INCURABLE



Cuando se hicieron cargo de todo desapareció la cerveza, el chocolate y la cocina de autor. Los rascacielos, la pintura, la literatura y todas las artes en general. Los vehículos, las viviendas y todos los templos. Las granjas y los animales de explotación alimenticia, la estación espacial y el trigo, las lechugas y los centros comerciales. Las playas de recreo, los deportes de riesgo y la televisión. Las ciudades, los pueblos, villas y comarcas.

Por el contrario, permanecieron las fábricas, la música electrónica y la clásica, los satélites, los bosques, la fauna y el curso natural de los ríos... y Marta.

En apariencia todas parecen humanas, aunque la única auténtica sea ella. La infancia de Marta es feliz y no le falta de nada. Su mundo es un domo adaptado a una vida idílica y naturalista: cabaña de madera, lago cercano y un bosque rebosante de vida. Las matronas cuidan bien de Marta como lo harían unas buenas tías solteronas.

—Algún día me marcharé de aquí. Subiré aquellas montañas y seguiré andando hasta encontrar otras niñas con las que jugar. Estoy cansada de vosotras.

—¿Y quién te cepillará el cabello entonces, Marta? —U2124145 dejó que la pequeña se perdiera en sus pensamientos y continuó acariciando la melena. Con el rabillo del ojo miró a M U2124100 y se comunicó con ella a un nivel cuántico. Las moléculas se condensaron, excitadas por los quarks; estas hicieron mutar las muy abundantes moléculas de oxígeno en el viejo código binario, que los receptores de M U2124100 no tardaron en codificar.

«La niña está creciendo muy deprisa». Al instante, todas supieron de esto. Los entes virtuales, las conciencias de energía que satelizan el planeta, y las sondas hiperlumínicas que cruzan el espacio camino del gran agujero negro en el centro de la galaxia. Los humanos modificados que olvidaron que eran humanos, los animales con conciencia, las mutaciones de plasma y el Cerco Alien que mantenía el zoo en activo.

—No eres como yo, U2124145. Lo sé. No creces, no te haces grande y siempre tienes la misma cara. ¿Por qué me tenéis encerrada aquí? ¿Crees que nunca podré marcharme, que no puedo escapar?

Se hizo un silencio sepulcral.

—No estás presa, Marta. Te puedes marchar cuando quieras —se pronunció complaciente U2124145, y le deslizó de nuevo el cepillo por la larga melena—. Pero ¿dónde irás? ¿Dónde puedes estar mejor que aquí?

M U2124100 dejó el cuarto de manera apresurada; tenía trabajo por hacer, si aún quedaba algo de tiempo.

—Sabes que te quiero, U2124145. Nadie mejor que tú para cuidarme.

U2124145 se enfrentó a la pequeña y con ambas manos le tocó el rostro. Si hubiera podido llorar, lo habría hecho.

—De todo lo que me rodea, tú eres "lo" mejor.

Ella también parecía emocionada. Acarició la mejilla de U2124145 con sus pequeños dedos hasta que estos llegaron a la orilla del ojo izquierdo. Después solo tuvo que presionar fuerte, muy fuerte.

U2124145 sufrió unos leves espasmos que le recorrieron todo el cuerpo y aún tuvo tiempo de observar, con el ojo sano, cómo Marta tiraba al suelo el ojo izquierdo de su cara; por donde metió la mano.

—Holaaa. ¿Hay alguien ahí? —gritó Marta al hueco vacío en la cara de U2124145.

Marta miró su mano, ahora cubierta de un líquido denso y perlado. No sintió culpa. Sintió alivio. Como si algo dentro de ella hubiera despertado por fin. Lo oscuro. Lo humano.

«A veces sueño que arde el bosque», pensó. «Y me despierto empapada... sonriendo».


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