Deseaba con todas sus ganas conocer un Visitante o mejor aún: un Preso.
Una tarde Malone le sorprendió con una pregunta <<¿le gustaría visitar el nivel Encaste Hinojosa?>> los ojos se le abrieron como
platos y tan rápido como pudo se recompuso mostrando indiferencia. Le respondió
que si, como si tal cosa.
—No se emocione. Será el tiempo suficiente para una toma de catas en un departamento. A esta hora los Presos se encuentran en reeducación.
Descendieron por el elevador, el dedo índice de
Malone pulsó el nivel Encaste.
—Le esperaré fuera. Tome sus aparatos,- Malone le
entregó un pico en miniatura, un par de bolsas de plástico, la cámara de fotos
y otra holográfica- , disponga del tiempo necesario los Presos tienen hasta la
madrugada para volver.
Un hilera de camastros en paralelo se perdía
hasta el infinito, el Edifico siempre le engañaba ¿Cómo es posible que parezca
más grande por dentro que por fuera?
Se agachó en el suelo, tocó el piso: las grietas rezumaban
por entre las losas de mala calidad. Terminó a cuatro patas y anduvo a gatas
siguiendo el rastro de una grieta mayúscula hasta que su nariz topó con la
punta de unos zapatos verdes sin cordones. Dentro de ellos había un Preso.
—Eres el arquitecto.- El hombre tendría unos cuarenta
años, la cabeza afeitada, los ojos grises, la mandíbula amplia y la misma
expresión de turista de museo despistado que puedo observar tiempo atrás en los
visitantes. Roberto continuó a gatas reculando hasta que llego a la pared,
después se levantó. El individuo le subía un par de cuartas.
—Si lo soy. -Se atrevió a pronunciar.
—He pedido ejecución. Soy culpable de pensamiento.
PEN-SA*MIEN-TOS .
—No está prohibido pensar que yo sepa.
—No arquitecto, no lo está. Por eso me entregué, la
Jazz no vendrá a por mi por que rumié esto o aquello. No es bueno que un
ciudadano piense en contra del estado y yo lo hacía, todos los días. De todas
las maneras esto es irrelevante. Quería que supiese que he elegido Ejecución.
Decapitación, en este caso concreto y único. Será retransmitido a todo el país
en el canal nuevo. Ese de colores. Quiero saber si es cierto aquello de la
visión.
—¿Qué visión?–El suelo recién limpiado empezó a
recalentarse, brumas invisibles de desinfectante con olor a matarratas le
llegaban en bocanadas.
—Dicen que la cabeza una vez separada del cuerpo tiene
visión durante unos segundos. Me parece la mejor manera de comprobarlo aunque
luego no pueda explicárselo a nadie.
—¿Por qué me cuenta esto? No retransmiten ejecuciones
por televisión. Creo que está usted enfermo.
—Me estoy curando, dentro de poco pasaré a Ciudadanía.
Yo se que estoy enfermo pero ¿podría usted afirmar que no lo está?
Roberto pensó su respuesta. No quería violentar
al preso así que le siguió la corriente en este diálogo absurdo.
—Me encuentro bastante bien de salud.
—¿Y de aquí?- El preso se señaló un lado de la sien.
El olor a desinfectante la presencia de aquel hombre,
la conversación sin sentido. La situación se le presentaba agobiante, como una
pesadilla, dejó de sentir curiosidad y aún así se sorprendió de las palabras
que escaparon de sus labios.
—¿Cómo lo reeducaron?¿le torturaron?¿le lavaron el
cerebro?
El preso no respondió, se alejo despacio dándole la
espalda hasta que la oscuridad del pasillo se lo comió.
Durante varios días estuvo como ausente, declinó
comer con Malone, su único acompañante en aquel nivel desierto. El comedor, al
contrarío que el nivel Recepción, carecía de ventanas. A las 17:30 imaginaba el
desembarque del Espíritu de Navidad y sus viajeros como hormigas descendiendo
de un palo, dispuestos a divertirse en el Remington, el mejor hotel de la
ciudad. No podría aguantar mucho más en el Edificio, aceleró el plan
todo lo que pudo, no paró de trabajar en la mesa de proyectos; dormía poco y
mal, constantes pesadillas le atormentaban: la cabeza flotante del preso el
olor a desinfectante.
Visitó el Nivel Ciudadanía, como siempre acompañado de
Malone y nadie más. No tenía misterios; aulas de estudio con pizarras, salas de
reuniones y por supuesto ausencia de cualquier aparato de tortura.
Terminó el proyecto al fin en un tiempo record,
después de dos meses en el Edifico. Le sobraba otro mes y esperaba que lo
dejaran marchar cuanto antes.
—Roberto tenemos que hablar.- Por primera vez Malone
le llamaba por su nombre de pila- Tome asiento por favor.- El custodio le
acompañó desplomándose como un fardo de cemento en la silla.- Ha terminado su
proyecto y estamos gratamente satisfechos de su trabajo, es impecable de eso no
cabe duda.
—¿Y?
—Roberto no ha entendido nada, ¿cierto?
—¿A qué se refiere?
—Usted tuvo contacto con un preso, lo sabemos desde el
primer día. No se espante, lo planeamos nosotros. Le permitimos interactuar con
el sujeto para estudiar su capacidad de cambio. Estuvo a punto de conseguirlo.
Lo dejamos continuar durante el resto del mes a la espera de su reacción. Pero
ha sido inútil, se cierra a la reeducación, se aferra a una vida prestada.
—¿De que me habla?
—Mire Roberto…-La frase quedó en suspenso, flotando
entre los dos, Malone buscaba las palabras adecuadas o el tiempo se paró unos
segundos, pensó el Arquitecto- ¿Lo ha visto?, ¿Ha visto la palabra antes del
guión? : Arquitecto, es la primera vez en este texto en el cual el
narrador se refiere a usted como el Arquitecto con mayúsculas.
—Malone no entiendo nada, he terminado el proyecto y
quiero marcharme de este lugar eso es todo.
—¿Qué proyecto? No existe proyecto alguno cabeza de
chorlito, ¿Quién es usted Hinojosa? Piense. No se ha descrito su figura, ni su
cara, el lector no sabe como es usted, cada cual se lo imaginará de una manera,
por que el lector principal es usted y usted se conoce demasiado bien para
describirse a si mismo, usted es el arquitecto de su propio relato.¿Cuántas
mujeres tiene Hinojosa?
—¡Ya le dije que estoy soltero , maldita sea!
—Tiene dos y cuatro hijos. No le gusta el matrimonio,
ni los críos, ni nada de esta sociedad que hemos creado entre todos. Usted
prefiere vivir solo, como un orate. Usted es de esos que piensan: como yo no
tengo problemas con el Estado, este tampoco los tendrá conmigo.
Se equivoca Hinojosa, tiene graves problemas con el estado. Usted es
un infeliz que ha formado una familia por inercia, usted no quiere a nadie, es
tan cobarde que ni si quiera se quiere a usted mismo. Y aquí Hinojosa, en este país, se es feliz o deja de ser persona y por tanto ciudadano. Es la ley.
—Se equivoca, me tengo en gran estima.- Como siempre
que miente a Roberto le tembló la voz.
Malone se incorporó de la silla agarrándolo de los
hombros.
—Es usted un suicida Roberto. Por eso se encuentra en
el Edificio.
Intentó matarse y de camino llevarse por delante todo
el pasaje del Espíritu de Navidad. La Jazz lo detuvo en el último instante. No
hemos cambiado la política por usted, no es tan importante, se ofreció
voluntario para entrar. No sabemos, ni queremos juzgar los casos de terrorismo
como el suyo, sería el primero en muchos años, al estado le complace que se
ingrese.
Está escribiendo su historia, el Edificio
produce ese efecto en las personas, este es el momento crucial de su propio
relato. ¿Quiere ser un preso o prefiere continuar como visitante? Elija
Hinojosa.
Por el ventanal de la solitaria cantina de
trabajadores, Roberto Hinojosa contempló la maniobra de atraque del gran
zeppelín "Espíritu de Navidad" en la azotea del Remington, desde la cocina le
llegaba música Swing, muy de moda. Los pasajeros bajaban por la escala al mejor
hotel de la ciudad dispuestos a pasarlo en grande. Roberto se dijo que debía
acabar el proyecto cuanto antes. No podría aguantar mucho más en el Edificio.
30/04/2015