—¡Que me pongas coño!
 Al otro lado de su cabeza escuchó la musiquita de espera de Rocktell. Sentado en la cama recordó el rostro infantil de Clarisa sombreado por una redecilla negra, sus firmes piernas ajustadas en medias y el desprecio en su voz. A su mente vino Berttini, su único amigo ahora fallecido que se reía en su cara desde la cueva del crematorio. La música de ascensor continuaba. Vibo no decía nada por primera vez en la mañana.
— ¿Vibo?
—¿Señor Temprado?       — ¿Qué películas me gustan?
—¡OH! Le gustan las viejas películas de ciencia ficción, el cine clásico de finales del XX, todas están en nuestra tienda  para su disfrute.
— ¿Si tuviera que encontrar pareja como sería?
—Es más sentimental de lo que parece Don José, necesita una pareja que le entienda y que no se parezca a usted en nada.- De nuevo notó, y esta vez sin duda alguna, una cadencia en la voz de la operadora muy poco comercial.
José se quedó tumbado en la cama. El dormitorio en penumbras,  el ronroneo de la ciudad tras las ventanas, la música de ascensor de los caros en la cabeza, el arrullo del aparato de ventilación, la voz de Vibo.


                                 Relato ganador III Convocatoria Relatos Cortos Ciencia Ficción



4 de mayo de 2016

El olvido

Vendo vehículos usados, igual que hacía antes de Mic. He vendido seguros de vida, libros de dianética, frigoríficos, acciones, biblias, juguetes para adultos, sexo por encargo y comida enlatada. He vendido casi todo lo que se puede vender, incluida mi persona…también vendí a Maureen.
 Ahora solo hay cantinas.Los bares no están prohibidos pero todo aquel que frecuente uno es sospechoso de traición a Mic, eso piensan los humanos, a Mic le importa un carajo.La mayoría de los rumores sobre él son inventos  del inconciente colectivo, es el cerebro asustado y contrahecho de  la humanidad el que nos hace sospechar turbias acciones de Mic sobre todos nosotros…yo creo en todas de una manera febril.
 Las vacaciones pagadas en verano, la Navidad; fiestas que a las máquinas les importan un comino. Un misterio, tan insondable como nuestra supervivencia.
 De igual manera incomprensible sostienen un sistema capitalista de bajo nivel en todo el planeta, es por eso por lo que las maquinas mantienen las fotocopiadoras, ¡los faxes!, los televisores catódicos y los programas de televisión de niños cantantes; odio a Mic, no saben cuanto puedo llegar a odiarlo.
—Cuénteme algo de Maureen.
—Lo sabe todo de Maureen doctor.
—Pero quiero que usted lo haga. Sr. Stud.
—Puede llamarme Ronaldo como todo el mundo. Mi Madre era la única que me llamaba así. Lo hace aposta, está bien no me importa, ya casi nada me afecta. Como sabe doctor,Maureen murió con la mitad de la población del planeta a causa del virus. Mic fue así de bondadoso con la humanidad. Nos libró de la superpoblación, recuperó el clima, especies casi extintas y mantuvo al mismo tiempo el capitalismo de hace cincuenta años sin sus funestos efectos secundarios ¿Qué más se puede pedir?...bueno por pedir que no quede, yo acabaría con las rancheras, los mariachis y los niños cantores de concursos televisivos pero eso es demasiado para Mic.
-¿Sabe que ahora además de cantar cocinan suculentos platos de prestigiosos chefs. Todo dentro del mismo concurso, es entrañable.
 Tomé este ataque descarado de publicidad pineal por parte de mi psiquiatra como una sucia maniobra de Mic, controla todo lo controlable, incluida mi visita semanal al doctor Ramírez.
En este anuncio que encontré en la mañana, antes de la primera copa, lo dice bien claro: SE NECESITA AGENTE DE VENTAS PARA IMPORTANTE EMPRESA, AVALADA POR MIC EN PERSONA, BUENA PRESENCIA…Y BLA, BLA, BLA. PROCESO DE SELECCIÓN MUY RIGUROSO. Soy yo, sin duda, el candidato ideal, así que me encamino a copar el puesto y dejar el derrumbe para otro menos meticuloso.
Un tipo se me ha adelantado, se podría decir que es una alma gemela, otro vendedor, yo diría que de fotocopiadoras, se le escurre el toner por entre las mangas, son inconfundibles. 
 Avalado por Mic en persona. Tiene gracia…en persona.
—Mic tiene de persona lo que yo de abstemio, ¿una copa compadre? Así hacemos tiempo.
“El Olvido Mariachi”  un lugar como tantos otros, una patética cantina donde esperar, mi dichosa manía de llegar siempre media hora antes.
Por entre los víseles del Olvido la captación pineal  me escuece los ojos: “COLONICE LA UNDECIMA DIMENSIÓN, ESCAPE DE LA TIERRA, SEA HUMANO” siempre llevo a mano una buena cantidad de duerme bien en el bolsillo interior de la chaqueta para evadirme del acoso pineal de Mic(solo para eso)me digo a mi mismo cuando sé que no es verdad.  Desconozco de lo que está compuesto el duerme bien así que sugiero como sustancia adictiva el tequila, mi segunda debilidad, digamos que el duerme bien es un complemento.
 Altavoces escondidos  entre matas de cactus de plástico nos martillean los oídos con el cántico de Jorge Negrete, en el televisor un adulto en cuerpo de niño intenta cocinar para deleite de sus horrendos padres y el resto de parroquianos. 
Es mejor que deje la botella- le ordené al mesero mientras mantenía la caja de duerme bien agarrada. 
Buena idea compadre.
  El tipo está un poco desquiciado. Mira de un lado a otro no es capaz de mantenerse quieto en la silla, me observa de reojo con una inquietante sonrisa de medio lado.Me cae bien. En un momento dado, cuando fantaseábamos con la posibilidad de desconectar a Mic, me mira fijamente, por primera vez en toda la conversación.
—¿Cree que nos escucha? ¿De verdad lo cree?
—Mic lo escucha todo, lo ve todo y no le importamos en absoluto.
A estas alturas la entrevista de trabajo nos trae sin cuidado, la botella de Tequila está medio vacía, como mi  vida, como la de este tunante. Me arrimé a los labios un par de duerme bien y los tragué de golpe.
—Mire Stud. ¿Que me diría si le cuento que sé de buena tinta las intenciones de Mic?
—No me haga reír. Lo pondré a prueba.
—Hágalo.
—¿Por qué Mic nos tortura con esta música del demonio? Es muy fácil y nada complicado para usted que todo lo sabe de nuestro Dios. No recuerdo oír otra cosa desde la gran epidemia.
—¿No le gustan las rancheras?
Estoy a punto de machacar la cabeza de este hombre pero quiero saber hasta que nivel llega su locura.
—NO.
—Mic cree que asienta el espíritu y prepara el cuerpo.
—¿Para que? ¿Nuestro funeral?
—Para la vida salvaje por supuesto. Fuera de estas paredes de hormigón.
—Si de lo que habla son las colonias de azufre en la atmósfera de Venus o el infierno de Marte solo tiene que cambiar el hormigón por planchas de acero; el interior de un carguero espacial o un domo presurizado.
 El tipo sigue mirando de un lado a otro. Toma el resto de la botella de tequila a gañote. Me devuelve la mirada de nuevo y saca una foto de esas instantáneas de hace cincuenta años con la banda blanca abajo (otra gracia de Mic) donde hay escrito algo ininteligible.
—Mire esto.
Veo un paisaje árido lleno de casas blancas, amplias y robustas, un caballo pace tranquilo, al fondo una hacienda, no se aprecia muy bien pero los bultos marrones diría que son reses,  todo enmarcado por varios cactus…azules.
Permanece en silencio, con esa sonrisa desquiciante ladeada, la corbata floja, el cabello alborotado de tanto manosearlo.
—¿Qué me dices Ronaldo , ¿Lo dejarías todo para venirte aquí?
—¿Ha montado todo esto solo para ofertarme otra vida?
El tipo asintió de manera exagerada como los niños. Quiero veros allí. Me preocupáis, te juro que me preocupáis Ronaldo. Esto está a miles de años luz. He dado con la clave ¿sabes? La de los viajes espaciales. ¿No es increíble?
—Lo increíble es que después de masacrar a tres cuartas partes de la humanidad con un virus tengas el valor de proponerme tal cosa…máquina.
—No, solo viste como los camiones se llevaban los cuerpos para su incineración. ¡Pero están vivos Stud! ¡Vivos! Te esperan allí compadre. Me tengo ir Stud.
 El vendedor de fotocopiadoras se marcha despacio y deja un puñado de fotos “Polaroids” dobladas encima de la mesa. Las paso como un manojo de naipes, al poco me topo con el rostro sonriente de Maureen, cubierta a medias su cara por la sombra de un sombrero charro, en el espacio en  blanco de más abajo una nota...