Pan

En el país de Nunca Jamás ocurrió algo terrible. Algo que, para los ciudadanos de esta ínsula, no tenía nombre. Una enfermedad desconocida mordió una mañana a Pan, y parece ser que no será él, el líder de la isla perdida, la única víctima.

A Pan, el semidiós niño, el que rapta doncellas púberes para jugar eternamente con ellas —a Pedro Pan, como se le conoce en el mundo diario que nos llena de asco—, empezó a formársele, junto a la comisura de los labios, una mata —al principio pequeña como una nube— de cabello. De pelo mucho más duro que el de la cabeza.
Pan entró en la adultez en apenas unos meses, de esos que en el país de Nunca Jamás son días interminables. Pasado ese tiempo, fue expulsado por los niños salvajes, que no entendían una palabra de su nuevo vocabulario, bajo amenaza de muerte si acaso se le ocurría volver.

Disfrazado en nuestro mundo, olvidó en su mente adulta cualquier atisbo de su edad de gnomo vestido con pijama verde. Continuó —las costumbres son rémoras temporales— haciendo lo que mejor sabía hacer. El tiempo pasaba, y encerrado en un cuerpo de adulto, sus gracietas de duende subdesarrollado le pesaban en la calva.


“Por la mañana me levanto tarde, o muy tarde. Lentamente para el resto de los mortales, pero es una buena hora para mí.
Desayuno fibra y muesli. Sigo una escrupulosa dieta que me pasaron hace tres años, y cada vez que mi barriga se desmadra, la pongo en práctica.

Después visito el gimnasio, donde prácticamente no hago nada. Espero que mis músculos se habitúen con la charla comedida o histriónica, según me complazca, para llamar la atención.
Al mediodía me alimento de nuevo, de comida basura mezclada con mi dieta especial. Duermo la siesta y juego al fútbol. Por ese orden exacto.

No entendí bien la película, pero el tipo me caía simpático. Mataba para ser querido.
Eso a mí no me hace falta: me aman por el simple hecho de ser yo, sin necesidad de asesinar a nadie.
Si no fuera así, creo que llegaría a hacerlo. Que mataría para ser querido. Por eso le comprendo.

Compartimos el gusto por la ropa cara y los perfumes de marca. Por las chicas y las cenas. Por los locales sin posibilidad de reserva.
Cada día demuestro que soy lo que tú serías si no tuvieras preocupaciones. Si fueras un simple y te alimentaran, pensionado, a través de una cánula adosada a la vena femoral.

Puede parecer que me conoces. Puedes hacerte una idea de mí, pensar que soy buena persona pero incompetente.
Quizás eso te despiste. Pero no te equivoques: sé muy bien lo que hago.

Con el chándal de los domingos paseo buscando algo que ni yo sé.
Y acaso... ¿no es eso lo que todos desean? No pensar. Ser un niño siempre. Hasta que la calvicie te llegue. Hasta que los dientes sean de porcelana y duerman en un vaso de cristal.”


Garfio

Soy delicado con las damas que quieren que lo sea y duro como una roca con las furcias. Prefiero a las segundas.
Con las putas nunca se sabe, y la sorpresa es algo que gusta cuando cargas algunos años encima. Cuando todo es previsible y el tiempo corre en tu contra.

Dejé de ser un dandy cuando calculé que vestirme era más dificultoso que cualquier otra cosa.
Ahora ando desnudo por el barco fantasma que lleva mi nombre. Atraco atuneros españoles como siglos atrás lo hacía mi antepasado. Escapo y pido rescate.
Solo quiero emborracharme en Magaluf con los míos, ser joven de nuevo, y saltar desde un balcón hasta la piscina. Pero no tengo edad. Lo sé.
La juventud voló de mi cuerpo hace tanto que no recuerdo nada de ella.
Por eso me fijo en la de los demás.
Y envidio a los despreocupados de la más baja estofa de aquella isla que me vio nacer, y que ahora se matan en otro escollo de calor mediterráneo o en las playas del Caribe, donde pervertí a toda clase de mulatas.
(¿Lo imaginé? ¿Lo soñé? No sé muy bien.)

¡A la mierda las gaitas celtas y que suenen los mariachis!

El maricón de Pan es un puto degenerado que pervierte adolescentes en camisón de dormir.
Lo dejé escrito en la cubierta con pintura fosforescente, con grandes letras en caligrafía inglesa.
Seguro que, en uno de sus vuelos nocturnos, lo ve y viene a cobrarme las cuentas.
Lo estaré esperando. Con ácido.



(Algunos cuentos no deben contarse a los niños. Y otros, jamás a los adultos.)


Comentarios

  1. Pienso que el andaluz que llevas dentro se esta convirtiendo en un ciudadano nórdico. Las tinieblas te comen las ideas. En la era actual no se puede ser ni Pan ni Garfio. Si quieres triunfar tienes que ser Caperucita o Blancanieves. Ellas son el futuro.Pan y Garfio chorrean testosterona.
    ¿Como piensas que serán los Pan del futuro? ¿Y los garfios?

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  2. "VILLY DEVILLE", ya no tenemos "personajes" así. Buena elección.

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