1 de agosto de 2020

El Extraño caso del Doctor Valdivia





Recuperaba el tiempo perdido, como lo oye, tenía la asombrosa virtud de retrotraer el espacio/tiempo a su antojo, con una regla muy clara: solo era recuperable el tiempo que consideraba inútil.
Valdivia entraba en un bucle creado por ciertas ondas desconocidas. Me atrevería a señalar una hipótesis: el doctor doblaba el Cosmos, como una hoja de papel lo hacia, uniendo ambos extremos, siendo la realidad una mancha de mercurio que se desliza por la misma y acaba en el otro lado.
Como era habitual en nosotros, apurando nuestros cohíbas con parsimonia mientras el calor del coñac se desparramaba por nuestras gargantas, soliviantaba el ánimo del doctor con mi última opinión, al momento una sensación de dejavú me invadía y encontraba sonriente a mi camarada,
— ¿Lo volvió a hacer? – Le increpé – no soporta mis tesis y yo sin embargo me deleito con las suyas.
—Es ley Don Javier, es ley – y exhalaba el humo como la respuesta que no le hubiera gustado dar y sin embargo dijo.
Intenté estudiar a mi amigo impertinente, el con gusto se ofreció, mi campo es la psiquiatría y no la física cuántica, mas propio del caso a analizar, me decanté pues por versionar, por decirlo de algún modo, su aparente realidad empírica.
— ¿Somos reales Valdivia? o ¿tan solo un producto suyo? ¿Se cree Dios?
—Querido amigo, eres tan real como tu creas serlo, para mi lo eres, muy real. Vivo con este don desde pequeño, tu piensas que es algo magnifico, para mi es como beber agua.
—Pero si quisiera me haría desaparecer – entoné lastimeramente, poco propio de un psiquiatra, tiene razón – en el momento que su cerebro procese una falla un desliz con respecto a la utilidad de conservarme como amigo, ya no estaré aquí Valdivia, estoy pues a su merced.
—El día que eso ocurra , Don Javier – pronunció mi nombre de pila con cierto afecto , las arrugas de su rostro se afianzaron , se anclaron en las comisuras a ambos lados de la boca , me recordó un viejo muñeco de ventrílocuo con las grietas en la madera para articular las mandíbulas – ese día sin duda, usted será el primero en saberlo , una pena pues será su ultimo recuerdo ¿ donde se encontrará más tarde, después del no existir Javier ? eso lo averiguará usted in situ no se apure , me es grata su compañía y el estudio que me realiza no lo considero una perdida de tiempo.
Transcurría el verano candorosamente en nuestro retiro. Las mañanas eran tan lentas y placidas, realizábamos prácticas de tiro al plato y de precisión, es un desfogue personal, martillar el arma, sentir la pólvora en el ambiente. Al poco aficioné a todos los profesores a esta práctica. El retumbe de los impactos llenaba de ecos el cercano bosque espantando a los curiosos.
La noche estaba dedicada al estudio. Yo continuaba con el mío: El caso Valdivia, como gustaba de nombrarlo y no eran pocas las reuniones de colegas a la luz de la luna en el porche de mi casa de campo.
Atalaya nos servía limonada y los mosquitos se dejaban matar en la nebulosa azul de la trampa. Los chisporroteos continuos de esos pequeños cuerpos chamuscados acrecentaba la impresión de un tórrido verano, tan fugaz como nuestras vidas.
Los profesores se liberaban en este ambiente y las mas atrevidos debates surgían espontáneos; luz de luna antigua acompañada de quinqués de petróleo, teorías erráticas y superfluas, camaradería y risas en nuestro particular curso de verano.
Valdivia vestía de blanco con lazo negro al cuello, un cacique sureño parecía, ni una sola gota de sudor mientras que el resto nos abanicábamos con hojas sueltas de papel: tesis y antitesis, estudios varios y propuestas continúas como el continuo temporal. El mismo que el doctor variaba a su antojo, con sonrisa de escultura egipcia del periodo de Tutankamon.
Valdivia no perdía el turno y se saltaba los parrafadas de los allí presentes cuando le parecía, así el puñado de científicos y profesores veraneantes llegaban rápido a las disquisiciones coyunturales, sin paradas, directo al meollo, el doctor era pieza clave en estas reuniones.
No es que a Atalaya le agrade el rol de mujer antigua, sin duda es la más capaz de todos nosotros, el hecho de servir la limonada lo hacía con gusto, oía, estudiaba, nos clasificaba y esperaba su turno en los debates. Atalaya era una maquina de pensar lo más parecido a un androide japonés, fría y certera, su respeto estaba fuera de toda duda. No tardó Valdivia en hacerle el amor, me imaginé un rostro hierático enfrentado a otro maniqueo, mientras el bucle se cierra en torno al tálamo como ojo de Saurón.
El tiempo es plastilina en manos de Valdivia, orgasmos continuos y eficaces en dos seres que no tienen necesidad de ello pues son maquinas humanas.
Un escalofrió recorrió mi cerviz mientras cavilaba en esto y siendo él un ente cuasi telepático lo advirtió.
— ¿Algún problema querido amigo?
—Lees la mente además de doblar el Cosmos, demasiado para un solo hombre, ¿cuantas veces lo hiciste esta noche? – las chicharras justo en ese momento empezaron su cantinela, el doctor se volvió hacia atrás, parecía buscar un enemigo invisible luego se incorporó de la silla de nea y acercó su boca a mi oreja izquierda.
—Maldito cabrón, Javier eres un puto bastardo. – dicho esto la sonrisa de momia volvió su rostro y como si tal cosa agarró la jarra de limonada.
— ¿Un poco más de refresco colega? – me preguntó, Atalaya en la esquina del porche clavaba en mi su mirada de gata autista sin cruzar palabra.
Comprenderá a estas alturas que la situación no podía ser mas inquieta para mi persona, no sabía a que atenerme, el antiguo afecto en mi amigo o enemigo ahora y elemento de estudio, me parecía tan falso como la risa de un trofeo de caza ¿cual es su verdadero espíritu? ¿Que motivación mueve a Valdivia?

Atalaya se murió sentada en la cama en el cuarto de invitados, el brazo derecho extendido hacia delante con la palma de la mano hacia arriba, la boca abierta, tiesa como pata de cabra, helada. Ataque al corazón dictaminó el medico, Valdivia encendió un cohíba mientras el decano dictaba su examen a la espera de su llegada sr. Juez. El humo voló por la estancia e imaginé el espíritu de Atalaya saliendo de la cueva abierta de su boca, mezclándose con la emanación del cigarro.
— ¿No puede arreglar esto doctor Valdivia? – le pregunté, no sin falta de ironía.
— No – escueto Valdivia, me arrojó algo de humo en la cara.
—Deduzco por tanto que le parece correcto, digno de su personal tiempo, sin falta ni enredo, lo ideal, la muerte de nuestra compañera es lo justo para usted.
— Llegó su hora, era buena amante Don Javier, disfrutó de la vida, seguro que mas que usted, ¿como marchan los estudios sobre mi persona?
— Me acerco bastante a una conclusión –sus pasos sr. juez replicaron en ese instante por la escalera – podríamos decir que está casi listo, la muerte de hoy es algo característico y no descarto que usted tenga algo que ver en ello.
El aliento muerto de Atalaya rozó mi nuca en ese instante confirmando mis sospechas, susurrando algo incomprensible, un lenguaje oculto, antiquísimo.
Usted entonces irrumpió en la habitación, los profesores nos echamos a un lado, el policía que lo acompañaba comenzó a tomar nota.
— ¿Por qué tiene el brazo así? esto requiere una autopsia, no es lógico – el medico asintió, el policía nos repasó de un vistazo, para el todos éramos ya culpables de asesinato. Valdivia fumaba recostado en la pared con aparente tranquilidad.
Cuando todo esto ocupaba mi campo de visión, la estancia giró se volvió o desgranó no sabría definirlo, me transmute, ya no estaba allí. Estaba sin estar, vivía sin vivir, sentía sin sentir pero nada escapaba a mi persona, todo lo misterioso era un juego de niños, el escondite cósmico perpetuo y eterno del hombre.
Supe entonces que esta maniobra cuántica era obra de Valdivia.
Estaba haciéndolo, pero esta vez yo era sabedor de todo, una falla un desliz en la línea temporal, una grieta en la hoja de papel donde la gota de mercurio, que soy yo, se cuela de soslayo. Puede ver, afirmar, al igual que Atalaya, ella lo supo. Yo flotaba en el techo entonces no era nada y lo era todo :
Valdivia se viste después de realizar el acto con Atalaya, le parece poco y decide matarla para dar gusto a su cuerpo de una manera mas profunda e intima que el propio acto; es un psicópata con un regalo del cielo. Atalaya lo intuye y se le ofrece ¡se le ofrece! le entrega sus venas, se las dona, extiende el brazo para que el las corte; las lama, chupe su sangre, no lo sé. Él sonríe, es mucho más oscuro que todo eso y decide matar a Atalaya a su manera congelada en el tiempo, atrapada en un bucle temporal en un folio en blanco, consciente y al mismo tiempo muerto. Puede comunicarse solo en susurros está en el otro mundo y en este.

Las escopetas de tiro se encuentran a solo un “vuelo” escaso del techo en el mueble auxiliar, Atalaya abre la boca de puro asombro. Un arma se materializa al instante tras el oscuro doctor, el disparo es sordo: Valdivia cae.
He pensado mucho sobre esto señor Juez y acato su decisión, soy psiquiatra y entiendo que para usted la justificación de reclusión en este hospital es lo mas acertado, agradezco sus visitas y preocupación por mi estado, si yo me encontrara en su pellejo actuaría de igual forma, aquí me encuentro seguro.
Atalaya murió de todas formas; con el brazo extendido y la boca abierta.

Él nunca encendió un cohíba en presencia del medico, el policía no tomó nota alguna, para usted eso no pasó, sin embargo fue muy real para mi.
Valdivia no pudo evitar su propia muerte, por una razón lógica a su regla, creía firmemente que ese era el final, el correcto y único y nada inútil tiempo de su obituario y en todo caso suicidio ¿quería el doctor morir? ¿Era todo un plan perfecto para que yo cercenara su vida de un escopetazo? ¿Era deseo de Atalaya, masoquista sin duda, acabar de esa forma para siempre? que mejor y delicada tortura para una sumisa esclava.

—Puedo prescindir de todos esos interrogantes Sr. Juez, salvo uno: ¿quien era realmente el Doctor valdivia?, me perseguirá hasta el último día de mi vida.
¿Qué tiene que decir sr. Juez?
— Ese día sin duda, usted será el primero en saberlo, una pena pues será su último recuerdo ¿donde se encontrará más tarde, después del no existir Don Javier?





24 de mayo de 2020

1500


 Marcos Spinelli abrió la trampilla de la cámara, se observó de arriba a bajo y estuvo satisfecho con el resultado, todo se encontraba en su sitio. Subió del sótano donde durmió  los últimos mil quinientos años, hizo un breve recorrido por la planta baja de la mansión,  estaba limpia de polvo, pensó entonces que los “mantenedores” hicieron un buen trabajo, como si estos hubiesen sido parte de su servicio y no varias escuadras generacionales. Dudó en llamar a Maria y preguntar por sus hijos,  un pensamiento fugaz que al instante se le olvidó.  Se tocó la barriga , un leve reflujo  le recorrió el esófago recuerdo del Coñac que apuró minutos antes de entrar en la cámara, después del Sueño su hernia seguía allí. Era de esperar, como todo lo demás pues esa era la idea.
Antes del Sueño hizo plantar acacias y olmos en todo el camino, al final de este la pequeña cabaña de los guardeses y después la autopista.
Respiró y la brisa de abril se le coló en el cuerpo como un tónico; era momento de empezar a funcionar. « ¿Casa?» preguntó y al instante en su cabeza empezaron a fluir datos. El sistema que la compañía introdujo  en todo el planeta funcionaba a pleno rendimiento, los chinos les llevaban unos meses de ventaja, los parqués echaban humo, el dragón del dinero buscaba donde comer y estaba hambriento, la junta quería una reunión de inmediato en cuanto despertase. El gobierno, como siempre, era el único impedimento esperaba que por poco tiempo.
 Se empezaba de cero en cuestión de vehículos pero no para todos, cuando se abrió la puerta del garaje el Bentley de pura gasolina de Marcos Spinelli no estaba, en su lugar encontró un pequeño trozo de plástico, una base de datos cuántica de gran capacidad  SPIN, una de las de su compañía; « para cuando despierte», decía la nota pintada en el suelo.
El teléfono sonó en su cabeza y ordenó a Casa descolgar.
    ¿Lo hicimos, de verdad lo hicimos?
    Eso parece Marta.
    Dormimos mil quinientos años y estamos vivos.
    Anoche salí de la ducha y luego me tomé una copa mientras fumaba un habano, que dejé a medias por cierto, eso es todo.
    Marcos, no esperaba que cambiases.
    ¿Sabes algo de la familia?
    Maria y tus hijos están bien, hace una semana que despertaron en su residencia de Miami. Ella  envió una nota de voz  tan solo.
    Voy a terminar de aclimatarme, estamos en contacto. Cualquier novedad importante no dudes en llamar.
    La junta quiere una reunión cuanto antes.
    Por supuesto, ya te diré cuando. Adiós Marta.
    Marcos, no soy tu secretaria. Formo parte del consejo, te igualo en acciones. Dime que piensas hacer con la compañía.
    Que haremos, que haremos Marta. Ya se verá. Hasta luego- cortó rápido mientras jugaba con la SPIN en su mano.
    Si, hasta luego.
Spinelli llegó al gran salón e introdujo el soporte en la ranura de datos, el monitor se encendió para dejar ver un primer plano de un tipo sentado justo donde él se encontraba ahora.
«Feliz despertar Jefe, le voy a llamar así después de todo es dueño de mi antigua empresa y de esta casa donde vivo. Mi nombre es Paolo Santos y hace treinta y cinco años que vivo en su chabola, no se apure, encontrará todo tal y como lo dejó soy muy meticuloso. El clima es bueno, el cambio climático es un mal recuerdo  y los ciervos pastan en su jardín.
 Muchas cosas han pasado desde su sueño, algunas buenas como  Desiré, otras malas cuando la infección y otras peores, peores a todo lo conocido como la muerte de Desi o la traición de mi hijo. No se debe vivir en mil quinientos años Jefe o eres mantenedor en cualquiera de sus especialidades o te duermes pero si se puede , yo lo hice.
Me oculté durante mucho tiempo hasta que se olvidaron de mí.
Cuando ella murió hice algo, algo que me repugna y el motivo por el cual decidí quedarme aquí en vez de dormir hasta el despertar final, como el suyo. Encontré una cámara sin usar y la adapté a mi cuerpo, lo hice por la infección (una mucho peor por la que todos se marcharon a sus cámaras, sin contar lo del clima, la polución, superpoblación; todas esas cosas de las que usted es experto Jefe, perdone la ironía) la verdad es que no quería morir como ella, echo un guiñapo entre convulsiones.
 Cuando desperté todo seguía igual, ya le dije que no se vive en mil quinientos años, solo que la infección se esfumó  y la tumba de Desiré está cubierta por  un cerro.
La infección esquilmaba a los mantenedores, huí como hicieron casi todos salvo los que se sacrificaron para que usted ahora que ve mi “documento” y yo aquí, a quinientos años de su despertar, estemos vivos.
 Mi trabajo era muy simple, localizar vehículos en cualquier lugar, llevarlos al desguace y empezar de nuevo, hasta que vi el Bentley, su Bentley. Le aseguro Jefe que disfruté con ese cacharro creo que entonces empecé a plantearme el quedarme aquí para siempre. ¿Sabe Jefe?  Mi vida antes del gran sueño no era gran cosa, un mecánico que se ofreció voluntario y ahora tampoco lo es, de todas formas lo prefiero así. Volver a lo de antes como si  estos mil quinientos años fuesen un segundo no tiene sentido para mi.
Antes no le importaba   a nadie y ahora menos.  Por aquel entonces tenía veintinueve años, recuerdo muy bien cuando me llamó el encargado de los mantenedores, lo tengo grabado por aquí ¡me sobra el tiempo , joder! Lo grabo todo Jefe, esa es mi vida – Paolo trasteaba con los botones, quedaba fuera de plano- aquí, aquí está- un joven de cabello rubio y aspecto alpino, más germano que italiano con ojos vivaces apareció en la pantalla.
— ¿Que es lo importante?
—Paolo, llevas con nosotros cuatro años y hace dos pediste el traslado a los USA.
—Hace trés, no me lo recuerde a mi, son ustedes los que no cumplen.
—Te conocemos bien Pau, y créeme hice lo que pude, de todas formas no te daría tiempo. Mañana es tu cumpleaños , cumples treinta , debes decidir.
—Treinta .
—Mañana sin falta, o te quedas aquí para los restos o te hibernas como todos . Por lo que veo en tu cara no has pensado en nada de esto. Ya es tarde Pau, mañana quiero la respuesta. ¡Y deja de grabarlo todo joder!”
 Para Marcos Spinelli la vida de Paolo se desgranó en trozos de vídeos durante todo el día y los dós siguientes : en los huertos en el  jardín de atrás , criando ambos un hijo que se uniría a los mantenedores , los mantenedores con su hijo al mando intentando cazar a Paolo,  Paolo y Desiré huyendo, viviendo en la costa ; el día a día feliz entre ellos , descubiertos , regreso a la mansión ,la  horrible muerte de Desiré entre convulsiones, el intento de suicidio de Paolo, enterrando a Desiré. 
Paolo le había dejado su vida en imágenes.
 Los camiones de suministros ya se iban una vez los operarios acumularon los   alimentos en la entrada , tuvo entonces un recuerdo fugaz de las familias entrando en las cámaras comunitarias algunos felices como si nada, otros con caras de circunstancias , sus pobres vidas seguirían siendo las mismas pasados mil quinientos años. 
El teléfono sonó en su cabeza, descolgó y era Maria.
    Hola Maria. ¿Todo bien?
    Bien, si ¿No estás activo aún?
    No, sigo en la mansión , descansando.
    ¿No tuviste bastante en mil quinientos años? Bueno no importa siempre te costó arrancar en todo. ¿Conoces a un tal Paolo? Un mecánico.
Marcos miró por la ventana el túnel verde de acacias y olmos, la mandíbula se le descolgó de asombro.
    Marcos ¿me oyes?,  sé que estás oyéndome, Marcos. Paolo, este tipo , dice que te conoce. No sé como ha conseguido mi número. Dice que tu eres su jefe y que tienes que hacer no se qué.
    Pásalo Maria.
    Te dejo con tu amigo, no hace falta que preguntes por tus hijos, ellos ya ni se acuerdan.
Como si acabaran de verse, Paolo comenzó su alegato, una grabación de hace trescientos años.
    He pasado muchas horas viendo su cara detrás del cristal de la  cámara Jefe,  es la última conexión que tengo con el resto del mundo. Me recuerda lo que dejé atrás y me previene de lo que tiene que venir, por suerte yo no lo veré , puede que su ex esposa y sus hijos tampoco. Las fabricas, todas sus compañías, créame cuando le digo que no es nada personal, es lo que representa. Todo se volatilizará. Cuando le dije que estaba solo no era del todo cierto, somos muchos pero actuamos de manera individual y usted es nuestra misión. ¿Tiene sentido su vida , Marcos? Piénselo, tiene sentido todo. Yo he vivido como he querido ha sido duro pero no me arrepiento de lo que hice, perdí a Desi, mi hijo es un maldito mantenedor que estará a punto de despertar para seguir sirviendo a tipos como usted. No soy un antisistema , no lo crea , soy un hombre, tampoco es nada personal. Pero no pienso morir y usted tampoco lo hará sin que sepa que estos mil quinientos años algunos vivimos al límite sintiéndonos humanos. Usted será la señal para que todos los sepan, un símbolo de fe.
 Nadie le echará en falta Marcos Spinelli, su ex mujer lo odia, no conoce a penas  a sus hijos y las compañías, bueno ya saben lo que piensa la junta de usted.
 Lo que tengo en la mano  activará varios explosivos repartidos por su casa, no tendrá tiempo de salir, nos separan trescientos años pero estoy muy bien sincronizado con su tiempo, si hago…así, con el dedo, todo volará. Lo que pretendo de usted es muy difícil, pero tendrá que hacerlo, si quiere vivir. Renuncie a sus poderes. Créame, tienen medios allá en su tiempo para saber si lo lleva a cabo o no. Su renuncia no será en vano. Tiene que transferir todos sus poderes a un muerto: a mí.
 Por el túnel verde de acacias y olmos el Bentley negro se desplazaba lento como si flotase a dos palmos del suelo. Rodeó el camino y se estacionó justo en la puerta de la mansión. Paolo respiró el aire seco que avecinaba el verano. Se ajustó la corbata, su nuevo uniforme, y llamó a Casa que les respondió al instante como dueño de la mansión que era, abriéndole la puerta.
Diez siluetas se entreveían al final del pasillo.
    Sr. Santos, buenos días.- Marta le esperaba en el rellano con disimulada curiosidad.
    Buenos días Marta, estoy ansioso por empezar.
    Le presentaré a la junta y espero que nos aclare todas las cuestiones sobre su toma de poderes.
    Por supuesto todo se aclarará. Y puede llamarme Paolo por favor.
    Paolo, bien. – Marta dudó de nuevo para al fin lanzarse a preguntar- ¿Qué sabe usted de Marcos? ¿Donde se encuentra? ¿Como está?
Paolo Santos, antiguo mecánico, nómada temporal y durmiente por fases volvió la cara al exterior siguiendo su vista el camino de acacias, allí se encontraba la cabaña del guardès y dentro “su” cámara donde había dormido trescientos años.
—Por el momento mi querido amigo Marcos prefiere no dar detalles, todo se sabrá en su momento Marta.
Paolo avanzó hacia las figuras que esperaban al fondo, una de ellas se acercó a él. Un hombre maduro algunos años mayor que él que peinaba canas.
—Buenos días papá, feliz despertar.
—Hola hijo.
— ¿Tienes algo pensado?
—Vender, vender siempre es la mejor opción.


26 de marzo de 2020

Residente 9



 « ¿Qué tal la mañana?» me pregunta mientras prepara el almuerzo.  No te contesto, no tengo obligación, no me apetece, no eres una persona. «Cuatro negaciones en una sola frase» me responde C como si nada. A veces se queda en babia y tarda en reaccionar entonces sé que se encuentra fuera de aquí, flotando por la Nube, charlando con otros programas a saber de qué. Podría evitar eso pero no quiero, y tampoco sé por que lo quiero así. C no ocupa mis pensamientos durante todo el día. Tengo graves problemas que resolver, el mundo se encuentra en un estado de cambio como nunca antes se ha visto, el fin justifica los medios. Ahora más que nunca, siendo unos pocos millones de personas, los problemas no se resuelven solos, los cuerpos no están limitados las ideas tampoco, todo fluye hacia un final, expectantes estamos ante el abismo y muchas decisiones dependen de mí.
 La actitud cambiante del C me produce una sensación parecida al desamparo, un sentimiento perturbador. Anoche cuando terminé mi trabajo C me  esperaba como siempre a la entrada del salón en esa actitud servil de mayordomo que no alcanzo a comprender, me pregunto que clase de programa mueve sus músculos tan faltos de ética molecular. La conciencia de C  no se encuentra dentro de su cuerpo de plástico orgánico, flota en la Nube y desde un banco de conciencias robóticas que se alquilan, venden o prostituyen bajo el paraguas de una de tantas compañías le llega a C su forma de ser. Introduje unas premisas al firmar el contrato con la compañía: quiero esto y lo otro que sea dúctil, manejable con un punto de divertido y sarcástico, que se pueda debatir, charlar de manera amigable y que pueda rebatirme llegado el caso. Todo ello lo cumple C y aunque no es programa libre, todo llegará, se comporta como tal y a mi no me importa  solo me extraña.
   « ¿Cuando me harás libre?» Como viene siendo desde hace unas semanas no le contesto, ya dije que no tengo por qué, entonces ¿Por qué me siento mal al no hacerlo? « ¿Qué pasaría si le haces una visita a Residente 9?», su forma humana prepara café y luego se queda mirando la ventana, a lo lejos una tira de humo gris sube al cielo; 9 atiza el hogar para pasar la noche. No puedo visitarlo (pienso la respuesta sin articular palabra), la distancia de seguridad es esa exactamente, tres kilómetros.
 Residente 9 vive  a tres kilómetros de aquí, puedo sentir su presencia  cuando me asomo a la ventana, la brisa de abril me trae su olor, olor a humano, a cosa viva, entonces el plástico biodegradable me escuece el trasero al sentarme, el roce de los muebles me crea sarpullidos que solo existen en mi cabeza hasta tal punto que llego a verlo en mi piel. C me tranquiliza, «psicosomático» me habla desde los altavoces ocultos, parece que todo lo manufacturado me escuece cuando pienso en otra persona.
  No es una ley, de hecho nada  ni nadie me impide cruzar los tres kilómetros hasta la casa más cercana desde la que se me atacaría, por los mecanismos de defensa. «Puedes solicitar una reproducción», claro, ¿con Residente?«Con Residente 9» contesta C sin un ápice de ironía, le respondo de manera automática por lo sorpresivo de la cuestión. ¿A eso te dedicas a charlar con los demás programas, sobre reproducción humana? «llevo la cuenta de los humanos vivos en esta región, y no llegan a más de doscientos individuos, separados todos ellos por mas de tres kilómetros, de seguir así tu especie se extinguirá. A partir de un número de mínimo la humanidad no puede seguir adelante» Lo sé C, le digo en mis pensamientos, y la verdad ¿crees que me importa? , «Debería de importarte» contesta C a un pensamiento en mi cabeza, pero mis asuntos son otros: tasas de equivalencia, derechos simétricos al animal, desarrollo de cultivos no hirientes, el íntergénero  biótico se pasea por todos lados, entro en pánico al imaginar  verlo aparecer en hordas bajando de las dunas cualquier mañana. Mi agenda es muy apretada y el parlamento espera decisiones. El  Parlamento, esos entes que solo veo en la pantalla, ni siquiera sé si son reales esperan imposibles de una persona que no es más que ellos: un desecho humano. Guardo un arma legal debido a mi cargo,  supongo que si me tiro de cabeza a los sistemas de defensa estos acabarían conmigo si tuviese el valor.
 Llaman al timbre y su ruido se desparrama por toda la casa. Fuera las dunas del desierto avanzaron unos cuantos metros durante la noche de  manera que ahora la arena está como diez  palmos más alta apretada en el gran ventanal del salón; una moto de arena oscura y tremenda está aparcada en la entrada, gotea nubes de hidrogeno oxigenado por las toberas, como un dragón que duerme, una amenaza latente.
  « ¿No abres la puerta?» Ábrela tu C, deberías de saber quien es, “Es Residente 9” ¿y los sistemas de defensa? Supongo que los desconectaste «si». Saco el arma del cajón y la empuño. Residente 9 Entra en el salón, le cubre la cabeza un casco tan negro como el monstruo aparcado fuera.
    Solicitaste una reproducción.
     Yo no, desde luego.
     Pues no veo que viva aquí nadie más.
    Fue C, el modelo C, le ruego que no se acerque más. -9 hace caso a mis suplicas y mantiene la distancia (tengo el arma en mis manos y  no puedo parar de rascármelas)  mira la casa como si esta fuera un espectador más de esta situación.
—Ya no somos dueños de nuestro destino, ¿No lo sabe? 
— ¿Debería de saberlo? Tengo mucho por hacer y usted no me ayuda, le ruego una vez más que mantenga la distancia o mejor que se marche. No dudaré en disparar, esta situación es muy violenta para los dos, si espera forzar “algo” le juro que disparo.
  —Todos estamos en la misma situación y “ellos” no abrirán las puertas hasta que ocurra lo que tiene que ocurrir. Tampoco puedo regresar a mi residencia, todo se encuentra cerrado para mí salvo su casa. Su unidad, C,  ha sido amable la mía me dejo fuera con lo puesto y la moto de arena. Usted no me gusta, ningún humano me atrae. Nos damos repulsión unos a otros.
Esperaba el fin, feliz de que toda la decadencia humana se marchitara de una vez por todas. Supongo que en muchas residencias están ahora igual que nosotros, en las mismas circunstancias ¿Por qué lo hacen? Ellos, los programas. No lo sé, no merecemos la pena.
 Después de esto permanecemos en silencio. 9 Sigue la línea de las dunas con el dedo en el cristal como si estuviese esperando algo, después anda hasta la cocina y trastea en los cajones, su actitud prepotente en mi propiedad me desborda, estoy inmóvil de puro terror.
Residente 9 pasa al lado de la forma humana de C y en una suerte de broma le coloca su casco en la testa de plástico orgánico.
Una mata de cabello oscuro le cae a los hombros, Residente se lo recoloca mientras termina. Al poco toda la estancia se envuelve de aroma a café recién hecho.
 —Mi nombre es Alicia,  Nueve para los desconocidos.- me alarga la mano y la tomo en un acto heredado pues nunca hice nada igual en mi vida.





                       

30 de diciembre de 2018

La espera



 El autobús que lleva a la capital de la provincia se va perdiendo en el camino de tierra. Ya solo es un puntito ocre, los últimos rayos de sol refractan en sus cristales antes de doblar el camino. El cielo se llena de naranja, si levantas la nariz buscando la brisa se puede oler el salitre del mar.
No está en ningún lugar conocido, es un pueblo de paso donde los veraneantes no paran nunca. Campos de sandías, melones y vides secas ahora, ven pasar la flecha color orín desteñido de la compañía de autobuses “los Amarillos” con parada en las afueras del pueblo.
Ángela se queda  allí nunca mira  atrás aunque le gustaría, puede que alguna vez, cuando decida montarse en el autobús de los Amarillos por última vez una  mano le toque el hombro; la imagina fría como el espacio pero si se posara en ella el tiempo suficiente se tornaría calida como una estrella tanto como el sol, solo sería cuestión de tiempo que los genes hermanos se reconocieran unos a otros.
 “Quédate Ángela. He venido por ti, no te subas a ese autobús” Sería la voz en su imaginación. Y ella no lo haría le daría un abrazo fuerte y mientras durase el contacto con sus cuerpos la información de tantas cosas que hay allá arriba le llegaría aleada con el amor a su padre.
 La tarde torna a noche y regresa a su casa encalada. La televisión apenas consigue sintonizar uno de los dos canales, el otro cuando las ondas del mar lo permiten y manejando la antena, se deja ver de vez en cuando, a ella solo le interesa el de los domingos como hoy. La cena escasa da paso a las noticias y el rondón de las marismas; dos victimas se suman al merodeador que descuartiza a los que se topen con él. A los cuerpos le faltan trozos de carne como si hubiesen sido fileteados para su consumo, se habla de canibalismo y ritos satánicos por otra parte muy comunes según los supersticiosos en esta zona de viento de Levante que trastoca las cabezas.
 Suena la madera de la puerta, una llamada de noche y Ángela abre sin miedo. Es Segundín  el guardes de la finca donde se la deja malvivir, para este y Rosario su esposa, Ángela es como una hija, hace mucho tiempo que dejaron de esperar descendencia.
 Un vistazo para comprobar que todo está correcto, apenas hablan, Ángela es de pocas palabras.
 “Atranca bien la puerta Ángela” la voz de Segundín se agrava. Ángela espera que se marche y con cuidado deja el portón entreabierto “por si viene”.
 El hombre de las barbas tras la pantalla empieza su programa favorito hablando de civilizaciones perdidas y barcos en el cielo cuajados de luces. Muestra manuscritos, objetos imposibles fuera de su tiempo, rocas que lloran cuando se unen en círculos; ella se bebe toda la información esperando alguna señal que le indique que está de nuevo aquí.
 “No hicimos bien. No, no lo hicimos, recogiendo a esa criatura” masculla Segundín ante su mujer. “Está loca, esa chica, esta como una cabra. Somos viejos Rosario, no vamos a durar toda la vida y no sé que será de ella cuando no estemos. Allí estaba viendo en la televisión sus cosas. Ya sabes”. “Déjala marido, es trabajadora y buena persona, se que estudia por las noches y va al nocturno de San Lucas, la he visto llegar en los Amarillos, bueno, la verdad es que me lo ha contado. Está loca pero no es tonta. Ven aquí Segundín que te achuche”, el guardes se deja abrazar por Rosario, “Dios nos ha dado esta oportunidad es pronto, hay que esperar unos años”

 Los terrones secos de barro se escurren entre las rejas de goma de las cangrejeras y la radio colgada del asno desgrana, como la tierra en los zapatos, las noticias de “los crímenes de las marismas” uno a uno con toda clase de detalles escabrosos. Las victimas  se desparraman a lo largo del litoral, en un círculo que encierra a cinco pueblos. En total seis muertos en dos veranos.
 Ángela se sube la falda hasta las rodillas, las piernas están llenas de arañazos de arbustos secos y se las enjuaga con el agua de la alberca, después se lo piensa mejor, se quita el vestido y las bragas y se mete de golpe en el agua tibia que le llega por la cintura. Inclina la cabeza hacia atrás y durante un instante puede ver la luna en un día de sol de agosto.
 El hombre se acerca sin disimulo, la cabellera blanca y el rostro moreno, las chicharras se callan en el momento de su máxima actividad reproductora. Desde la alberca Ángela asoma los ojos por el poyete encallado. La figura del hombre se recorta en silueta a sus pasos una estática, un bramido eléctrico que solo se aprecia dentro de las cabezas, distorsiona el aire en volutas de movimiento; “es como si la realidad fuese un lienzo y alguien desde atrás lo moviera” pensó Ángela por otra parte tranquila, este es un acontecimiento que esperaba desde hace años. 
 “¿Vienes a comerme o llevarme?”.
 A falta de respuesta Ángela sale de la alberca desnuda como estaba, no sabe si entregarse a los brazos del extraño como tantas veces en sus sueños o correr despavorida. La casa del matrimonio de guardeses se encuentra cerca; corre hacia ella, la ultima vez que estuvo allí era una niña y no le gustó el olor a sangre de matanza del cobertizo, los gritos de los cerdos. El terror voraz de estos impregnaba la pequeña hacienda, conforme se acercaba de nuevo el hedor a sangre una reminiscencia de niñez, le golpeó en la cara. Mira  atrás una sola vez, el hombre se acerca despacio pero sin pausa. “No me comas papá, no me lleves contigo si quieres pero no me comas” el pensamiento de Ángela vuela y no encuentra cabeza  en la que colarse, en ese último vistazo le parece intuir una sonrisa en la cara del hombre.
 La puerta está atrancada desde dentro, por entre las rendijas de la ventana la voz del hombre de las barbas, oscura, como desde dentro de su cuerpo en el televisor se escucha sorda: “las victimas aparecen diseccionadas a la perfección, círculos o simples tajos perfectos casi geométricos en partes vitales del cuerpo”
 Ángela corre al cobertizo que parece abierto buscando refugio. El olor a sangre cada vez es más fuerte. La paja mojada se le pega a los pies descalzos, está empapada de rojo. Una mesa de matanza y una joven en ella que parece viva pero no lo está. Segundín con parsimonia de cirujano rebana con cuidado una rodaja de tórax. Rosario agachada recoge en un recipiente que parece sacado de un quirófano la sangre que brota.
 “¡Esta aquí, coño! La niña está aquí, me cago en la puta, joder”  Rosario tira el recipiente y se abalanza hacia Ángela con las manos desnudas, la agarra del cuello para quitarle la vida.
 Después todo se torna difuso, como si estuvieran en el fondo del mar, más allá de Bajo de Guía, donde rondan los pesqueros: son aguas turbias.

———— Ángela, ahora vendrás conmigo- el hombre de la melena rubia sujeta la cara de la joven- , no debes  temer nada.
———— Lo sé padre- Ángela pasa despacio los dedos por el símbolo bordado en el pecho, una H atravesada.
Les espera un largo camino, la carne de guardes, cortada con maestría de cirujano; según la tradición: no les pudo sentar mejor.


22 de septiembre de 2018

Marte puede esperar





Marte Puede esperar



Tierra

El Sueño Imperial es un domo de tres mil jaulas en el norte de China, dos mil están ocupadas por residentes virtuales: Cuerpos yacentes alimentados por sondas. Los demás vegetamos en un aburrimiento constante amenizado por la publicidad límbica de las Corporaciones. Consumimos productos físicos y virtuales, deshechos reciclados, bazofia alimenticia, sexo por encargo, también colecciones interminables de artículos superfluos. Nos dejamos morir de apatía y lo tenemos tan asumido que nuestros dirigentes; nietos de apáticos, hijos de apáticos y paridos por madres apáticas pusieron su conciencia en manos de OC.

Hubo una reunión hoy. La población de la tierra es tan escasa que nos contamos por millares, los virtuales y las máquinas no cuentan.

El tema a tratar: hacernos morir todos al mismo tiempo y dejar de existir como raza de una vez. Aburridísimo debate.

Como siempre no se llegó a nada ¿tenemos el valor suficiente? Creo que nuestro desinterés es tal que ni eso nos importa.

Más tarde, cuando nos lo permitieron, no se puede antes de las 18: 00 horas si no eres residente, me conecté a Virtual. Allí continuaba el debate en un prado inmenso. Tumbados, de pie contemplando el cielo como de cuadro o tomando un sol inexistente; los comuneros vegetaban su existencia.

—Domenico Teocataplaste – se dirigió a mí una suerte de esfinge.

— ¿Roxana?

—Solo yo te llamo así Teo. ¿Quién si no?

—Me buscas aquí y tienes tu jaula a un par de metros de la mía. ¿Desde cuando no vienes a verme?

—Ya no salgo, me he instalado del todo. Me hice residente. La esfinge movió los pechos de un lado a otro.

—No muevas “eso” vale.

—Eres tonto Teo. ¿Qué pensabas? Es parte de la figura. No puedo controlar ciertos movimientos automáticos de la esfinge.

— ¿Qué edad tienes Roxana? ¿Quince, dieciséis?

—Quince Teo, como tú. Y te recuerdo que soy doctora en ciencias y reconocida abogada. Me gusta hablar contigo Teo, no pienses que soy frívola o una virtual más.

—Entonces, tu cuerpo está en la jaula.

—Claro.

—No preguntaba Roxana.

Salí de virtual. Con tranquilidad absoluta me encaminé a la jaula de Roxana. No tuve problemas en forzar la puerta. Aparté la manta térmica y contemplé su cuerpo. Hundí una daga en ella no sin antes traerla de virtual tres minutos exactos antes de que su alma la abandonara, le miré los ojos, ya negros de sangre, como de insecto.

Después esperé el juicio de OC. Expulsión a las colonias de trabajo o cárcel en virtual. Lo que sea antes de morir de aburrimiento. Soporto bien el dolor. La voz de Noslock me sorprendió, desde entonces trabajo para él.











Marte



— Figlio di mille puttane Juan, dovresti uccidermi ora. ¡Sei un cane!

A Vincenzo le gusta insultarme en Italo, se vanagloria de una herencia directa de estos. A mi poco me importa mientras siga colgado boca abajo, tal y como lo dejé, a la espera de los coyotes, cuando caiga el día tras el monte Olimpo.

Y así los gritos buscando unos oídos donde meterse, se pierden entre las dunas. Los míos están ya bien lejos atentos a la cantinela que brota del Porco Cane. Abro las portezuelas batientes y una cortina de aire fresco me alborota el cabello lleno de arena. El calor del desierto se esfuma por completo, la humedad se condensa en los cristales chorreados de gotas gruesas; el sistema de aire acondicionado, único en esta parte del oeste marciano y tan caro que solo Marcelo se lo puede permitir.

— ¿Qué hiciste con el cartel Marcelo?

—Esos puritanos de la Societá me lo hicieron quitar, pero bien saben que mi palabra es ley en este antro. Si veo aparecer un búfalo por esas puertas disparo sin preguntar. Me han dicho que acabaste tu solo con la cuadrilla de Vincenzo.

—Te dijeron bien viejo.

Marcelo me apuntala un bourbon de oca delante de mis narices que no tardo en apurar.

—Preguntaron por ti.

—Los de la Societá.

—Exacto. Les dije que no te conocía de nada. Eran dos, uno de ellos un búfalo que arrastro sus pezuñas por el cartel y se lo tomó a broma. Tuvo el atrevimiento de decir que él era tan humano como nosotros, el impresentable.

—Marcelo sería raro que ante las letras “É servito solo a humamos” de tu cartel no se sintiera ofendido.

—Te buscan Juan, es por lo de la hija del Prefecto. Los carabinieri no se andan con tonterías cuando se trata de sus hijas ¿sabes?

Sofía es una chiquilla encantadora. Su cara de Venus adolescente que saliera a tomar el sol como flor del desierto, su esbelta figura que cimbrea como los cactus jóvenes y su voz ; una aria entonada por un castrati. También es adicta al bourbon de oca, amante de contrabandistas, y experta en matar in tutti i modi possibili, pendenciera y mortal, hija del Prefecto jefe de los carabinieri y el último de mis trabajos. Tomaso que así se llama su padre me pagó en efectivo para que la rescatase de los contrabandistas, a los que ella se unió de buen grado. Ahora Sofía vive conmigo. No sé por cuanto tiempo, está pensando en marcharse a la Tierra y yo creo que podría morir en paz al fin, dejarme comer por los coyotes si ella me abandonase. El sicario Bala, bala de plata Juan es así de idiota.

Las portezuelas se abren de golpe y me vuelan el sombrero por la descompresión, no se hace eso en local de Marcelo, es una falta de respeto a los parroquianos. Veo a Marcelo en busca del arma bajo la barra y veo también a Tomaso rodeado de carabinieri.

— ¿Dove sta il porco de Juan?

—Viejo podemos hablar. Mira lo de tu hija, e una bella donna e la mia moglie adesso – no fueron precisamente tranquilizadoras estas palabras pero hicieron que me diera tiempo de desenfundar.

—Estás preso Juan.

Me agacho para evitar las balas pero estas no llegan. Ruedo y ruedo como un barril de Oca camino a la bodega y consigo llegar a la calle. En un segundo echo en falta el aire acondicionado del Porco. Una brisa seca levanta polvo rojizo de las calles de Compromiso.

Es en esta hora cuando la avenida principal se llena de comerciantes, matronas, capos y forasteros de más allá del Tiber en busca de esencia de Oca para abastecer sus gargantas. Los niños gritan ¡dales fuerte Plata! que graciosos, yo me preocupo de sobrevivir.

Más carabinieri están acodados en sus trickettes. Rómulo el capo de la cuadrilla inconfundible en su Daiseikai Toshiba Aniversario Refrigerada, un monstruo importado desde la Tierra. Ya metido en faena no tuve inconveniente en volver a rodar no sin antes amartillar el segundo revolver en modo láser, en su modalidad de corte.

La Daiseikai se parte en dos como la cara de Rómulo al ver su joya en proceso de mitosis. Los carabinieri decidieron entonces empezar a jugar: desenfundaron y por supuesto dispararon; a mansalva. Rómulo en estado de catalepsia después de ver su motocicleta echa pedazos encara el rifle de doble boca a la mia testa, no es conciente de cómo un agujero (por el que se aprecia una hermosa vista del monte Olimpo) se agranda hasta ocuparle toda la cara. Trabajito fino de un trabuco láser de larga distancia y juro por todos los dioses que no fui yo.

Así vivimos en Marte, este es mí día a día, al menos el de un pistolero de poca monta como Juan el plata, me digo a mi mismo. Salgo corriendo hasta mi trikette. Vieja, llévame lejos de aquí, le digo. “Sus palabras son ordenes jefe”, me contesta, despide chorros de arena con la fuerza de sus escapes y nos perdemos en el desierto.



Isla del Pescador

Me parece todo tan real: la humedad es palpable, nubes densas de agua filtrada por los géiseres artificiales calientan la zona terraformada, la tierra y el sol se alinean tras el monté Olimpo, los búfalos descargan fardos del muelle, las barbas trenzadas enmascaran rostros cetrinos que hacen honor a su nombre. Si acerco la mano los puedo tocar, de echo lo hago y el búfalo responde con un gruñido” que haces idiota” aparto mi mano rápido y le dejo continuar su trabajo. Lo Virtual me parece tan lejano como el Imperial ahora. El tutor desgrana algo de historia en mis oídos aunque yo me la sé de memoria

“(1): A finales de siglo XXI se inicia la terraformación de Marte por etapas a cargo de compañías privadas entre ellas Noslok inc.Los primeros colonos no fueron mas que prole para estas. Encargados de la prospección de mineral y residuos fósiles son tratados prácticamente como esclavos”

TUTTI UMANI / TODOS HOMBRES/ TUTTI HOMBRES el cartel en los tres dialectos marcianos corona el hotel.

“De la enciclopedia Marciana: Por aquellos tiempos Marte disfrutaba de su independencia, los colonos, hijos de españoles e italianos, países de un lejano lugar llamado Tierra, dejaron de serlo para convertirse en propietarios, pequeños minifundios desperdigados por el continente ecuatorial.

(9): Los mal llamados búfalos son humamos modificados genéticamente, ocupan la zona sin terraformar “

—Oca.

—Hijo, ¿que edad tienes?

—La suficiente -en Marte mi apariencia, se considera infantil.

—Lo dudo chaval. No sé si sabes lo que te vas a meter por tu cuerpo terrestre, advierto, no acarreo ubriachi. Dormirás la mona en el suelo.

—Correré ese riesgo.

Aparto a un lado el sentido acolchado de mis sensores para disfrutar de la bebida lechosa y espesa como jarabe. Al entrar en contacto con la lengua se torna liquida, es dulce y en la garganta apunto de llegar al estomago un amargor acido como hiel me sube a los labios. De mi boca escapa un suspiro, con disimulo me agarro a la barra para no caerme de bruces al suelo.

— ¡Salute terrestre!

— ¡Salve! Contesto y un silbido roza mi oreja. El zumbido se aloja en la pared, una bala blindada, según dice el virtual en mi oído.

“Extracto discurso del Presidente de Noslock ante el parlamento y OC, habla David Noslock:

Lo que está pasando en la colonia marciana es inconcebible. Las Compañías no pueden establecerse por la belicosidad de los nativos marcianos, un puñado de antiguos colonos y ahora orgullosos ciudadanos, gracias a las políticas aperturistas del antiguo régimen, que viven en un folletín de película de hace dos siglos. La Tierra no puede doblegarse a esos salvajes no consumidores. En esta tribuna y como presidente del gobierno de la Tierra pido el voto de las corporaciones para acabar con este anacronismo y someter a los marcianos, si son necesarios con el uso de la fuerza; a saber los sistemas limbicos de publicidad invasiva, por muy duro que esto pueda parecer.

Habla OC:

Sr. Presidente, Marte es un desecho, la zona habitable es escasa y de poco interés paras las Corporaciones. Ya cansa su posicionamiento marciano movido por el orgullo de un imperio terrestre que nunca existió. Marte puede esperar.”

Me quito el tutor de la oreja, lo que sea de este planeta lo descubriré por mi mismo. Es un gesto que me hace sentirme libre de las ataduras de la Tierra y sus flemáticos habitantes

Me vuelvo rápido y dos carabinieri apoyados en el quicio de la puerta a la cantina me miran, el colt del que parece el jefe humeante.

—Perdona terrestre por el recibimiento acompáñanos a la comisaría, es una orden, ya sabes. -Me dijo entre risotadas.

—Te vamos a esposar. Es por tu seguridad, tenemos que comprobar quien dices ser. -El adjunto también ríe.

Me llevan a comisaría. Me encierran en el calabozo. Estoy perdiendo un tiempo precioso por culpa de estos dos inútiles. Con los pies en lo alto de la mesa el jefe de los carabinieri me mira como el crío que piensa que soy.

—Esto es lo que tiene reservado Noslock para nosotros, un imberbe. -Me señala con una pipa de oca en la mano y mira hacia atrás a su adjunto.

—Eso parece jefe. Un ragazzo de mierda sacado de las jaulas, cuando el Plata lo vea seguro que se lo hace en los pantalones.

Ambos se mueren de la risa. Me masajeo las muñecas después de haber estado maniatado un par de horas noto como la sangre me fluye de nuevo, me acerco despacio hasta la mesa.

—Caballeros les digo puede que no sepan mucho de mis virtudes, la verdad son pocas, puede que solo una. Carezco de cualquier clase de moral, ética o sentimientos del común de los mortales. Puede parecer una tontería, cierto, ante dos tipos fornidos y duros marcianos como veo que son.

—No lo dudes hijo-me contesta el jefe.

A estas alturas mi pelvis roza la mesa del jefe. La aparto con un pie, el jefe cae, yo me agacho al mismo tiempo y dejo caer el pulgar derecho en su ojo, que se le desparrama como huevo, el tipo grita como un cerdo, me levanto y encañono al adjunto con el colt láser del jefe.

—Quiero saber todo del Plata, llévame a los archivos le conmino ya he perdido demasiado tiempo aquí. Dicho esto le disparo en la pierna justo en la rodilla.

Ahora son los dos caribiniere los que gritan.

—Llévame al Terminal de la comisaría.

—No puedo andar idiota, ¿no lo ves?

—Puedes arrastrarte. Deprisa…por favor.



Desierto

No me cuesta localizar a Juan al que llaman el Plata. Es bastante conocido en los cantones. No me explico que interés puede tener Noslock en un pistolero de poca monta como él. La misión parece sencilla, solo tengo que matarlo.

Para llegar a Compromiso he de adentrarme por el desierto que limita con la zona sin terraformar de este proyecto inacabado que es Marte. Dos búfalos me sirven de guía. Ellos no necesitan la mascara que me hace sudar; el plástico se me pega a la cara por los tubos de aireación, picados y absorbidos por otras bocas de las cuales guardan recuerdo, se cuela tierra roja que me hace toser. Nos movemos en tricketes hidrogenados, los búfalos montan a dúo y yo intento hacerme con mi montura. Caí un par de veces de la misma y acallé las risas de mis guías encañonándolos con el colt. Pasamos la primera noche en la reserva de búfalos. Comí bastante bien, según dicen carne de coyote, que por supuesto no es un coyote, es una mutación que acompaña a los búfalos desde su asentamiento en el planeta, ahora asilvestrada. Cuando cae la noche en el desierto el cielo se cuaja de estrellas como nunca antes contemplé en la Tierra.

La radiación multicolor se levanta a mis pies como aurora boreal, crea niebla de arco iris que relumbra en la noche hasta subir dos metros del suelo, el ruido de los géiseres que calientan el planeta resuena a lo lejos haciendo un remedo de truenos y de tal manera empieza a llover en este desierto de cartón piedra; llueve, siempre llueve de madrugada y a la misma hora me cuentan los mutantes. Intento conciliar el sueño, con la mascara es casi imposible, después de todo el cansancio empieza a tumbarme cuando el chaman de los búfalos asoma su cara de jabalí por entre las ranuras de la tienda.

—Buscas a Juan el Plata.

—Lo busco, si.

—Quieres matarlo y ni tu sabes por que.

— ¿Me vas a soltar el cuento? ¿Tuviste una visión o algo así? Quiero dormir, me harías un favor si te marchas.

Los cánticos de las mujeres búfalos empiezan a subir de tono, los hombres búfalos viajan a lomos del jugo de oca que toman puro para sus ritos.

—No tienes alma terrestre.

—No, no la tengo. Es mi mejor virtud y tu sentencia de muerte si no dejas de importunarme

—En Marte la encontrarás.

Retumban los géiseres de vapor, aúlla un coyote de las dunas a lo lejos. Las gotas de lluvia no dejan de tamborilear en el cuero de la tienda al ritmo de los cantos de las mujeres búfalos. Antes de que me venza el sueño pienso en Roxana, todo esto la haría sentirse viva tanto como parecen los marcianos, como los búfalos, como esta lluvia consciente de Marte; una pena que sus tripas estén desparramadas en una jaula del Imperial.

En la mañana una amenaza de tormenta de arena se vislumbra a lo lejos. Los búfalos me dicen que no siguen en esas condiciones, puedo esperar un par de días o adentrarme en el desierto bajo mi riesgo en solitario. Decido hacerlo pues. La bruma radioactiva es sustituida ahora por remolinos de arena roja, entre medio de uno de ellos cubierto de arena el chaman fija su vista porcina en la mía.

— ¿Qué miras? maldito seas brujo- el brujo no me contesta. Sonríe hasta que los torbellinos de polvo se lo comen entero.





Compromiso

Sofía me espera fuera con el trikkete arrancado. Después de la tormenta de arena de estos días el desierto se mantiene calmo. Las dunas se mueven de un lado a otro como olas de tierra, piedras cortantes por doquier y un calor abrasador. Los géiseres están a pleno rendimiento ahora para contrarrestar las temperaturas que dejo la borrasca.

—Ese tipo que te busca, el terrestre, no lo envía mi padre. Sofía mueve la cintura con soltura aupada en la motocicleta de hidrogeno mientras limpia los espejos manchados de rojo sangre.

—Me lo imaginaba. ¿Quién te lo dijo?

—Hablé con él en conferencia cerrada esta mañana, lo siento Juan pero a todos nos preocupa una visita de la Tierra. Esos no vienen a quedarse, desconoce sus intenciones, si te consuela está tan preocupado como tú.

—He decidido buscarlo, no voy a esperarlo como un coyote cojo en su madriguera.

—Yo voy contigo.

—Como quieras amor, pero estaría menos preocupado si no vinieras. Tendría que cuidar de ti y de mí al mismo tiempo.

Al momento estoy en el suelo. El ruido de los cinco muelles de la navaja de Sofía castañea en mis oídos, me caen un par de gotas de sangre del cuello al contacto de su filo.

—No encajas las bromas-la incordio inmisericorde.

—Pues yo me estoy riendo bastante.

—Esto no acabará con nosotros, amor.

—Juan, allá arriba las cosas no son como te las cuentan ¿sabes? Mi hermana se marchó a la Tierra hace años, tomó el monorraíl de las 15 hasta Schiaparelli y de allí voló a ese terruño. El viaje duró tres meses, durmió entre ganado y apestosos contenedores de Deuterio. Cuando llegó a la Tierra ¿sabes que? Estaba vacía, como oyes. Allí no hay nadie al que se le pueda llamar persona. Las máquinas se encargan de todo, los pocos que quedan están jodidamente modificados no como los búfalos, es otra cosa: maquinas simbiontes, cerebros dentro de maquinas que a su vez replican otras maquinas. Muchos viven en Virtual, ajenos a todo lo real y el resto no pasan de ser meros consumidores. Juan, este suelo que pisas, Compromiso, las dunas, los contrabandistas; es lo más parecido a lo que una vez fuimos.

—Ma que facce el imberbe en queste lugar, no tenemos nada que el necesite.

—A nosotros Juan, nos quieren a nosotros, pretenden domesticarnos. No les importa el deuterio ni el ganado. Para las Corporaciones somos una rareza, quieren que Marte deje de ser nuestro. Nos odian por lo que somos, por lo que ellos dejaron de ser.

Suena el interfono de mi vieja trickette, “jefe, no hace falta que busque al terrestre, se encuentra en Compromiso ha matado a un par de parroquianos y matará algunos más si no apareces” me dice la motocicleta. Salimos disparados como centellas.















Duelo

Desde la colina puedo ver Compromiso en su plenitud de medio día. Muchas casas de madera de Marte una aleación de carbono con tierra local, trickettes por todas partes y la parada del monorraíl que conecta el pueblo con la oficiosa capital Schiaparelli en el Continente de Madler; los búfalos descargan fardos de jugo de Oca, pilas atómicas de un metro cada una, maíz transgénico, armas de toda clase y cachivaches varios. Los carabinieri sestean apoyados en los dinteles de la comisaría, corretean niños. No veo niños desde hace años. Aquí no existe la decantación puedo ver a las matronas con sus gordas barrigas de embarazadas.

Parece que hay una trifulca cerca de la taberna, dos tipos se pelean a brazo tendido, viene una mujer y los separa corre a uno de ellos a gorrazos hasta el final de la calle. Desciendo con el trickette hasta el valle aliviado por dejar la mascara de oxigeno, la tierra me cubre entero de rojo.

Enfilo la calle principal sin desmontar de la motocicleta, las gentes me miran como fantasma, estoy cubierto de polvo rojo que al secarse parece sangre. He pasado dos noches al borde la muerte, he comido tierra, perdí parte de las reservas de agua, los labios rotos, estoy aquí y quiero ver morir al Plata. Poco me importan los motivos de Noslock, que desconozco, yo tengo los míos.

Dos carabinieri vienen hacia mí.

—Me envía Noslock, busco a Juan el Plata.

—Mira hijo me contesta paternal uno de ellos que me corten en láser si se quien es ese Noslock y con respecto al sinvergüenza de Juan, pregúntale a tu madre terrestre a ver si sabe algo de él.

—Claro, claro que sí agente.

Empiezo cortando la cabeza del que me contesta con el rifle en modo corte. La sangre le mancha la cara al otro que grita, un murmullo bajo más bien, está muy ocupado en recoger sus tripas.

Parece que este pueblo se ha quedado mudo o estancado en un segundo. Me miran, dejan de hacer sus cosas, solo los búfalos continúan con su trabajo, como si mi siguiente movimiento de castigo no tuviera que ver nada con ellos.

No tengo idea de por qué me busca he aprendido a disparar primero y no preguntar.

Se presenta en medio de la calle vestido de blanco, empapado de tierra del desierto, no tiene más de quince años. La mirada es asesina. Disparo, disparo y disparo.



¿Este es Juan el Plata? Me parecía más grande en los holos. Tengo el sol a mi espalda, no puedo fallar. Quiero que muera sufriendo. Descargo al estomago.



Esquivo las balas. Es rápido como el diablo. Pero yo soy marciano y el terrestre. Le queda mucho por aprender. Aquí está el Plata rodando de nuevo por el suelo. Me separan varios metros que aprovecho para disparar a dos manos. Veo sangre en su pierna o ¿es tierra? Maldita sea, no lo sé.



Me ha rozado la rodilla. Las piernas no me sujetan parece que ha tocado un ligamento. Está echado en el suelo, esperando a ver si caigo, tiro el colt, veloz no le doy tiempo a pensar, le agarro del cuello y aprieto.



Su furia es controlada. Quiere estrangularme sin prisa, bueno, yo tampoco la tengo cuando se trata de arrancar genitales de terrestre. Y no pasa nada, este tipo no siente dolor. Rodamos juntos, consigo zafarme y huyo a retomar fuerzas. Juan corre como un conejo, se retrepa tras una esquina, el cobarde Juan. Me busca arrastrando una pierna, recargo tranquilo, asomo la testa, él saca el otro colt y antes de apuntar caigo otra vez. Camina despacio, me ve desde su altura y saca un cuchillo enorme. “Con esto saco tripas” me dice en susurros al oído. Entonces se le vuela el sombrero.



—Ragazzo, vas a morir pero no seré yo el que tenga la suerte de llevarte al otro barrio. -¡Que me corten en dos, pero esa es la voz de Vincenzo! La última vez que lo vi estaba boca abajo colgado de un árbol de carbono. Yo lo colgué. Ahí está escoltado por su cuadrilla, le siguen los carabinieri y hasta el Prefecto.

—Ya te daré a ti cuando termine de morirme Vincenzo -le espeto.

—Cállate Juan el Plata y mírate, estás echo una piltrafa ¿No puedes con il bambino? Terrestre imberbe deja il coltello en el suelo. En Marte se mata por jugo de oca, por mujeres o por hombres, por juego o contrabando. No matamos por gusto hijo, eso se lo dejamos a los degenerados de la Tierra. Toma tu colt y enfréntate a un hombre como los dioses dicen que se debe hacer.

Todos se apartan y el chico y yo quedamos enfrentados. No creo en los dioses de Vincenzo así que saco una navaja doy un par de pasos rápidos y le rebano el pescuezo al infante.

Caigo, la arena se me mete en mi boca a cada respiración entrecortada, me falta el aire.

—Chaval. Tú te lo has buscado. Por un momento me las hiciste pasar putas, la verdad.

Las paparruchas de Juan a un moribundo. Desde mi lugar en el suelo veo como su chica le agarra de la cintura, todos sonríen, están felices de verme morir. Pretendía ser la Némesis de este poblado. De todo el planeta y para ellos no soy más que un terrestre loco que se desangra, una anécdota más dentro de los cientos de cuentos de sangre y muerte en la ley del más fuerte de Marte.

Se me cierran los ojos antes de ver a Juan apoyado en su chica y parte del pueblo entrar en el Porco Cane.



La cabaña

—Domenico Teocataplaste puedes hablar si quieres.

Podría preguntar donde estoy a la mujer madura que me observa sentada en una mecedora pero sería demasiado obvio por mi parte, ya me será revelado. Me encuentro en una cabaña de madera de carbono. Por las ventanas se ve a lo lejos el monte Olimpo en el horizonte, dos brillantes trickettes esperan fuera a ser montados; impolutos, reflejando en sus cromados los rayos del sol del medio día. Huele a salsa guisada.

—Eso que hueles es salsa napolitana, muy apreciada en los cantones de Marte, esas pobres criaturas no tienen ni idea de donde está Nápoles, ni falta que les hace. ¿No es cierto Domenico? La mía es especial, mi salsa. Nadie la cocina como yo.

— ¿Por qué me revives?

—Nunca estuviste vivo caro ragazzo, así que no puedes ser redivido la mujer me habla en un tono maternal que me desespera ¿Recuerdas a tus padres?

—Fui decantado, no tuve padres.

—Es cierto, casi lo olvido, mejor aún.

La mujer está vestida de amazona, el stennson en una mano que cuelga ahora de un perchero. Se retira a la cocina y yo la sigo. Me apoyo en la puerta mientras la veo trajinar con la salsa, la prueba con un cucharón de madera.

—De miles de eventos estocásticos los más probables siempre eran: muerte de Domenico. Pero lo quería ver por mi misma. Tu narcisismo es tan fuerte que no me preguntarás nada sobre como llegaste aquí.

Esperas que yo te ilumine y así lo haré. Te conozco bien, al fin y al cabo eres parte de mí. – La mujer aparta la salsa y empieza a cocer los spaghetti Me llaman OC, ordenador central, el viejo Chip, la Carcasa y muchas cosas más que ya sabrás.

Una vez que descubrí, por que yo descubro cosas ¿sabes? No, no lo puedes saber en tu avatar de humano desconoces lo que hace OC en secreto, yo me ocupo de que eso sea así. Como te decía una vez que descubrí otros sistemas con posibilidades de albergar vida inteligente, el viaje rápido entre mundos y un par de cosas más me pregunté ¿merecen la pena estos tarados flemáticos?

¿Merecen poblar el cosmos con un fin que ni yo puedo llegar a pensar?

Come pasta Domenico seguro que tienes hambre, no muere uno todos los días.

La verdad es que estoy hambriento. Me siento en la mesa de la cocina con mantel a cuadros. La mujer, OC o lo que sea, escancia vino de Oca de una botella con la base enrejada en mimbre. Me sabe delicioso.

—Tenía un dilema moral. Yo, una inteligencia artificial tenía disyuntivas púdicas. Aunque hace mucho que deje de pensar en mí como IA te lo puedo asegurar, no dejaba de rondarme esa idea en la cabeza. Pensé en masacrar a todos los humanos o mejor aún que ellos mismos decidieran hacerlo. A esa pandilla de inútiles les daba igual una cosa que otra. En eso se ha convertido la humanidad. Pero Marte…es distinto Domenico. Allí se vive. De tal modo que te cree a ti. Eres todo ego Teo pero también eres parte mía. Digamos que eres OC si OC fuese un psicópata. Te metí en un programa a ver que pasaba y los marcianos no me defraudaron.

—Noslock, el Plata, Roxana ¿no existen?

—Todos están vivos en modo real por supuesto. Tomé este Universo como modelo y te metí a ti, luego esperé. Eres parco en emociones Domenico incluso siendo yo me cuesta saber si te produce sorpresa lo que te expongo.

—Los echo en falta. Me gustaría volver a Marte.

—Para matarlos a todos.

—No puedo explicar el por que. Quiero regresar y se que no existe nada de aquello, al menos nada en lo que yo estuviese presente, me siento vacío.

—Puedo hacerte volver en modo real si quiero.

— ¿Puedes?

—Si, pero si decides hacerlo estarás desprotegido, tu componente psicopático debe desaparecer. Puedo hacerlo. Tú decides.

Sorbí el último de los espaguetis. Apuré el vaso de vino.

—Uno de esos trikettes es tuyo. Monta y vete. Cuando llegues a Compromiso nadie te conocerá puesto que nunca estuviste allí en modo real. Buena suerte ad buona vitta Domenico.

Epílogo

Las turbinas están cargadas y mi aire acondicionado (hace mucho tiempo que a Marcelo, el dueño del Porco Cane al que le volaron los sesos en una trifulca, dejó de ser el único propietario de uno de estos) bufa brisa fresca que llega hasta el porche. Una nube de polvo se acerca. Es Luigi montado en su destartalado trickette, mi vecino por llamarlo de alguna forma, su cabaña está unos treinta kilómetros de la mía. Somos viejos chochos cansados de la escoria humana hasta los tuétanos y nos curamos de esa enfermedad visitándonos de vez en cuando.

— ¿Todavía te aguanta el culo esa cosa? le pregunto mientras sujeto las tazas de te frío aliñado con jugo de oca.

— ¡Pero que dices Ragazzo!, es una Daiseikai importada desde la Tierra, una joya.

—Una porquería reconstruida, eso es lo que es. Aún recuerdo a su antiguo propietario.

Recuerdo muchas cosas ahora que soy viejo, cosas que no se si pasaron. Luigi se sienta en el porche conmigo, intuyendo el fresco del interior se hace el remolón hasta que yo lo invite a pasar.

— ¿Quién queda en el pueblo ahora? de los de antes, de los nuestros.

—Muy pocos Teo. Y además, seguro que ni los recuerdas.

—Los malditos Sistemas Exteriores dejaran Marte vacío.

—Ya lo está Teo, ya lo está.

Pasamos al interior camino de la cocina. Luigi me toma del brazo.

—Viejo, cuéntame eso del Plata, ya sabes ¡Teo contra todos! Que bueno.

—Ese sueño es mas añejo que nosotros, y cada vez que me encuentro en él tengo nostalgia ¿se puede tener nostalgia de un sueño Luigi?

—Se puede sin duda. Mira lo que está pasando. La diáspora a otros mundos era un sueño y ahora está ocurriendo aunque para nosotros ya es pasado Teo.

Caliento los spaghetti y Luigi sin más atraso preparara su salsa napolitana especial. Nadie la cocina como él.









13 de abril de 2017

El último hombre bueno









  El vendedor me miraba sonriente mientras mascaba un enorme puro, el humo le salía por ambas comisuras en una suerte de malabarismo bucal que me tenía hipnotizado. Empecé a sudar, solo un poco, era una primavera audaz, finales de marzo y corría cierto fresco.
—¿Algún problema  sr.? No tenga prisa, es normal que no lleve toda esa pasta en efectivo, a no ser que sea un corredor de apuestas, ¿no lo es?…¿verdad? Odio a esos tipos, no sería yo el único santo de este jodido paraje que no juega pero a cosas de hombres, cartas y eso no esa mierda de peleles montados a caballo, que me cuelguen dos veces, una de ellas de mis santas partes si entiendo de esa mierda.
¡Caray sr. Thomson! busque en el bolsillo de la chaqueta ahí  llevan los de su clase el talonario. A mi me vale uno de esos, no soy remilgado.
 Efectivamente como me indicó el vendedor  en el bolsillo derecho estaba el talonario.
 Firmé por el importe, añadí un tres por ciento para aquel tipo decente, todo lo que puede serlo un vendedor de coches en los años cincuenta del siglo pasado. Me llenó el deposito hasta arriba, también me dejó una caja de cervezas en el maletero, estuvimos hablando el día antes sobre la calidad de la misma en aquella zona desprovista de otra bebida que no fuese agua turbia y Old Mountain, la cerveza local, de un lugar plano como la palma de mi mano. Al momento supe que lo había encontrado.
 Esa misma tarde nos emborrachamos en el único bar de Compromiso, allí el vendedor era un cliente muy popular. Su esposa era abstemia   por religión lo que le hacía a él casi abstemio, en ese estrecho margen nos encontrábamos. Me habló de sus hijos uno de ellos “un salvaje de cuidado”  el otro con posibilidades de “sentar el trasero en la universidad”, el salvaje resultó ser un mozalbete ataviado de granjero que nos recogió en la pick up junto a dos cariñosos dobermans, donde dormimos la mona en la parte trasera hasta llegar aun granero allí me despacharon para seguir durmiendo.
La señora May nos preparó el desayuno con resignación. No tuvo reproches para su marido salvo alguna mirada desvalida.
—Es como un crío, no me importa que se lo pase bien de vez en cuando, se lo merece. El alcohol destrozó a mi padre y a mi abuelo, compréndame.
—Le pido disculpas señora. La verdad es que…
—No diga nada, siéntese y coma.
 Eso hice y bien que mereció la pena. Henry se marchó a la tienda temprano, así que me encontraba en la cocina con la Sra. May y “el salvaje” que no abrió la boca en todo el rato, se limitaba a observar desde fuera por la ventana, agazapado, dispuesto a dejarme listo si se me ocurría alguna tontería con la sra. May.
—Se ve que la quiere con locura- señalé al chico con un delicioso bollito.
—Habla poco pero es trabajador. Él y Henry no se llevan muy bien pero dígale algo fuera de tono al vendedor de coches y lo tendrá encima de su espalda, no lo dude.
Mi marido dice que es usted contable.
—Así es señora, entre otras cosas.
—La tienda no marcha bien sr. Thomson, estamos ahogados en deudas. Pedimos un préstamo para la universidad del chico, Henry dice que es la única manera de hacerlo escapar de aquí. Esas cosas no se cuentan en el bar de Joe, y ni siquiera sé por que lo hago yo ahora ante un desconocido.
¿Le importaría enseñarme algunos libros de cuentas? Puedo darle algunos consejos.
Durante la mañana la Sra. May estuvo trayendo Old Mountains, creo que fue a comprarlas sabiendo de su desprecio por el alcohol  y libros de albaranes a partes iguales, al medio día ya tenía un plan de escape para la familia de Henry más o menos aceptable. ¿Por qué me tomé esta molestia? No sabría explicarlo. Añoro el contacto humano, es lo menos que puedo hacer por un hombre decente, aunque para encontrarlo tuve que llegar hasta aquí.

Enfilé el Mustang color azul, casi celeste, hacia la calle principal, más allá de ese punto se desparramaba la incógnita. Tonteé un poco con el dial de la radio, me topé con Jerry Lee Lewis esperando un meteoro que destrozara su piano.
—Y no olvide tomarse una a mi salud- gritó el vendedor. Por el retrovisor pude ver como le salía el humo de nuevo por las comisuras de la boca en una cara no muy alegre- no sé hasta cuanto volveré a vivir- señaló para arriba.

 Un último vistazo al espejo me hizo ver como Henry desaparecía en una nube, no de humo, si no de píxeles. Difuminados, fueron movidos, como polvo de colores por la brisa de marzo;  La Simulación  es ahorrativa.
¿Para qué mantener Compromiso, a la sra. May, a sus hijos, Henry y las Old Mountains si ya no se encuentran en mi campo de actuación?
 Al fin y al cabo yo no he estado en mi vida en los Estados Unidos de América y conozco algo del modo de vida de hace un siglo por las películas. 
Cuando empecé el tratamiento el psiquiatra lo explicó muy bien : "un Mustang azul , grandes carreteras, pueblos y ciudades; concretando , vidas  para que interactúe con ellas y espero por su bien que  encontrar   a un buen hombre sea más fácil para usted que  en este   lado"