Lema de “El Ángel exterminador” atribuida a los anarquistas.
24 de diciembre de 2015
IMPERIO
Lema de “El Ángel exterminador” atribuida a los anarquistas.
15 de noviembre de 2015
El Baterista, una ucronía para "Concurso Relatos Cortos Ciencia Ficción"
1 de julio de 2015
Zero voluntad
30 de abril de 2015
El Edificio. Parte II
Deseaba con todas sus ganas conocer un Visitante o mejor aún: un Preso.
Una tarde Malone le sorprendió con una pregunta <<¿le gustaría visitar el nivel Encaste Hinojosa?>> los ojos se le abrieron como
platos y tan rápido como pudo se recompuso mostrando indiferencia. Le respondió
que si, como si tal cosa.
—No se emocione. Será el tiempo suficiente para una toma de catas en un departamento. A esta hora los Presos se encuentran en reeducación.
Descendieron por el elevador, el dedo índice de
Malone pulsó el nivel Encaste.
—Le esperaré fuera. Tome sus aparatos,- Malone le
entregó un pico en miniatura, un par de bolsas de plástico, la cámara de fotos
y otra holográfica- , disponga del tiempo necesario los Presos tienen hasta la
madrugada para volver.
Un hilera de camastros en paralelo se perdía
hasta el infinito, el Edifico siempre le engañaba ¿Cómo es posible que parezca
más grande por dentro que por fuera?
Se agachó en el suelo, tocó el piso: las grietas rezumaban
por entre las losas de mala calidad. Terminó a cuatro patas y anduvo a gatas
siguiendo el rastro de una grieta mayúscula hasta que su nariz topó con la
punta de unos zapatos verdes sin cordones. Dentro de ellos había un Preso.
—Eres el arquitecto.- El hombre tendría unos cuarenta
años, la cabeza afeitada, los ojos grises, la mandíbula amplia y la misma
expresión de turista de museo despistado que puedo observar tiempo atrás en los
visitantes. Roberto continuó a gatas reculando hasta que llego a la pared,
después se levantó. El individuo le subía un par de cuartas.
—Si lo soy. -Se atrevió a pronunciar.
—He pedido ejecución. Soy culpable de pensamiento.
PEN-SA*MIEN-TOS .
—No está prohibido pensar que yo sepa.
—No arquitecto, no lo está. Por eso me entregué, la
Jazz no vendrá a por mi por que rumié esto o aquello. No es bueno que un
ciudadano piense en contra del estado y yo lo hacía, todos los días. De todas
las maneras esto es irrelevante. Quería que supiese que he elegido Ejecución.
Decapitación, en este caso concreto y único. Será retransmitido a todo el país
en el canal nuevo. Ese de colores. Quiero saber si es cierto aquello de la
visión.
—¿Qué visión?–El suelo recién limpiado empezó a
recalentarse, brumas invisibles de desinfectante con olor a matarratas le
llegaban en bocanadas.
—Dicen que la cabeza una vez separada del cuerpo tiene
visión durante unos segundos. Me parece la mejor manera de comprobarlo aunque
luego no pueda explicárselo a nadie.
—¿Por qué me cuenta esto? No retransmiten ejecuciones
por televisión. Creo que está usted enfermo.
—Me estoy curando, dentro de poco pasaré a Ciudadanía.
Yo se que estoy enfermo pero ¿podría usted afirmar que no lo está?
Roberto pensó su respuesta. No quería violentar
al preso así que le siguió la corriente en este diálogo absurdo.
—Me encuentro bastante bien de salud.
—¿Y de aquí?- El preso se señaló un lado de la sien.
El olor a desinfectante la presencia de aquel hombre,
la conversación sin sentido. La situación se le presentaba agobiante, como una
pesadilla, dejó de sentir curiosidad y aún así se sorprendió de las palabras
que escaparon de sus labios.
—¿Cómo lo reeducaron?¿le torturaron?¿le lavaron el
cerebro?
El preso no respondió, se alejo despacio dándole la
espalda hasta que la oscuridad del pasillo se lo comió.
Durante varios días estuvo como ausente, declinó
comer con Malone, su único acompañante en aquel nivel desierto. El comedor, al
contrarío que el nivel Recepción, carecía de ventanas. A las 17:30 imaginaba el
desembarque del Espíritu de Navidad y sus viajeros como hormigas descendiendo
de un palo, dispuestos a divertirse en el Remington, el mejor hotel de la
ciudad. No podría aguantar mucho más en el Edificio, aceleró el plan
todo lo que pudo, no paró de trabajar en la mesa de proyectos; dormía poco y
mal, constantes pesadillas le atormentaban: la cabeza flotante del preso el
olor a desinfectante.
Visitó el Nivel Ciudadanía, como siempre acompañado de
Malone y nadie más. No tenía misterios; aulas de estudio con pizarras, salas de
reuniones y por supuesto ausencia de cualquier aparato de tortura.
Terminó el proyecto al fin en un tiempo record,
después de dos meses en el Edifico. Le sobraba otro mes y esperaba que lo
dejaran marchar cuanto antes.
—Roberto tenemos que hablar.- Por primera vez Malone
le llamaba por su nombre de pila- Tome asiento por favor.- El custodio le
acompañó desplomándose como un fardo de cemento en la silla.- Ha terminado su
proyecto y estamos gratamente satisfechos de su trabajo, es impecable de eso no
cabe duda.
—¿Y?
—Roberto no ha entendido nada, ¿cierto?
—¿A qué se refiere?
—Usted tuvo contacto con un preso, lo sabemos desde el
primer día. No se espante, lo planeamos nosotros. Le permitimos interactuar con
el sujeto para estudiar su capacidad de cambio. Estuvo a punto de conseguirlo.
Lo dejamos continuar durante el resto del mes a la espera de su reacción. Pero
ha sido inútil, se cierra a la reeducación, se aferra a una vida prestada.
—¿De que me habla?
—Mire Roberto…-La frase quedó en suspenso, flotando
entre los dos, Malone buscaba las palabras adecuadas o el tiempo se paró unos
segundos, pensó el Arquitecto- ¿Lo ha visto?, ¿Ha visto la palabra antes del
guión? : Arquitecto, es la primera vez en este texto en el cual el
narrador se refiere a usted como el Arquitecto con mayúsculas.
—Malone no entiendo nada, he terminado el proyecto y
quiero marcharme de este lugar eso es todo.
—¿Qué proyecto? No existe proyecto alguno cabeza de
chorlito, ¿Quién es usted Hinojosa? Piense. No se ha descrito su figura, ni su
cara, el lector no sabe como es usted, cada cual se lo imaginará de una manera,
por que el lector principal es usted y usted se conoce demasiado bien para
describirse a si mismo, usted es el arquitecto de su propio relato.¿Cuántas
mujeres tiene Hinojosa?
—¡Ya le dije que estoy soltero , maldita sea!
—Tiene dos y cuatro hijos. No le gusta el matrimonio,
ni los críos, ni nada de esta sociedad que hemos creado entre todos. Usted
prefiere vivir solo, como un orate. Usted es de esos que piensan: como yo no
tengo problemas con el Estado, este tampoco los tendrá conmigo.
Se equivoca Hinojosa, tiene graves problemas con el estado. Usted es
un infeliz que ha formado una familia por inercia, usted no quiere a nadie, es
tan cobarde que ni si quiera se quiere a usted mismo. Y aquí Hinojosa, en este país, se es feliz o deja de ser persona y por tanto ciudadano. Es la ley.
—Se equivoca, me tengo en gran estima.- Como siempre
que miente a Roberto le tembló la voz.
Malone se incorporó de la silla agarrándolo de los
hombros.
—Es usted un suicida Roberto. Por eso se encuentra en
el Edificio.
Intentó matarse y de camino llevarse por delante todo
el pasaje del Espíritu de Navidad. La Jazz lo detuvo en el último instante. No
hemos cambiado la política por usted, no es tan importante, se ofreció
voluntario para entrar. No sabemos, ni queremos juzgar los casos de terrorismo
como el suyo, sería el primero en muchos años, al estado le complace que se
ingrese.
Está escribiendo su historia, el Edificio
produce ese efecto en las personas, este es el momento crucial de su propio
relato. ¿Quiere ser un preso o prefiere continuar como visitante? Elija
Hinojosa.
Por el ventanal de la solitaria cantina de
trabajadores, Roberto Hinojosa contempló la maniobra de atraque del gran
zeppelín "Espíritu de Navidad" en la azotea del Remington, desde la cocina le
llegaba música Swing, muy de moda. Los pasajeros bajaban por la escala al mejor
hotel de la ciudad dispuestos a pasarlo en grande. Roberto se dijo que debía
acabar el proyecto cuanto antes. No podría aguantar mucho más en el Edificio.
30/04/2015
El Edificio. Parte I
Cuando alguien se enfrenta a una entrevista de trabajo
podría ser uno de los instantes más solitarios en la vida de una persona.
Roberto Hinojosa, arquitecto, no tuvo ese problema por que lo reclutaron y no
por ello dejó de sentirse solo. Roberto contempló, asomado a la ventana trasera
del sedan negro que lo llevaba, las puertas de su oficina cerradas, “Por
motivos personales durante tres meses”, el tiempo suficiente según la
Administración para reestructurar, acondicionar y renovar el Edifico.
Se
pintó de nubes negras el cielo despejado de domingo, oscuros goterones
tamborilearon en el capó del vehículo un trueno se escucho lejano y el Edifico
se abrió tragándose al sedan y sus ocupantes.
Los
ciudadanos están obligados a no verlo. Que no lo “viera” no significa que no
supiera. El Edificio estaba allí, en su cabeza y en la de todos; un recuerdo
que ocupa un lugar físico aunque no se detecte con los sentidos; una evocación
real para muchos que pasaron por él y ahora son los mismos pero son otros, en
definitiva: Ciudadanos de bien.
Roberto
estudió los planos durante un mes y no echó en falta a esposas o hijos que no
tenía, sintió, eso sí, aprensión por sus clientes y la montaña de proyectos que
dejaría sin acabar. Su secretario, Roberto no quería mujeres en su empresa, las
buenas secretarías debían de rozar los cuarenta y si no estaban en casa
cuidando del marido y los hijos no serían de fiar, tenía instrucciones para
calmarlos; no estar al mando de sus asuntos le hacía salirse del pellejo.
El
mes posterior a su reclutamiento tuvo acceso sin restricciones a la planta
superior: despachos, archivos, cientos de fichas personales esperaban ser
transcritas a las computadoras y un eficiente ejercito de funcionarios, con los
que nunca se topó, se ufanarían en la tarea. Como un fantasma Roberto
deambulaba entre las mesas, tomaba catas de las paredes, comprobaba el
cableado, hacía saltar alguna que otra loseta del piso y volvía de nuevo a sus
papeles. El Edifico adolecía de un buen mantenimiento, inyecciones de argamasa
en sus cimientos; los pesos estaban descompensados y abundaban las grietas. La
sala de computadoras estaba desfasada, no mantenía la temperatura suficiente y
los armatostes, grandes como cachorros de elefante, se recalentaban; una
habitación estaba acondicionada para el almacenamiento de lámparas pues estas
se fundían a la mínima de cambio.
Comía
solo en la cantina de personal, parecía que despejaban las zonas por donde él
pasaba. Se quedaba absorto en los zeppelines que cruzaban el cielo, el
"Espíritu de Navidad" llegaba siempre en hora las 17: 30
ni un minuto antes o después, atracaba en el poste de la azotea del Remington.
Roberto contemplaba esta maniobra de precisión desde el único ventanal del
Edificio.
Nunca
se cruzó con un “visitante” y menos aún con un “preso” desconocía como se
“abastecía” el Edificio de ellos, no llegaban camiones, que él supiera, las
vías del tren estaban desiertas a todas horas y los zeppelines pasaban de
largo.
—¿Cuántas
mujeres tiene Hinojosa?- le preguntó su custodio, un tal Malone de aspecto
intimidante, al poco Roberto descubrió que era buena persona, un buen hombre de
su casa.
—No
estoy casado Malone.
—¡Eso
es tan antisocial como tener una sola esposa Hinojosa! o más, yo diría que más.
Yo tengo tres, una de ellas es mi prima, la más joven, un encanto de chica. Es
un poco moderna, trabaja fuera de casa y todo, las demás se ocupan de los
críos, este trabajo es duro Hinojosa, nada como llegar al castillo y que este
se encuentre como debe. Una buena cerveza y los niños corriendo a
tus brazos.
—Le
felicito Malone. Espero algún día tener todo eso, tiempo al tiempo,- mintió.
—¿Cuál
es la diferencia ,Malone?-coló la pregunta de golpe esperando pillar
desprevenido al custodio.
—¿Entre
presos y visitantes, claro está?
—Claro
está.- Imitó Roberto sin pretender ser irónico para conseguir todo lo
contrario. Malone no lo tomó a mal de todas las maneras. Perecía con ganas de
explicar aquel misterio que rondaba su cabeza desde niño.
—El
Visitante llega al Edificio por voluntad propia, él sabe que algo no funciona
de manera correcta en su sentido de la ciudadanía, le atormenta esa cuestión.
Ingresa para curarse, el visitante puede marcharse cuando desee. Pasado el
segundo nivel, el Encaste, ya no hay marcha atrás, pero da igual, el visitante,
créame Hinojosa, prefiere seguir su tratamiento. Reconocida su culpa pasa a la
categoría de Preso.
Cruzaron
el pasillo central que lleva a los elevadores, bajo ellos los Tres Niveles:
Recepción, Encaste y Ciudadanía. Por primera vez se adentraría en el corazón y
razón de ser del Edificio. Todo fue un chasco, ni presos, ni visitantes. Los
cuidadores rondaban para acá y para allá enfundados en monos amarillos, rojos o
negros según el nivel., atareados en cosas que le parecieron absurdas. En una
habitación tan grande como un hangar de zeppelín un encargado aleccionaba a una
tanda de educadores novatos. Estaba subido en una rueda de caucho y gritaba.
Sus palabras eran sacudidas sonoras, como golpes, marcaban un ritmo hipnótico,
Roberto no entendió casi nada. Su curiosidad por ver algún preso o como mínimo
un visitante se acrecentó.
El
encargado señaló una de las paredes, estaba acristalada, en filas de a dos
hombres y mujeres la cruzaron. Si bien sus caras no mostraban felicidad,
tampoco angustia o miedo. Sus cuerpos permanecían dignos, no se apreciaba
desnutrición ni maltrato parecía un grupo de turistas visitando un museo.
—¡Esa
es su materia prima cuidadores! : personas.- Gritó el encargado con más brío
que antes-, les deben respeto, es un material más valioso que vosotros mismos,
es la maquinaria que mueve el país. No lo olviden. Ahora son personas cuando
abandonen el Edificio serán Ciudadanos.
13 de diciembre de 2014
Cloro
15 de julio de 2014
Ripper
9 de julio de 2014
En la playa
Espero que suene el teléfono , son las 21.00 horas de una fresca tarde de julio y la memoria de lo que parece un sueño me hace sonreír…otra vez.
Al fin los primeros acordes de “Disorder” se desparraman por la habitación.
-Doctor la conexión esta lista. Suyo es el honor de transmitir las primeras palabras.